Viernes 29 de Marzo de 2024

Mirta Varrella: “Si naciera y tuviera otra vida volvería a ser docente”

El Instituto Verbo Divino acaba de celebrar sus 75 años de vida en la comunidad pilarense. En esta entrevista nos permitimos descubrir a quien fuera la pionera, el alma mater de toda la primaria.


  • Domingo 26 de Septiembre de 2021
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El Instituto Verbo Divino acaba de celebrar sus 75 años de vida en la comunidad pilarense. En esta entrevista nos permitimos descubrir a quien fuera la pionera, el alma mater de toda la primaria.

Al ingresar a su casa de la Avenida Tomás Márquez, una mesa de comedor redonda, bañada por los rayos del sol que ingresan por el ventanal, y colmada de fotografías y apuntes nos esperaba. Mirta Varrella, docente desde los 17 años, había vuelto a traer al presente todos sus recuerdos de los años vividos en el Instituto Verbo Divino. Mucho de ese material lo iba a utilizar para sus palabras alusivas el día de la celebración del aniversario; pero el destino y el clima desfavorable le jugaron una mala pasada: una fractura complicada en su pierna, operaciones, clavos y su recuperación hicieron que en un día no soleado, y con restos de la lluvia caída, decidiera cuidarse y no asistir. Se nota en su semblante que le duele no haber estado, aunque señala que por algo Dios así lo dispuso.

De fondo una biblioteca colmada de libros y adornos nos custodia. Algunos de ellos son regalos de sus alumnos, otros textos llegaron a sus manos como obsequio de los religiosos y la mayoría fueron adquiridos con mucho sacrificio. La docencia llegó a su vida a los pocos meses de perder a su padre, a quien ella considera uno de sus grandes maestros, tenía 17 años y un gran desafío por afrontar.

¿Cómo y cuándo llegaste al Instituto Verbo Divino de Pilar?

Yo entré en el año 1967 para tomar unas horas de Lengua que dejaba el padre Clemente Ruppel, quien era un excelente sacerdote que hacía mucha misión con los barrios aledaños y trabajaba con la pobreza. Con los años él me dejó todas sus horas y, como era un gran literato, también me entregó muchos de sus libros.

A mi me había llevado Delma Domenech. Ella tenía sus horas en el grado (sexto) y yo con mis horas en la materia (que iba dos o tres veces por semana). Sucede que a Delma la ascienden a vicedirectora en Villa Rosa y en un momento dado la inspectora la obligó a que rotara, algunos días a la mañana y otros a la tarde. Y en una jornada en la que coincidimos en el colegio me contó que lamentablemente iba a tener que dejar debido a esta situación. Entonces le propuse intercambiar las horas. Yo estaba recién recibida y me encantaba ir al grado y si a ella el padre la autorizaba no perdía el trabajo. Hablamos con el rector, que era Atilio Bagner, y así fue. De hecho el padre me felicitó por el gesto y yo le dije que si ella me había ayudado a mi haciéndome entrar al colegio en un momento que lo necesitaba -porque recién había fallecido mi papá- como no la iba a ayudar yo.

Al año siguiente el padre Atilio me convoca nuevamente para estar a cargo de sexto, pero me dice que tenía otro trabajito debido a que él era trasladado a Mendoza, y me ofreció llevar los papeles, firmar lo necesario y realizar las planillas ¿Se anima?, me dijo. Claro que sí fue mi respuesta. Y así comencé como directora a cargo de grado.

Durante esos primeros años sólo existía sexto grado, ¿cómo llegaron los otros cursos?

Para ese momento yo ya participaba de las reuniones con las inspectoras, y me encantaba todo lo que aprendía. Entonces, ya con otro sexto grado conformado, les propuse crear un quinto, porque las hermanas (Madre del Divino Pastor) tenían hasta cuarto grado y los chicos tienen que ir a hacer el quinto grado a otra escuela para después continuar acá. Hicimos todos los trámites, me aprobaron el quinto y salimos con Silvia Temporeti de Regner (quien después fue la vicedirectora del Verbo) a buscar chicos durante las vacaciones, los invitamos y se iban anotando. Teníamos que reunir 16 alumnos para abrir el grado y  llegamos a los 20.

En primera persona
¿Cuándo supiste que lo tuyo era la docencia?
Desde chiquita, desde muy chiquita. Yo tenía muchas muñecas con las que jugaba y un jueguito de jardín, y con una maderita  mi papá me armó un pizarrón. Y yo enseñaba, enseñaba cosas, decía. Realmente no sé qué le decía a las muñecas pero estaba todo el día con eso y escribiendo. Desde los 4 o 5 años supe que iba a ser maestra. Y si naciera y tuviera otra vida volvería a ser docente.
¿Quiénes fueron tus grandes maestros de las aulas y de la vida?
Sin lugar a dudas, mis maestros de la vida fueron mi papá, mi mamá y mi tía Ñata, aunque no sabría a quién darle la bandera. Y de las aulas recuerdo a una maestra que fue quien me descubrió mi valor literario, era en quinto grado, y su nombre era Marta Casale. Todos le teníamos mucho respeto y miedo, pero en realidad era una mujer de vanguardia, y la queríamos muchísimo. Recuerdo que una noche vino a mi casa, tocó el timbre y venía revoleando un cuaderno. Mi mamá le abrió la puerta y ella dijo: vengo a mostrarle lo que hizo Mirta -yo por poco me fuí abajo de la mesa del comedor del miedo-. ¡Excelente redacción! Esta chica tiene que escribir. Y le hice caso.
Para finalizar me gustaría destacar que a todas mis maestras de primaria yo las admiraba mucho, porque sabía que algún día iba a ser como ellas.

Hicimos quinto, llegó otra maestra y nos propusimos hacer cuarto. Ya ahí no teníamos que ir por las casas, ya el colegio había adquirido un renombre y los varones tenían la posibilidad de seguir la secundaria ahí. En ese momento llegó el maestro Jhonson. Después tuvimos que hacer dos secciones de quinto, dos de cuarto, abrir tercero, segundo y primero.

La primaria del Verbo es una escuela que nació al revés; pero yo siempre agradezco a todos los sacerdotes del Verbo Divino que pasaron por la escuela (rectores, ecónomo) la confianza que me tuvieron porque yo entré con 17 años, casi 18, y ellos me permitieron hacer todo eso.

¿Cómo era la relación con los religiosos en la tarea diaria?

Silvia Temporeti de Regner y Mirta Varrella. Mucho más que un equipo directivo.

La relación era muy buena, nos tenían un gran respeto a todas nosotras. Y mientras en los recreos el prefecto de secundaria, que era el padre Arnoldo, se iba al recreo con todos los chicos y hacía fútbol, a nosotras nos permitían ir a un comedor y el padre Clemente nos preparaba té, café y nos convidaba con galletitas. Fue una camaradería hermosísima.

Y también fueron ellos, los sacerdotes, quienes nos ayudaron en la formación de la catequesis, que primero estaba a cargo de ellos, pero a medida que tuvieron confianza en nosotros y nos daban clases de catequesis después de la salida de la escuela; nos dejaron esa tarea. Recuerdo que estaba el padre Jerónimo Gallinger, que junto a la hermana Josefa, hicieron un seminario tanto para las maestras del Colegio de Hermanas como para nosotros.

¿Les daban libertad a la hora de trabajar?, ¿cómo era el contrato pedagógico?

A mí me costó dejar la docencia; la extrañé muchísimo con todo lo que la docencia implica.

Contrato pedagógico nunca hicimos, creo que fue un contrato tácito porque quienes estábamos en esa escuela teníamos un perfil, e inclusive en la selección de los docentes, que coincidía la escuela, que siempre fue católica. Todos teníamos pautas iguales y claras.

¿Cuándo decidiste dejar las aulas y tomar la dirección?

Yo siempre fuí directora a cargo, hasta que llegué a las 10 secciones. Fue cuando creamos el segundo turno en el Verbo, que llegó la vice, yo también tuve que rotar. Entonces dejé mis horas titulares en Villa Morra, y me quedé con el colegio.

Teniendo en cuenta que llegaste al Verbo cuando sólo había un sexto, ¿cómo dejaste la escuela en el 2007 cuando te jubilaste?

Cuando me jubilé dejé la escuela con tres secciones de cada grado y el jardín de infantes -que fue fundado en 1994-  con dos secciones (sala roja y sala azul). Para el jardín fue fundamental la ayuda del padre Luis Willesco, él nos llevó a nosotras a comprar los muebles, nos respetaron el gusto, reformamos los baños. Desde la dirección, junto con Silvia, lo tuvimos a cargo durante 12 años. Lo hicimos ad honorem, anexado a nuestra primaria. Por aquel entonces ya no teníamos que buscar chicos con la vice; pero estábamos de acuerdo en que nosotros tomábamos primero a toda la comunidad de Pilar, sea el hijo del que más tenía como del que no estaba pasando un buen momento, luego venían los de la periferia, Derqui, Villa Rosa y otras localidades. Nunca hicimos diferencia social con nadie, e inclusive el padre nos decía que no nos olvidásemos de los niños becados, y no lo hacíamos.

¿Tuviste que afrontar algún gran problema o desafío?

No, problema no. No nos tocó ningún problema que no se pudiera solucionar. Y si la respuesta no la teníamos nosotras recurríamos a los sacerdotes, y consultábamos con ellos nuestras inquietudes, porque la escuela era de ellos. Nosotras estábamos cumpliendo una misión y comprendíamos el valor que tenía.

Sabías que…
● en el Instituto Verbo Divino había una gran biblioteca con libros y colecciones importantísimas
● el colegio tenía un Museo con taxidermia (animales embalsamados)
● en el IVD había una colección de mariposas de distintos lugares del mundo
● que el Padre Clemente con los seminaristas hacían obras de teatro
● el colegio poseía un laboratorio con muchos materiales importantes

¿Te tocó el ingreso de las niñas a la primaria?

Si, eso también fue algo que propusimos y se aceptó. Y recuerdo que decíamos: los varones se peleaban y al llevarlos a dirección se pedían disculpas, con las nenas era otra cosa y hasta llegaban a venir las madres porque se habían sacado las muñecas o las figuritas. La primera promoción de nenas fue en 1993, y recuerdo como si fuera ahora ese primer desfile para un 12 de octubre.

Con tantos años dentro de la institución acompañando la formación de tantos pilarenses, ¿recordás a alguno en particular? ya sea porque se portaba muy bien o muy mal.

No, nunca tuve diferencias con ningún alumno, al menos en mi corazón no. Quizá alguna vez alguno me ha sacado más de las casillas que otros, puede ser, pero no hice diferencias. Igualmente supongo que entre tanta cantidad de alumnos alguno quizá no me ha querido, sobre todo en secundaria por los trabajos que les daba. En primaria era distinto, todavía conservo cajas y cajas de cartitas, tarjetitas y regalos que me hacían los chicos.

Durante muchos años la campana del Verbo era famosa, ¿es tan así?

Era un ícono. El niño que se portaba mal veía el recreo desde la campana; eso fue algo de lo que heredamos. La verdad es que casi nunca llegaban a estar todo el recreo allí; yo pasaba y le decía vaya al baño y si quiere puede comprarse algo y vuelve. Estar en la campana significaba haberse portado mal.

¿Cuáles crees que son los grandes retos de la educación?

La educación actual está destrozada. Es muy triste ver como bajó tanto el nivel de los chicos como de los profesionales, de sus maestros.

La educación actual está destrozada. Es muy triste ver como bajó tanto el nivel de los chicos como de los profesionales, de sus maestros. Quizá el tener que trabajar tanto los alejó de su perfeccionamiento o quizá sea por otros motivos. Los maestros de antes teníamos la preocupación y la certeza de que no debíamos estancarnos y que debíamos siempre perfeccionarnos. Recuerdo que siempre cobrábamos poco, pero yo me separaba un dinero para comprarme algún libro. En los últimos años en la dirección me ha pasado que al incorporar docentes te planteaban que no querían los grandes y al preguntarles los motivos te decían que eran muy difíciles. La verdad es que cambian las situaciones de las personas, cambia la situación del hogar. Antes vos tenías un niñito que se portaba mal, vos le hablabas, citabas a los papás y ellos se preocupaban, ocupaban y ayudaban; y si no tenían recurso intelectual le ponían a alguien que podía ayudarlo. Y por otro lado los chicos están acostumbrados a ver más desorden en todos los espacios, y eso no ayuda. Es muy importante que las docentes puedan planificar sus clases, que cada una de ellas tenga sus momentos: introducción, desarrollo y un cierre. Nosotras controlamos mucho todo eso siempre. Es verdad, porque a todos nos puede haber pasado, que un día propones hacer repaso o que no estás tan estructurado, pero en el aula eso no se debe notar y la planificación debe ser la guía.

¿Qué pasa cuando el alumno no sabe o no comprende?

Uno no puede dar lo que no tiene, aunque debe buscar los caminos para que su alumno aprenda. Y si lo no comprendido no es de tu materia tenés que hablar con el docente y explicarle lo que se dio en el aula. 

¿Te costó dejar las aulas?

A mí me costó dejar la docencia; la extrañé muchísimo con todo lo que la docencia implica. Se extraña el aula, los compañeros, los perfeccionamientos, los encuentros, el contacto con los jóvenes porque ellos te nutren, y a los chicos que son divinos y te recrean.

¿Qué significó el Verbo en tu vida, más allá de lo profesional?

Mi otra casa. Yo en el Verbo encontré mucha confianza, mucho cariño y mucho respeto. Además todos fueron muy cálidos conmigo.

Frase que para Mirta define la tarea docente
“Nuestra misión de maestros se parece al maderamen que se utiliza para la construcción de un puente de hormigón. Indispensable hasta que el hormigón haya fraguado, se convierte luego en algo inutil que debe desaparecer”, El maestro, olvidado indispensable, de Benicio Villarreal.

Si tuvieras delante las 75 velitas de la torta del Instituto Verbo Divino, ¿qué tres deseos pedirías?

Al Verbo primero le diría gracias, gracias, gracias y apagaría muy feliz esas 75 velitas porque yo fui docente y también fui alumna; ahí me recibí con muchos conocimientos del Profesorado de Lengua (que funcionó en el Verbo junto al de Historia durante algunos años). Y estoy muy feliz con todo lo que me brindó la vida ahí adentro.

Yo al Verbo le pido que siga pero que no pierda su impronta, educando para Dios y la Patria como señalaba su lema; el segundo deseo es que todos aquellos que están en el Verbo valoren esa institución y entreguen de si lo mejor para que ese deseo se cumpla; y el tercero... me gustaría, que difícil el tercero porque me gustan varios, que sus ex alumnos no lo abandonen, que vayan, que rescaten algo si está perdido en el colegio y que puedan revertirlo.

Clarisa Bartolacci

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