Domingo 28 de Abril de 2024
Pilar, el lugar elegido

El Lugar del Milagro, el sitio que inició la gran devoción a la Virgen

En 1630 una imagen la Virgen de Luján fue traída desde Pernambuco y, a pesar de que debía continuar viaje, milagrosamente no fue posible moverla de donde actualmente se encuentra la localidad de Zelaya, a donde permaneció 40 años.


  • Lunes 16 de Octubre de 2023
Lugar del Milagro

Todos conocemos el sitio y la historia del Milagro de la Virgen, cuando la patrona y protectora de millones de argentinos decidió que quería quedarse en nuestras tierras, allá por el 1630. Han pasado más de 400 años y es una historia que aún, merece ser contada, porque muestra el inicio de la devoción hacia la Virgen María, una que aún permanece arraigada en nuestra sociedad.

“La devoción a María tiene un origen acá en la zona, con el Milagro de la Virgen de Luján. La zona de acuerdo a los últimos estudios está entre Villa Rosa y Zelaya, llamado El Lugar del Milagro. El Milagro fue en 1630, y desde 1630, 50 años más, estuvo en la zona la imagen de la Virgen en una Capilla”, le decía a Resumen, Alberto Marzano.

Pero ¿cuál es la historia del Milagro?

Corría el año 1630 y la gobernación del Río de la Plata estaba en manos de don Francisco de Céspedes y reinaba en España y Portugal, Felipe IV de Austria. El portugués Antonio Farías de Sáa, tenía una estancia con hacienda en el pago de Sumampa, donde había construido una pequeña capilla que puso bajo la advocación de la “Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen María”.

El objetivo de Sáa era tener una imagen de la Inmaculada Concepción en su nueva capilla, por lo que escribió a un marino amigo y paisano, residente en Pernambuco (Brasil) pidiéndole una imagen pequeña de la Virgen.

Tras recibir la carta, Andrea Juan envió dos imágenes de arcilla, para que pudiese elegir a gusto. Las imágenes eran de barro cocido y medían 38 centímetros: una era de la Pura y Limpia Concepción y la otra de la Madre de Dios con el Niño Jesús en sus brazos. 

Para asegurar que ambas llegasen en buen estado, ya que eran frágiles, las colocó por separado en sendos cajones de madera. bien acondicionadas, cada una en un cajón, para que no sufriesen rotura en el viaje.

Juan Andrea llegó al puerto de Buenos Aires en marzo de 1630 y con la ayuda del capitán Bernabé González Filiano pudo desembarcar las sagradas imágenes. Con ellos, se encontraba el esclavo Manuel Costa de los Ríos, un hombre africano que había sido traído como mano de obra.

Los tres emprendieron el viaje y, luego de tres días, decidieron descansar en la hacienda de Don Diego Rosendo de Trigueros, en las proximidades del río Luján, en donde actualmente se encuentra la localidad de Zelaya.

A la mañana siguiente trataron de proseguir su viaje, pero algo pasó. El Padre Jorge María Salvaire, así relató lo sucedido: “El conductor de la carreta de las Sagradas Imágenes unció sus bueyes al yugo, y cuando atados ya al carretón intentaba seguir en su correspondiente lugar, he aquí que sucedió, que por más que hicieron conatos las robustas y pacientes bestias para arrancarlo del sitio, el vehículo se negaba completamente a rodar; cual si estuviera detenido por un estorbo insuperable o enclavado en la tierra por una fuerza invisible”.

Hoy sabemos que el primer relato sobre el milagro pertenece al Fray Pedro Nolasco de Santa María y fue escrito en 1737. “Certifico haber oído al difunto mi padre, a mi bisabuela y a otras personas del pago” [...] “un portugués, vecino de Córdoba, que fundó la hacienda de Sumampa, pidió a un paisano suyo le trajese del Brasil una pequeña imagen de la Concepción, para colocar en una Capilla, que estaba fabricando en dicha su hacienda; y que con este encargue le remitieron a un mismo tiempo dos; las cuales encajonadas cargó en su carretón”, reza.

Aquella mañana de 1630, fue el “Negro” Manuel quien, al ver que la carreta no arrancaba, propuso reacomodar los cajones: bajó una de las imágenes y, sin que mediara orden ninguna, los bueyes comenzaron a marchar.

La imagen quedó a cargo de Manuel y la hacienda de Rosendo se convirtió, rápidamente, en el primer centro de culto de la Virgen. Manuel fue el encargado de construir una pequeña capilla de adobe y paja, la Capilla del Milagro, y fue allí donde la Virgen permaneció 40 años, a su cuidado.

El traslado

Luego de unos años el Gobernador Martínez de Salazar decide cerrar esa zona del “Camino Real”, por lo que “por los años de 1670, la estancia de Rosendo se hallaba en un lastimoso abandono por el descuido de sus dueños, y así vino a quedar de consiguiente la Capilla de la Virgen María en despoblado”.

Ana de Matos, mientras, construía en su hacienda un oratorio para trasladar la imagen, pero esto no tuvo los resultados esperados: en las dos oportunidades que fue llevada a la vivienda, la Virgen desaparecía y regresaba a la Capilla del Milagro, junto a Manuel.

Marzano, añadió: “en 1680, ahí se traslada aproximadamente, a Luján, porque aparentemente en este lugar había menos posibilidades de cuidar la imagen y se habían dado unos hechos fuera de lo normal. Ahí hay una devoción a María que vale para toda la zona, después se expandiría para toda la República Argentina, que es la Virgen de Luján”.

De hecho, la última vez que se buscó trasladarla, Manuel Costa de los Ríos, iba con ella.  Al respecto relata el Padre Presas: “La Santísima Virgen quiso valerse de este cándido negro llamado Manuel, para propagar los cultos de la Imagen de Nuestra Señora de Luján. Todo su cuidado era el aseo de su altar, el encenderle velas y ungir con el sebo de su lámpara a los enfermos que venían a buscar en la Virgen su remedio y no pocas veces con efectos maravillosos”.

La Congregación para las Causas de los Santos, en la causa de beatificación iniciada en la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, reconoció a Manuel Costas de los Ríos como Siervo de Dios. Su cuerpo logró sepultura detrás del Altar Mayor del nuevo santuario que Ana de Matos edificó, a los pies de Nuestra Señora de Luján.

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