Martes 23 de Abril de 2024

Falleció Raúl Bertolotto, el último de los cartógrafos artesanales

Vivía en La Lonja desde 1970. Empezó a estudiar cartografía en 1942, cuando tenía 18 años. En 1962, la Marina funda la Escuela de Cartógrafos Buenos Aires y le encarga crear los programas de dibujo cartográfico que nunca se habían hecho hasta entonces.


  • Sábado 09 de Julio de 2022
Raúl Bertolotto

Ayer, viernes 8 de Julio, falleció a la edad de 98 años en el Hospital Militar Central “Cosme Argerich” de CABA, el destacado vecino y profesional pilarense, Héctor Raúl Bertolotto. Vivía en La Lonja desde 1970. Empezó a estudiar cartografía en 1942, cuando tenía 18 años, aunque en un reportaje audiovisual titulado “Raúl Bertolotto, el hombre que dibujó al mundo”, realizado por la Dirección General Patrimonio, Museo y Casco Histórico, dependiente del Ministerio de Cultura de CABA, realizado en 2018, reconoce que la vocación nació en su infancia.

“Cursaba quinto grado de primaria y mi maestra Leonor Gamberalli, fue a mi casa a hablar con mi mamá y le dijo que yo debía estudiar cartografía –rememoró Bertolotto-. Mi maestra se había educado con la Doctrina Sarmiento, que promulgaba la necesidad de incentivar las vocaciones de los jóvenes alumnos cuando se les descubría alguna inclinación especial. Ya al terminar sexto grado encaré un planisferio, con la ayuda de un vecino ingeniero que me enseñó a reducir y ampliar por cuadricular, algo nuevo no solo para mí sino para todo el mundo de la cartografía en esos años”.

“Fue entonces cuando se me reveló algo excepcional; empecé a cuadricular y a poner entre longitudes y latitudes todo lo que veía; a reducir y ampliar, técnicas que después cuando empecé a estudiar incorporé de manera técnica y científica –contaba-. Cuando tenía 20 años pude visitar la sala del Instituto Cartográfico y allí vi trabajar en escala de 1-100.000 en mapas de la Ciudad de Buenos Aires hasta Moreno en la zona oeste, donde una manzana de 100 metros se reducía a 1 milímetros, todo dibujado artesanalmente. En ese momento no tuve la menor duda de que iba a ser cartógrafo”.

“En la década del 50, pasamos de la cartografía manual a la mecánica. Hasta entonces todo se trabajaba en caligrafía cartográfica, dibujando los mapas a mano. Tomé la iniciativa y comencé a elegir un sector a trabajar que fue la zona de Quilmes. En 1962, la Marina decide crear la Escuela de Cartógrafos Buenos Aires. Yo entonces estaba trabajando en el ferrocarril. Me dijeron que creara los programas de dibujo cartográfico; la realidad fue que entre dos cartógrafos creamos los programas de dibujo cartográfico que nunca se habían hecho hasta entonces”, sumó.

Pero el joven aspirante a cartógrafo también tuvo actividades como calígrafo. “El que era calígrafo, tenía mucho trabajo particular -aseguró-, en el año 1949 pasé por la puerta de la Editorial Estrada para ofrecer mis servicios y preguntando llegué a hablar con la directora editorial. Le mostré una carpeta con mis trabajos más avanzados y se interesó en integrarme a la empresa, donde estuve por más de 30 años. Al tiempo de ingresar me convocaron para hacer los mapas en los manuales que editaba Estrada, yo no sabía nada de eso, era calígrafo, no dibujante de mapas. El dueño de la plaza en ese momento era Editorial Kapelusz y decidieron salir a competirle con algo superador; el gran desafío era ni más ni menos que manejar todo el nivel secundario del país y de países vecinos ya que los países limítrofes carecían de cartografía propia”.

“Pero se da también en forma simultánea un hecho casual. En Estrada contratan al director de la revisa ‘Georama’, que para mí fue lo mejor que se hizo en la Argentina. En la reunión, les dijo que había visto trabajos míos en Hidrografía Naval y sugirió que me trajeran a la empresa. Para su sorpresa le dijeron que yo ya estaba trabajando allí para hacer trabajos caligráficos”, rememoró.

Otro emprendimiento importante en materia de cartografía fue el que le encargó el Ferrocarril General Urquiza: la realización de un mapa de la región del Lago Salto Grande, en la Mesopotamia. Esto le llevó a Bertolotto y su equipo un año de relevamiento en campo, recorriendo entre 1976 y 1977 toda esa zona noreste del país en tren.

“Andábamos relevando el día entero –comentó- llevábamos viandas para comer en el camino y por la noche, después de cenar volcábamos todo el trabajo del día en un plano general. Se imprimieron 3000 ejemplares de ese enorme mapa que pronto se agotó porque lo pedían de todos lados”.

La Escuela Ciencias del Mar, de la Armada Militar Argentina, enterada de este video publicó al momento de su edición: “Raúl es un apasionado de la cartografía, un hombre comprometido con su barrio y con su gente, un enamorado de la jardinería y de la música, y el dueño de un oficio que está casi en extinción, la cartografía artesanal, es por ello que entendemos indispensable mostrar y preservar su voz, su imagen y su trabajo”.

El destacado cartógrafo ingresó a la Municipalidad de Pilar el 2 de enero de 1980, cuando aún ni existía un área dedicada a este tema. “Nos preguntábamos cómo se puede legislar sin planos. Estaba todo el material dispersado y territorialmente dependíamos en todo de La Plata –recordaba Bertolotto-. Después de 10 años de ir y venir a la capital de la provincia, logramos acceder a la información necesaria para armar los primeros planos del distrito. Convocamos a jóvenes talentosos y lo hicimos en equipo. Así se formó la Dirección de Catastro Técnico. Hubo que luchar mucho para ordenar las 160 mil parcelas que existen en Pilar, distribuidas en manzanas y grandes loteos. La forma de hacerlo fue relevar todo el territorio, que era mi fuerte”.

“Me ayudaron los siete profesionales que traje recién recibidos, y empezamos a trabajar en equipo en la calle. No podíamos aspirar a la fotografía aérea porque era costosísima y las imágenes satelitales no existían. El material era difícil de conseguir porque lo que se usa en cartografía ni siquiera existe en el vademécum municipal; hubo que romper con esquemas. Nos fuimos basando en trabajos del Instituto Geográfico Militar y así hicimos la cartografía de todo el partido. Entre todo lo que logramos, tengo guardado como algo muy especial que pude hacer los primeros planos de mi casa”, afirmó.

Aunque ya jubilado y superando ampliamente los 90 años, Raúl Bertolotto siguió trabajando en su hogar. “Esa es una de las ventajitas de tener esta edad -decía-. Tengo anotados 22 proyectos. No me va a dar la edad para concretarlos. Dejar de hacer cosas es renunciar a vivir y yo no quiero hacerlo. Por eso voy armando proyectos y solucionando uno a uno”.

Los restos de Raúl Bertolotto fueron despedidos en la Casa Velatoria Concordia, en CABA y fueron inhumados en el Cementerio de La Chacarita. “Alberto “Beto” Ponce de León, amigo del extinto escribió a su familia: “Esta es la realidad de quien dio ejemplo de responsabilidad y amor profesional, formador de jóvenes, entregándoles todo su conocimiento”.

Asignaturas pendientes

Para un hombre que como profesional dibujó casi todo en cartografía, siempre quedan cosas pendientes, una de ellas, algo curioso: “Me quedó por hacer un globo terráqueo, será porque nunca me lo encargaron, me quedaron ganas de hacerlo, es el sueño del pibe cartógrafo”, confesaba Bertolotto.

Pero quizás su máxima aspiración, su deseo local más ferviente, casi convertido en obsesión fue poder ver plasmada antes de partir su idea de construir un camino provincial que conectara a Del Viso, Presidente Derqui, Manuel Alberti, La Lonja, Luis Lagomarsino y Maquinista Savio y que además uniera a Pilar con Escobar a través de la ruta 26 en el empalme con el acceso a Presidente Derqui (Ruta 234).

“No solamente une a Del Viso con Derqui, es la prolongación de la Ruta 26 hasta la 234 y uniría Derqui, Del Viso, Maschwitz y la Ruta 8 con la 9”, explicaba a quien quisiera escucharlo. En poco menos de 6 kilómetros de asfalto, la vinculación entre todos estos pueblos sería un hecho.

Rivera Villate donó, en su momento, la tierra que atraviesa este proyecto y las inmediatas al Pinazo del lado de José C. Paz pertenecían al Banco Galicia y el Banco las dividió para donar esa calle. No habría problema catastral de traza de ningún tipo. Solo habría que construir un puente que atraviese el arroyo Pinazo.

“Recuerdo que cuando llegó a las manos de Luis Lagomarsino, que era un intendente muy ejecutor con la obra pública, él lo vio enseguida y me dijo ¿Cómo empezamos? Traza y nivelación del camino –le dije- y las gestiones en Provincia, que finalmente se realizaron en tiempo y forma. El problema fue que al poco tiempo Luiso Lagomarsino se murió y después nadie movió más nada”, se quejaba sin resignarse nunca a la idea Bertolotto.

Por contrapartida, el intendente del partido vecino, por aquel entonces General Sarmiento, casi inmediatamente abrió una calle en los 400 metros restantes que existen desde el arroyo hasta la Ruta 8 (calle French) y de ahí unos metros hasta la 26.

Oscar Mascareño

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