Jueves 21 de Noviembre de 2024

El pueblo de Pilar en la firma del Tratado del Pilar


  • Domingo 23 de Febrero de 2020
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  Por Alberto Allindo Es una pretensión muy grande realizar un panorama del pueblo del Pilar Viejo hacia 1820, año de la firma del Tratado del Pilar, respecto de su edificación, población, costumbres, pero con los documentos con que contamos, podemos trazar su ubicación sobre el terreno actual y ofrecer a los pilarenses un motivo más para desentrañar nuestro rico pasado. El “Pilar Viejo” estaba emplazado en la zona que hoy ocupa el kilómetro 57 de la Ruta Nacional 8 (aproximadamente 1 kilómetro antes de trasponer el Río Luján). No tenemos aún certeza sobre la fecha exacta de sus inicios como población, pero podemos aventurar que comenzó algunos años antes de 1729, cuando María Cabezas decide construir una Capilla para adorar una imagen de culto de Nuestra Señora del Pilar. El padre Silvio Braschi lo sintetiza eficazmente: “... en el año 1700 se habían establecido fortines en un lugar llamado Luján abajo para defenderse de las invasiones de los indios y en ese lugar se instaló el primer núcleo de población. En 1729, una vecina del lugar, María Cabezas, esposa de Francisco Gómez, quien poseía una imagen de la virgen del Pilar, se propuso darle culto público en una Capilla construida de ladrillos de adobe y techo de paja, cerca de la margen derecha del río Luján, solicitó autorización  del obispo de Buenos Aires y una vez concedido la Capilla fue dedicada a la Virgen del Pilar, siendo atendida por un sacerdote enviado del pueblo de Luján a celebrar oficios los días festivos…”. Asimismo, existe un documento que reafirma estos dichos, ya que en el año 1731 el Alférez López de Quiroga fue autorizado a pedir limosna para la construcción de la futura Capilla. Hoy sabemos que María Cabezas no sólo donó la imagen de la virgen, sino que también cedió una parcela de su propiedad (“cuadra en cuadro”, dicen los documentos) para la construcción de la Capilla Del Pilar. En el año 1737 falleció Doña María Cabezas y fue sepultada en dicha Capilla. Luego de su muerte, en 1749, otra porción de sus tierras pasó a propiedad de la Iglesia. Éste fue, entonces,  el primer centro de aglutinamiento de pobladores en todo Pilar, hasta que en fecha 3 de junio del año 1818, “el gobierno nacional” emite la norma donde aprueba y autoriza el traslado del pueblo. Fue por una norma suscripta por el Director Juan Martín de Pueyrredón en donde concede el traslado del Curato al actual emplazamiento, debido a los continuos desbordes del río. Fundado el pueblo a la vera del Río Lujan, el motivo era sin dudas, el aprovechamiento del agua cercana, pero esto hizo que no creciera ni se desarrollara ya que, haciendo una pequeña perforación, “a una vara ya había agua” como decían los comentarios de la época. Sobre las curiosas ubicaciones de las poblaciones, el Padre Castañeda alguna vez recordó una carta del Barón de Humboldt que publicara en su ensayo político sobre América, en donde argumentaba que los españoles siempre fundaban sus ciudades en los peores sitios y que no pensaban en el futuro de las mismas. El historiador Aldo Beliera nos aporta un documento excepcional de la época, que nos servirá para situar actualmente la Capilla y el poblado. Fue realizado en el año 1799, donde se observa un diseño incorporado en el juicio promovido por D. Luís Antonio de Tagle, cura Vicario del Pilar, contra los herederos de Gerardo Pérez de la Rosa, por el derecho a unas tierras contiguas al templo. En este diseño está demarcado un arroyo, cuya curvatura ha servido para ubicarnos años atrás. Según esta especie de mensura, el pueblo habría tenido una extensión aproximada de 400 varas por otras 400 varas, (unos 344 metros por cada lado). La Iglesia, el único edificio demarcado importante, habría estado a unas 200 varas del arroyo (170 metros). El pueblo y a juzgar entonces por este documento, era un caserío muy reducido, con pocos hogares y escasos vecinos. El Capitán Félix de Azara en uno de sus viajes durante el año 1784 expresa que la Capilla del Pilar “tiene alrededor unas 30 casas o ranchos”. Esta dimensión del pueblo, también es validada por los argumentos que los pilarenses llevaban a las autoridades del Cabildo para convencerlos del traslado del pueblo: “…desde la construcción de la Parroquia, solo hay una pocas casas armadas con horcones de madera y techos de paja”. Si extrapolamos estos datos sobre una imagen del barrio actual, notaremos que aún hoy existen vestigios indudables de este poblamiento, ya que el cementerio contiguo a la Capilla primitiva, está preservado y ubicable a la precisión. Ese dato nos permite ubicar específicamente a la Capilla ya que el cementerio estaba ubicado como en este caso, al costado. Asimismo, la delimitación de las calles por ejemplo, coincide su mayoría con la predisposición de las casitas del Pilar Viejo. Más aún, la donación de la “cuadra en cuadro” que hiciera María Cabezas es visible si lo miramos desde una altura apropiada. Por último y según nuestras constancias, en el año 1865 la señora Francisca Navarro de Navarro compró a la Municipalidad de Pilar la quinta “la Virgen” como se conocía en aquel momento a las tierras de 3,42 hectáreas de superficie que tenía antiguamente la Capilla y cementerio. Recordemos que hacia el año 1829 dejaron de realizarse oficios religiosos en el Pilar Viejo para pasar a la nueva Parroquia Nuestra Señora del Pilar. La célebre capilla Hoy sabemos que el documento más antiguo que poseemos de la Parroquia, es la Licencia del 23/07/1731 otorgada al Alférez José López de Quiroga para pedir limosna. Su existencia como edificio del pueblo está acreditado en el censo de 1744, por lo tanto su antigüedad se remonta más allá de ese año. La primitiva era de adobe y techo de paja y luego fue hecha de ladrillos unidos con una mezcla de cal y arena para sus paredes y tejas para cubrir su techo. Por un inventario realizado por el Teniente de Cura Juan Isidro Illescas al asumir en 1750, conocemos como era la capilla entonces. “El terreno donde se hallaba la Parroquia era un potrero cercado de palos compuesto de una cuadra en cuadro. Frente al templo había una cruz como de 8 varas de alto con sus gradas hechas de ladrillo, lo mismo que la edificación, partes unidos con barro y otros con una masa de cal y arena; mientras que su techo, de tejas y a dos aguas, estaba sostenido por siete tirantes que hacían un largo de 21 varas por 6,5 varas de ancho. Las paredes internas y externas se hallaban enlucidas con cal, la puerta principal era de cedro de 3 varas de alto y otra similar en forma traviesa. En su frente tenía un pórtico de tres arcos, estando en el principal su chapitel donde estaban colocadas dos campanas...”. En 1772, Dr. D. Vicente Arroyo hizo importantes arreglos al tomar posesión de aquella Parroquia el 22 de marzo de 1772. “Se hallaba reducida a diez tirantes, en los cuatro primeros amenazaba por instantes una fatal ruina por estar apolilladas las maderas, sin ninguna ventana, pues las dos que tenía estaban tapiadas con ladrillo y luego que se recibió de su Mayordomía, que fue en el año de 1774, por muerte del Síndico Ecónomo de ella, se aplicó con todo esmero a repararla, intentando primero por contemplar ser corta el añadirla, como de efecto la alargó diez varas, haciéndole su correspondiente torre con su cruz, todo de ladrillo cocido y maderas escogidas del Paraguay. Construyó el coro sobre el pórtico y el piso de madera, su baranda por adelante nueva y pintada al óleo, le puso siete ventanas con sus vidrieras tres por banda y una en el mojinete del coro. Se encuentra en medio de la Iglesia una araña de cristal muy hermosa, la cual nos consta haberla colocado el dicho Cura; puso puertas nuevas hechas a todo costo pintadas de verde, también lo están las ventanas, las paredes están enlucidas a la cal por dentro y por fuera, el frontis y la torre a plano. Cercó el pretil con una pared de adobe crudo, con caballete de adobe cocido y teja por tapa y por los dos costados de la misma suerte, con una pared de más de media cuadra de largo y dos varas de alto por el costado en la misma conformidad, comprendiendo dentro de sí, no solo la Iglesia y sacristía, sino también la casa del Cura con todas sus viviendas”.  El Tratado del Pilar Mucho se ha escrito del Tratado del Pilar en nuestro pueblo y sobre el lugar de su firma. Recordemos que fue el Gobernador de Entre Ríos por entonces, General Francisco Ramírez quien junto al Gobernador de Santa Fe, Estanislao López, enfrentaron el 1º de febrero de 1820 en la Cañada de Cepeda a las fuerzas porteñas dirigidas por el general José Rondeau; logrando derrotar a este último y provocando la caída del Directorio de Buenos Aires. En la Ciudad Porteña y elegido por la Junta de Representantes, asume su gobierno Manuel de Sarratea, el que inmediatamente parte el 21 de febrero para reunirse con Ramírez que se hallaba acampado en “El Pilar”, como se conocía nuestra zona. Al pie del documento suscripto dice: “Fechado en la Capilla del Pilar a 23 de febrero de 1820”. Pese a ello no hay unanimidad de criterios entre los historiadores.  Si nos atenemos a la fría letra, fue en la Capilla del Pilar, a los pies de Nuestra Señora, pero no existe un documento en los libros parroquiales, carta o alusión escrita alguna que señale ese acontecimiento. Otra suposición es que se haya firmado en el campamento, situado por entonces en las cercanías de la actual “La Montonera”, o bien en algún paraje cercano donde seguramente los gobernadores estaban instalados. Sin embargo, y allí no hay dudas, estas tierras se conocían desde hace decenas de años, como “El Pilar”. Por esa época, el templo del Pilar era el signo distintivo del poblado. Haciendo jugar a la imaginación, quizás la Virgen acogió a los hombres que buscaban esa paz que escribieron en el acta del Tratado.

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