El pasado 23 de febrero, Roberto Wolfenson, de 71 años, era encontrado muerto en su propiedad por su profesor de piano, un guardia y un vecino del country La Delfina. Su cuerpo se encontraba tirado boca abajo y con la cabeza debajo de un radiador blanco en una de las habitaciones del lote 397 del barrio.
En las últimas horas, se difundió un video de la escena del crimen, lugar donde se lo encontró sin vida al ingeniero. En las imágenes se puede apreciar un espacio pequeño, con paredes de color amarillo, una cama matrimonial, un placard, una mesa de luz y una repisa con varios libros. El lugar parece desordenado, hay una valija sobre la cama y un cuadro en el piso. También, tiene una ventana sin cortinas.
Allí, a Wolfenson lo habían golpeado y ahorcado con una tanza o cable hasta asesinarlo. Su cara presentaba lesiones en pómulos, boca y un corte en la nuca que se produjo por la constricción del elemento que usaron para estrangularlo. Además, sus manos estaban todas cortadas producto de la defensa que opuso.
A raíz de la información recopilada por los fiscales German Camafreitas y Alejandro Musso, con la coordinación del fiscal general John Broyad, accedieron a las cámaras de seguridad municipales para investigar a la empleada doméstica, última persona que vio con vida al ingeniero y quien llevaba apenas 20 días trabajando para él.
En la madrugada del sábado pasado, los fiscales pidieron la detención de Rosalía Paniagua, empleada doméstica suplente. En un allanamiento en su casa, los investigadores encontraron un parlante bluetooth que pertenecía a la víctima. Además, una cámara de la estación Derqui, la detectó hablando con una mujer rubia. Para los investigadores, estaba tratando de venderle un celular, pero no lo consiguió. Se cree que es el teléfono de Wolfenson.
Según la reconstrucción fiscal, la empleada doméstica participó del crimen que se habría cometido el jueves 22 de febrero. Luego, salió del barrio privado a las 13:53 sin que, curiosamente, nadie le revisara la mochila. En su interior, se sospecha, llevaba el parlante y, al menos, un candelabro de 1 kilo típico de la comunidad judía, valuado en unos 600 mil pesos. Posteriormente, la mujer se tomó el colectivo 228F hasta la estación de Derqui. Esto quedó registrado en el movimiento de las antenas.
Otro dato que tiene la Justicia, es que la empleada fue contratada por recomendación de José J., un portero del barrio La Delfina, quien podría ser partícipe del crimen, aunque hasta el momento no se le ha acusado de ningún delito.
Sin embargo, aún existen interrogantes en torno a este caso, como la fuerza necesaria para cometer el crimen y la ausencia de marcas defensivas en la primera declaración de la detenida. La investigación sigue en curso mientras se espera el resultado de pruebas de ADN y otros elementos recabados durante los allanamientos.
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