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La provincia del Chubut recuerda todos los años con diferentes actos el desembarco del primer contingente de galeses en lo es hoy la ciudad de Puerto Madryn. Este hecho ocurrió un 28 de julio de 1865. Quienes conocen la crudeza del clima patagónico podrán imaginarse lo escasamente habitables que deben de haber resultado esas tierras para los recién llegados. Sin embargo, tenían al parecer diversos motivos para alejarse de Gran Bretaña, pues el predominio inglés en las Islas Británicas se hacía sentir con rigor, imponiendo a los otros pueblos: irlandeses, galeses y escoceses, condiciones inaceptables, como el hecho de prohibir el empleo de la lengua nativa e infinidad de prácticas discriminatorias.
Resulta así, que en este caso como en muchos otros, los que vinieron llegaron con el propósito de encontrar un lugar en el mundo.
Suele decirse que los argentinos descendemos de los barcos para aludir a nuestro pasado inmigratorio y en el caso de los galeses, ello es literalmente cierto y podemos agregar que en aquella oportunidad de donde descendieron fue del “Mimosa”, barquito cuyo nombre femenino nos lleva a pensar que tenía la fragilidad y la fuerza de una mujer.
La travesía no fue sencilla. Dos largos meses les llevó recorrer el Atlántico, en su transcurso sucedieron seguramente muchas cosas, entre otras hubo nacimientos, amores, peleas, reconciliaciones.
La Patagonia ostentaba en sus costas solitarios acantilados, viento, frío, el refugio de alguna gruta y el interminable chillido de las gaviotas.
Mucho tiempo, muchas generaciones han pasado. Hoy los descendientes de aquellos arriesgados colonos se sienten, son profundamente argentinos, aunque de a ratos y en la intimidad recurran a la vieja lengua galesa. El país hoy concebido como un desafiante mapa pluricultural sabe que el ser argentinos transita por el propósito de construir una nación no sólo próspera, sino fundamentalmente pacífica y solidaria.
Elsa Robin
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