Martes 08 de Octubre de 2024

Homicidio en el country: empleada doméstica afirma que el asesino es un vecino

Rosalía Soledad Paniagua, detenida desde el sábado, amplió su declaración. Se ubicó en la escena del crimen, pero explicó que el asesino la golpeó y le dio los objetos robados. Apuntó a un hombre llamado Félix.


  • Miércoles 27 de Marzo de 2024
Empleada Wolfenson

Desde el sábado que Rosalía Soledad Paniagua, empleada doméstica, se encuentra detenida. Está acusada por el homicidio de Roberto Eduardo Wolfenson Band, ingeniero que fue asesinado en su vivienda del country la Delfina en febrero.

Recientemente, Paniagua rompió el silencio y declaró: afirmó que, si bien estuvo en la escena, no fue ella la responsable del crimen, sino que Wolfenson Band fue asesinado por un hombre llamado Félix que, creía, sería vecino del barrio privado.

Por otro lado, la mujer indicó que fue víctima del asesino, quien la habría golpeado y otorgado objetos robados para que no hablara. Dijo no haber hablado anteriormente “por miedo”.

La ampliación de la declaración fue ante el fiscal Germán Camafreitas, quien lleva la causa, y tuvo una duración de seis horas. “Se puso en el lugar del crimen y confirmó que el homicidio fue el 22 de febrero pasado”, explicaron fuentes con acceso al expediente según recopiló La Nación.

Paniagua, de 34 años e imputada del delito de robo calificado por el uso de arma impropia en concurso real con homicidio criminis causae, explicó en su declaración que ese jueves 22 de febrero fue golpeada por el asesino y que perdió el conocimiento.

La empleada agregó que cuando despertó estaba maniatada y con una cinta en la boca en la planta baja, entre el lavadero y la cocina.

“Paniagua sostuvo que, por el golpe, sangró. Pero los peritos que trabajaron en la escena del crimen confirmaron que no se levantaron rastros de manchas hemáticas donde la sospechosa dijo haber estado maniatada”, indicaron las fuentes al mencionado medio.

La empleada doméstica también afirmó que, cuando recuperó el conocimiento, el homicida le lavó la cara y le espetó: “Paraguaya de mierda. ¿Cuánto querés? Llevate el teléfono celular, el candelabro [por la menorá, uno de los principales símbolos del judaismo], el parlante y los auriculares”.

Además, la mujer declaró que no habló antes por miedo y que en la estación de trenes de Derqui, donde quedó filmada por una cámara de seguridad, rompió el chip y después desechó el teléfono celular de Wolfenson Band.

“Cuando Paniagua sostuvo que había arrojado el móvil de la víctima en el andén de la estación de Derqui, se volvieron a revisar una y otra vez las imágenes de las cámaras de seguridad y no se observa la situación que ella describió. No se la ve arrojar el teléfono”, sostuvo un investigador.

La declaración

Paniagua afirmó que cuando el jueves 22 de febrero pasado llegó a la vivienda de Wolfenson Band se encontró con un hombre de 1,80 que vestía una chomba negra y le dijo que iba a tener que hacer todo lo que le pidiera. Ella, dijo, pensó que era el hijo del ingeniero y que tendría unos 40 años. “No vi la marca [de la ropa], no vi tatuajes, anillos ni reloj”, agregó.

“Estaba limpiando el baño donde dormían Roberto y su mujer [Graciela Orlandi]. Cuando salí a buscar un trapo para limpiar la ventana me asomé, en la puerta vi que se dieron un beso, ahí en la puerta para salir. Ellos no me vieron, yo los vi besándose. Después me fui para atrás, seguí en el baño, me quedé en shock”, sostuvo y aseguró que hablaban bajito, no podía escuchar lo que decían.

La imputada contó que la “mató la curiosidad” e intentó grabar un nuevo beso entre el ingeniero y la visita para mostrarle la filmación a la “señora Graciela”.

“Me metí en el escritorio del señor, para grabar con mi celular [por] si se besaban. Intenté dos veces, se me cayó dos veces y dije ‘me dejo de joder’”, dijo Paniagua en su indagatoria.

Asimismo, afirmó que en un momento el “muchacho” bajó y el “señor” se quedó en el escritorio solo. “Estuvo un tiempito [sic] hablando por teléfono, en otro idioma, portugués, creo. Tosía y me dijo ‘Soledad, esto no le cuentes a nadie, lo que vos ves hoy’”.

Después, siempre según lo que habría declarado la imputada, el “muchacho” subió a la planta alta y escuchó que le espetó al ingeniero “me dijiste que te ibas a dejar con la señora”. Y, Wolfenson Band, según Paniagua, respondió: “Ya te dije que no”.

“El muchacho, desde que llegué, usaba guantes blancos de látex, los típicos de peluquería”, recordó la sospechosa en un momento de su declaración.

Después, según agregaron fuentes que tuvieron acceso a la indagatoria de Paniagua, Wolfenson Band le pagó el día de trabajo. Eran las 12.30 del 22 de febrero pasado. Ella siguió con el trabajo de limpieza hasta las 13.15 cuando se fue a cambiar.

“Me cambié y salí, entre la cocina y el lavadero. En el pasillito, entrando a la cocina escuché que me dicen ‘eh, che´, me di vuelta y me dieron un golpe en la cara, en la nariz. Me caí. Salía sangre, no tanto, pero quedó en el piso. Me desmayé quedé inconsciente, quedé ahí tirada, en el medio del lavadero y cocina. Manché el piso con sangre, me quedé un segundo ahí dormida. Cuando me desperté tenía cinta gruesa transparente en la boca y atada las manos y también los tobillos. Ahí tenía puesto el vestidito rosa. Estaba acostada en el piso atada. Cuando me desperté escuché al señor Roberto decir ‘Basta Félix, basta Félix’, como tres o cuatro veces”, aseguró la sospechosa, según consignó La Nación.

Paniagua dijo que además de “basta Félix, basta Félix” escuchó golpes. Después, siempre según el relato de la sospechosa detenida, el “muchacho” bajó y la agarró de la nuca.

“Sentate puta de mierda, paraguaya de mierda”, le dijo el tal Félix y le limpió la nariz, afirmó la sospechosa. Después agregó: “Me dijo ‘vos no me conoces a mí, yo a vos sí. No le cuentes a nadie. Yo sé que tenés familia, tenés [un] bebé por eso no te voy a matar, los chicos no tienen la culpa. Te tocó estar en el lugar equivocado’. Estaba furioso el chico. En palabras me preguntaba ‘cuánta plata querés para quedarte callada’ Como no le acepté la plata, aunque la necesitaba, la mochila estaba ahí tirada. Él trajo un montón de cosas, me puso en la mochila: el celular del señor. Me dijo ‘paraguaya de mierda, llevate esto´: el celular Motorola color celeste oscuro, el parlante rojo que estaba en mi casa en el allanamiento, una cosita así plateada con una velera [sic], una bolsita de chucherías, una pulsera con caracoles, supongo de la señora y unos auriculares. Me dijo ‘ahora te vas a ir, sin plata, pero esto es una fortuna’. Me dijo ‘descartate del teléfono, yo sé dónde vivís, tenés chicos, se mueren. No hables a la policía. No hables con nadie’”.

La “cosita plateada con una velera” era una menorá, uno de los principales símbolos del judaismo, y fue vendida en una chatarrería de San Martín, lugar que fue ubicado por los detectives de la Subdelegación Departamental de Investigaciones (SubDDi) de Pilar de la policía bonaerense.

“Los compradores del candelabro sagrado reconocieron que se lo habían comprado a una mujer, pero aclararon que lo habían revendido a una fundidora”, afirmaron las fuentes consultadas por La Nación.

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