“La guitarra en el ropero, todavía está colgada. Nadie en ella canta nada, ni hace sus cuerdas vibrar”, dice el tango “Mi noche triste” que hizo famoso Gardel, una frase que Fernando Aliano no quería hacer suya, después de atesorar su querido instrumento por 64 años, compañera inseparable desde el 9 de junio de 1958 cuando la recibió de manos de su madre, como regalo por sus 18 años, cumplidos apenas unos días antes.
Fernando Agripino Aliano, nació el 30 de mayo de 1940 en Durazno, provincia de Entre Ríos, y formó parte de una numerosa familia que constituyeron sus padres Francisco José y Raimunda Berezaga. Fueron en total 12 hermanos, seis varones y seis mujeres, la misma cantidad de hijos que don Francisco había tenido con un matrimonio anterior. A estos 23 hermanos, hay que sumarle un medio hermano famoso: el folklorista Víctor Velázquez que había nacido de una relación de su padre en Altamirano Norte, paraje lindante con Durazno. Hoy sobreviven un hermanastro del primer matrimonio y diez hermanos del segundo.
La actividad del padre de Fernando fue desde siempre la agricultura y la ganadería, sumado a ello el cuidado de caballos parejeros, muy requeridos para domas y carreras de sortijas por aquellas épocas.
Cuando el protagonista de nuestro relato cumplió tres años, la familia se muda a El Gramillar, distrito de Sauce de Luna donde arrienda un campo de 580 hectáreas dedicado al cultivo de gramíneas y oleaginosas y a la cría de ganado vacuno y ovino. El establecimiento se llamaba “La Esperanza”. Como es de imaginar, toda la familia se dedicó a pleno a las tareas de campo. Los únicos ratos de esparcimiento era concurrir a las domas y bailes de campo que duraban toda una jornada de domingo.
“En casa mi madre en sus tiempos libres tocaba la guitarra –recuerda Aliano- lo hacía casi a escondidas, cantando estilos en voz baja. Fue escuchándola que me surgió el interés por aprender a tocar el instrumento, al igual que dos de mis hermanos, Mario y Héctor, con quienes integramos un trío de guitarras, con la desaprobación de mi padre para quien “los musiqueros” eran gente que adquiría malas costumbres y los hacía abandonar sus labores cotidianas. No esforzamos entonces por demostrarle que no éramos igual que todos, que podíamos seguir cumpliendo con nuestras obligaciones en el campo, sin dejar una afición que cada vez nos gustaba más, sobre todo después de nuestro debut en Radio Concordia el 27 de agosto de 1965, en el programa “Audición al Norte” . Nos escucharon también del otro lado de la frontera en Salto, Uruguay y ese mismo día hicimos doblete, actuando en un programa radial de una emisora uruguaya”.
“Para esa época éramos ya conocidos en la zona y continuamente nos invitaban a actuar en domas y bailes, junto a otros conjuntos. Al tiempo, mis hermanos deciden dejar el trío y esto no me desanimó. Me reúno con otros músicos, ex compañeros de la escuela, y formamos el conjunto “Escalas del ritmo”, haciendo música de todos los estilos bailables del momento. Recuerdo que nuestro mayor logro fue organizar un gran festival a beneficio de nuestra querida escuelita 181 donde habíamos hecho la primaria, donde se había constituido una comisión para construir su nuevo edificio”, acotó.
“Fue una buena época para el conjunto, teniendo la posibilidad de recorrer muchas radios: LT 14 en Paraná, LT 11 de Concepción del Uruguay, LT8 de Rosario y hasta en un programa de televisión en Misiones, donde al vernos nos vino a conocer el mismísimo Isaco Atbitbol”, contó.
En una de sus actuaciones en El Gramillar, Fernando conoce a quien sería su compañera para toda la vida: Silvia Jacobsen. Se casan, aunque Silvia todavía no había terminado sus estudios primarios. Para entonces la vida se había vuelto muy difícil en el ámbito rural, el trabajo comenzó a mermar y los jóvenes comenzaron a emigrar en búsqueda de nuevos horizontes. Fernando y Silvia no fueron la excepción. Ella tenía familiares en Pilar y decidieron mudarse.
Aliano, después de hacer varios trabajos, se emplea en San Sebastián donde trabaja por espacio de 14 años. Su esposa, mientras tanto, se emplea como administrativa en la Farmacia “Del Globo” de la familia Ferrá. El buen desempeño de la joven mereció una especial consideración del farmacéutico Juan quien le propone que termine el primario e inicie el secundario. Fernando accede a la propuesta y Silvia termina sus estudios en la escuela Tratado del Pilar con los mejores promedios, donde luego ejerció como profesora de Contabilidad durante 31 años.
Juan Ferrá llama nuevamente a Aliano y le dice que su esposa tiene grandes condiciones para las tareas contables y que sería bueno pudiera seguir estudiando la carrera de contadora pública en la Facultad de Ciencias Económicas. Fernando lejos de oponerse a la idea, alienta a su esposa. Corría el año 1975, al recibirse de contadora, Silvia fue ayudante de cátedra de la Facultad en su sede de Córdoba y Junín (Capital Federal).
El 7 de abril de 1981 llega el primogénito del matrimonio: Francisco Javier; el 25 de octubre de 1983, Marta Zulema y el 20 de septiembre de 1985 María Sol. Sus dos hijas comparten sus estudios regulares con clases de guitarra y piano. El legado de don Fernando estaba asegurado.
Hoy Marta Zulema le dio dos nietos a los Aliano-Jacobsen: León y Bruno, gemelos que el próximo 17 de octubre cumplen 8 años.
“Silvia disfrutó menos a los chicos que yo, ya que viajaba todos los días a estudiar y trabajar. Yo me ocupé de cuidarlos, hasta que ella llegara, y también atendía a sus clientes”, confesó a Resumen Aliano.
Una vez recibida, Silvia instaló el estudio contable en su casa en el barrio Morelli y pronto prosperó en la actividad, tanto que su esposo tuvo que hacer un curso de contabilidad en el Liceo Sima en Capital, dos días por semana durante dos años para capacitarse y de esa manera transformarse en el secretario de su esposa durante 41 años, hasta el día que decidió retirarse de la actividad.
Pero tantas ocupaciones no alejaron a Fernando de su pasión: la guitarra y aprovechando la cercanía con los canales y radios capitalinas y zonales, para pasear su arte, ya convertido en solista como el seudónimo de “Fernando Aliano. Simplemente cantor”, interpretando temas del cancionero litoraleño, muchos de ellos de su autoría.
“Tengo escritos un centenar de temas, pero solo registré cuatro”, comenta como al pasar durante la entrevista. Aliano actuó en programas de radios y televisión de toda la región y en los canales 2 de La Plata, Canal 7, Canal 11 y hasta en Crónica TV en el recordado espacio de Anabela Lascar, subiendo también en más de una oportunidad al escenario de las Fiestas Patronales de Pilar.
“Tuve la oportunidad de participar en un concurso que organizaba Julio Maharbiz en canal 7 donde buscaban nuevos valores para presentar en Cosquin -recordó–. Quedé seleccionado, pero finalmente no me convocaron porque en ese momento no estaba de moda la música del litoral en los festivales”.
Alejado desde hacía tiempo de la actividad artística, Fernando decidió cumplir con un pedido muy especial que le había hecho hace tiempo su hija Maria Sol y le regala su bien más preciado: la guitarra que le regalara su madre, hacía ya más de 60 años.
Pero la gran sorpresa se la dio su señora Silvia el 27 de mayo de 2016, tres días antes de su cumpleaños número 76: cuando le regala una hermosa y flamante guitarra de concierto de Antigua Casa Nuñez, que el mismo fue a retirar, para que dejara de extrañar a la suya y de esta manera, “colgada en el ropero, pudiera seguir cantando y hacer sus cuerdas vibrar”.
“De todas maneras, le confieso que jamás me despediría de mi vieja y querida guitarra -sentenció el folklorista- estará siempre en mi mente, en mi alma y en mi corazón, hasta el final de mis días”.
Oscar Mascareño
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