Jueves 28 de Marzo de 2024

Las lecciones que en 200 años no aprendimos


  • Domingo 23 de Febrero de 2020
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  Por Marcelo H. Echevarría Abogado (UBA)- Especialista en Derecho Penal (UB)- Autor e Investigador de Derecho Penal en Argentina y en España Decidí enfocar estas líneas desde un punto de vista social y humanista, haciendo una analogía entre el contexto que nos precedió en el año 1820 y compararlo con el actual (año 2020), toda vez que, encumbrados historiadores de fina pluma nos ilustrarán acerca del tema de fondo que dio nacimiento al Tratado del Pilar. Antes de entrar al desarrollo de esta opinión deseo realizar la siguiente mención. Nuestra Constitución Nacional sancionada en el año 1853 (33 años después de firmado el Tratado del Pilar), contiene el Preámbulo que dice “Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en el Congreso General Constituyente, por voluntad y elección de las Provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes…”. Por lo expuesto, a mi entender y salvo una antítesis que con fundamento lo refute, el Tratado del Pilar fue uno de los “pactos preexistentes” al que alude el Preámbulo de la Constitución Nacional y, por lo tanto, hoy se mantiene vivo, ínsito en nuestra Carta Magna. Ahora nos adentramos en el desarrollo de fondo de esta opinión. Año 1820. Una guerra cruel y sangrienta. Ejércitos devastados. Enemigos internos y externos. Recursos paupérrimos. Crisis total. Aun ante ese escenario, nada impidió que, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires, sellaran este Tratado teniendo como eje primordial dos objetivos de cumplimiento inmediato, siendo éstos: a) Proveer a la seguridad de cada una de las Provincias y, b) Concentrar sus fuerzas y recursos en un Gobierno Federal. Ni una guerra, ni la falta de recursos, pudieron derrotar el afán de lograr la unión y bienestar de los habitantes de nuestro suelo argentino. Hoy nos cuesta muchísimo lograr entendimientos políticos para ese bienestar que todos añoramos, sin perjuicio que estamos lejos de encontrarnos sumidos en una guerra, contando con recursos (algunos sostendrán que son escasos, pero nada comparable a las míseros existentes en el año 1820). Antes la comida y el agua potable eran escasos, la expectativa de vida muy corta, la calidad de vida pésima, mientras que en la actualidad sucede todo lo contrario. En la época, las comunicaciones eran de voz a voz o por postas, mientras que en la actualidad cualquier habitante posee acceso a comunicaciones instantáneas ya sea vía WhatsApp, Internet, celulares, entre otros, además de una diferente preparación cultural e intelectual por el simple paso de los años (aclaro que no la califico como “mejor” o “peor”, solo manifiesto que es “diferente”). Ante ello, parecería que no hemos aprendido la lección que nos dieron en el año 1820. En 1820 dieron por allanados todos “…los obstáculos que entorpecían la amistad y buena armonía entre la Provincia de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, en una guerra cruel y sangrienta…” (artículo 2) como también el Tratado del Pilar hace especial hincapié a los “…ciudadanos tan interesados en la independencia y felicidad nacional…” (artículo 3). Hoy, 200 años después, seguimos hablando de la “grieta” en la sociedad, sin lograr entender que debemos desterrar rencores, odios e intolerancias para coexistir entre todos los argentinos en amistad y armonía, respetando al que piensa diferente, no descalificándolo ni difamándolo, como tampoco censurando sus opiniones. Aprendamos hoy en el año 2020 la lección que nos dieron 200 años atrás. En el Tratado del Pilar se afirmó que: “Podrán volver a sus respectivas Provincias aquellos individuos que por diferencia de opiniones hayan pasado a la de Buenos Aires o de esta a aquella, aun cuando hayan tomado armas y peleado en contra de sus compatriotas, serán repuestos al goce de sus propiedades en el estado que se encontraren y se echará velo a todo lo pasado(artículo 5). Si, leyeron bien, aun habiendo tomado las armas contra sus compatriotas se echará velo a todo lo pasado. Esto equivale a decir que para que el federalismo se consolide, era necesario realizar un “borrón y cuenta nueva” y no quedarse sepultados en un pasado que llevó a la destrucción, a la enemistad y a la contienda entre compatriotas, sino enterrar el mismo y comenzar de cero a fin de lograr una patria grande y libre. ¿Me parece o aprendimos poco y nada de lo que ya se pensaba en el año 1820? Por último, en el Tratado del Pilar se dejará establecido que: “…atendiendo al estado de devastación en que ha quedado reducida la Provincia de Buenos Aires por el continuo paso de diferentes tropas, verificará dicha retirada por divisiones de 200 hombres, para que así sean mejor atendidas de víveres y cabalgaduras y para que los vecinos experimenten menos gravámenes. Queriendo que los señores Generales no encuentren inconvenientes ni escaseces en su tránsito, para sí o para sus tropas, el Gobernador de Buenos Aires nombrará un individuo que con este objeto les acompañe hasta la línea divisoria” (artículo 11). No me caben dudas que hoy lo denominaríamos como el debido respeto por los Derechos Humanos básicos de un individuo. Y conste que en ese entonces no existían los Organismos internacionales de Derechos Humanos oportunamente creados para preservar aquellos. La letra del Tratado del Pilar demuestra la dignidad hacia con los ex enemigos, con la propia tropa, y/o con los compatriotas que se alzaron en armas. Esa es la enseñanza que nos deja el Tratado del Pilar más allá del federalismo que hoy caracteriza a nuestro País. Esa lección ¿La hemos aprendido? Si para alguno de los lectores la respuesta es negativa, piensen que las enseñanzas están latentes y fueron suscriptas muy cerca de donde vivimos, aquí nomás, a la vuelta o a escasas cuadras de nuestras casas.

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