La nostalgia volvió a instalarse entre los vecinos de Pilar, esta vez de la mano de un símbolo de la vida nocturna local: el histórico boliche Cuernavaca, que funcionó durante más de cinco décadas y ahora fue puesto a la venta por su dueño, Daniel Blesa.
Como pilarenses de toda la vida, muchos recordaron la emoción que despertó la reapertura del Teatro Gran Pilar hace algunos años, un espacio recuperado por iniciativa de vecinos que hoy convoca a cientos de espectadores cada fin de semana. Sin embargo, ese renacer cultural contrasta con la pérdida de otros lugares de encuentro que marcaron al pueblo y que fueron desapareciendo con el gran crecimiento y las transformaciones urbanísticas, sociales y políticas que vivió el distrito. Tal es el caso de Cuernavaca, donde generaciones de pilarenses encontraron diversión, amistad y amores durante más de 50 años.
El anuncio se conoció a través de una publicación en redes sociales en la que Blesa ofreció el terreno de 350 metros cuadrados, ubicado en pleno centro de Pilar, a pocos metros de la plaza principal. En el mensaje, además de las características de la propiedad y su potencial para usos comerciales, gastronómicos o de salud, el vecino destacó el valor simbólico que encierra el lugar para la identidad local.
De inmediato, la publicación generó un sinfín de reacciones cargadas de recuerdos y emociones. Uno de los mensajes más conmovedores fue el de Fredi Llosa, uno de los fundadores de la discoteca, quien rememoró entre líneas las noches de amistad, amores, fiestas, música y encuentros que marcaron a generaciones enteras de pilarenses. “Todos fuimos dueños, de uno y otro lado del mostrador, de ese fantástico mundo de pertenencia que hizo de Cuernavaca un símbolo de Pilar”, expresó con emoción.
Cuernavaca nació en 1966, cuando un grupo de jóvenes decidió abrir un espacio para reunirse y divertirse, sin imaginar que se transformaría en un ícono social y cultural de la ciudad.
Por sus pistas pasaron distintos estilos musicales y su barra fue testigo de innumerables historias, desde noviazgos que derivaron en familias hasta amistades que permanecen hasta hoy.
El lugar funcionó durante más de 50 años hasta que en 2019, cerca de cumplir 53 años de vida, bajó sus persianas en su sede de Bolívar al 500. Según explicó Blesa en aquel momento, la decisión se tomó tras una profunda reflexión, aunque aún existía la esperanza de una reapertura, impulsada por la iniciativa de dos vecinos. Sin embargo, la no habilitación frustró ese intento y desde entonces, el espacio permaneció cerrado.
Ahora, con la decisión de vender la propiedad, se cierra definitivamente una etapa de la vida social de Pilar. Aunque los muros de Cuernavaca puedan cambiar de destino, su huella en la memoria colectiva de varias generaciones de pilarenses permanecerá intacta.
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