Investigadores del Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional, que incluye al CONICET y a la Universidad Austral, publicaron evidencia preclínica sobre el potencial preventivo de ciertos derivados del cannabis frente al dolor neuropático asociado a la quimioterapia. El trabajo fue liderado por las doctoras Delia Soriano y María Florencia Coronel y fue publicado en la revista científica Psychopharmacology y constituye un paso significativo en la búsqueda de tratamientos más humanos y eficaces para pacientes con cáncer.
El estudio se centró en uno de los efectos adversos más frecuentes y limitantes de la quimioterapia con paclitaxel, fármaco utilizado en el tratamiento del cáncer de mama, ovario y pulmón: la neuropatía periférica. Este tipo de dolor puede persistir incluso años después de finalizado el tratamiento.
Utilizando un modelo experimental, el equipo administró dos formulaciones clínicas de cannabis, una con proporción 1:1 de THC (Δ9-tetrahidrocannabinol) y CBD (cannabidiol), y otra con proporción 1:20, al mismo tiempo que comenzaba la quimioterapia. En los resultados se pudo detectar que los animales tratados con estas combinaciones no desarrollaron hipersensibilidad al frío ni al tacto, síntomas comparables al dolor neuropático que reportan pacientes humanos.
Además, las formulaciones, provistas por la empresa pública jujeña Cannava SE, no aumentaron la toxicidad ni interactuaron negativamente con la quimioterapia. La diferencia en proporciones también es clave: mientras el THC aporta efecto analgésico, el CBD reduce la inflamación y la ansiedad sin provocar efectos psicotrópicos intensos.
Estos resultados se suman a investigaciones clínicas del mismo equipo, que documentaron una alta prevalencia de neuropatía en pacientes tratados con distintos quimioterápicos, especialmente en mujeres. En el caso de quienes recibieron paclitaxel, el 62 por ciento desarrolló síntomas, y casi la mitad los mantenía dos años después.
“Este estudio abre la puerta a una alternativa preventiva y segura para un problema que afecta la calidad de vida de miles de personas. Utilizamos dosis y vías de administración similares a las ya aprobadas en otros tratamientos, lo que facilita una futura aplicación clínica”, señalaron las investigadoras.
El próximo paso será avanzar hacia ensayos en humanos que permitan validar los resultados que puedan prevenir el dolor en quienes atraviesan tratamientos oncológicos intensivos.
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