Revivimos con el veterano corredor local su paso por los diferentes trabajos que lo hicieron reconocido en Pilar y que todos terminaron desembocando en el mundo ‘run’.
“No existen los viejos, existe la edad interior, la que sentimos”, dijo una vez el gran Efraín Wachs. Irónicamente aquellas palabras definen con exactitud a Roberto Torres, uno de los corredores más longevos de Pilar que a sus 84 años, no se detiene en la maratón de los sueños.
Fue uno de los portadores de la Antorcha Olímpica en los Juegos Panamericanos celebrados en Mar del Plata en 1992, privilegio que se le otorgó gracias a su participación en cientos de carreras a lo largo de casi siete décadas, y ni hablar de la cantidad de triunfos nacionales e internacionales que fue acumulando.
Su pasión por correr comenzó cuando tenía 20 años. Sin embargo, nunca lo tomó como su único trabajo. Pilar lo conoce en diferentes facetas como el primer profesor de educación física del Instituto Pellegrini, su paso por Atlético Pilar, su etapa como bombero voluntario y como enfermero.
Para conocer más detalladamente acerca de cada una de estas experiencias, nos dirigimos a la casa del corredor en la calle Belgrano, donde siempre estuvo ubicada. Poco antes de entrar, nos recibe una placa que parece ser la puerta de un museo, pero no. Grabada con el nombre de Roberto Carlos Torres nos adelanta adónde estamos ingresando: a la casa de un grande, del pionero del atletismo local.
¿Cómo comenzó todo?
Como ex alumno de una de las emblemáticas instituciones de Pilar, el desaparecido Pellegrini, Torres creó diversos contactos que lo fueron llevando por diferentes caminos a lo largo de su vida.
Comenzó ejerciendo como el primer profesor de educación física del instituto ya mencionado, enseñando disciplinas como básquet, pelota paleta, futbol e incluso sóftbol, entre otros.
“La vida en esa institución era para un verdadero deportista de elite. Los tenían concentrados ahí y con un régimen estricto. Estaba determinado a qué hora deberían comer, a qué hora entrenar y hasta cuando debían respirar. Ese era el motivo por el cual yo andaba tan bien en todos los deportes”, arrancó contando.
“Recuerdo que en mis momentos libres, salía a correr por el exterior del colegio y hacía unos 3 kilómetros. La calle todavía no estaba asfaltada y el piso regular era perfecto para poder entrenarme en grande”, relata un momento vivido en los años 50’.
Decirle a Torres que se quede quieto un momento era como pedirle a Messi que ingrese en el segundo tiempo en la zona de defensa. Algo imposible. Cuando no estaba dando clases, se metía en los partidos que realizaba la institución todos los domingos, lo curioso “es que venía de correr una maratón y me metía para el segundo tiempo. El entrenador me miraba y me preguntaba como hacía para venir de correr 10 kilómetros y calzarme los botines para entrar a un partido. Yo me reía”.
Tras esas épocas de gloria, el colegio se vio obligado a cerrar sus puertas. Fue en ese entonces que allegados al Club Atlético Pilar se contactaron con Torres para que sea el profesor de natación.
“Me llevaron apenas se inauguró la pileta. Empecé como bañero y luego pasé a ser instructor de natación. Fue una época muy linda, enseñé a muchísimas generaciones en los que se encontraban intendentes, figuras importantes de Pilar y muchas otras personas que fueron especiales para mí”, apunta quien se mantuvo en el Rancho de la calle Ituzaingó hasta que se construyó la ciudad deportiva en Ruta 8. Un lapso de ocho años.
Al culminar esta etapa, el director del colegio Pellegrini –con quien tenía una gran amistad-volvió a comunicarse con Torres para proponerle algo diferente. “Como en ese momento yo no tenía familia, empezar con algo nuevo me venía bien”, dijo Roberto.
Su atención pasó a la medicina. Empezó practicando en la sala de primeros auxilios ubicada a un costado de la municipalidad, poco a poco “fui adoptando todo lo que tenía este hermoso oficio con el que me conocieron. Después me fui a estudiar a la escuela de medicina donde me entregaron varios diplomas y gracias a ello, de todo lo que estudiaba, fui abanderado casi desde que entré”. “Para hacer cosas así lo tenes que sentir y no por los fines de lucro”, consideró.
Esta profesión fue posiblemente por la que miles de pilarenses lo reconocen. Sin embargo, queda otro oficio por conocer en este curriculum de Torres. En el 68’, dos muchachos allegados al atleta, lo llamaron para que despliegue sus conocimientos en el cuartel de bomberos del distrito.
“Al principio yo no quería saber nada, pero como siempre me terminé encariñando (risas). Cada vez que pasaba un accidente, mi equipo y yo trabajábamos de manera independiente a los bomberos para poder asistir a los heridos”, recuerda. Tanto fue el profesionalismo del enfermero, que lo ascendieron al cuerpo auxiliar femenino.
“Era un desafío muy grande. Yo les repetía una y otra vez, como puede ser que me elijan a mí con la cantidad de personas con experiencia que tienen. Pero todos estaban orgullosos de lo que yo hacía. Muchos me cuestionaron ¿Cómo podía ser que yo ocupara ese lugar de importancia? Pero yo les respondí: ¿Vos sabes hacer primeros auxilios? ¿Sabes desfilar? Y siempre me contestaban que no. Ahí tenían la respuesta”, manifestó. Así también, pasó por la parte administrativa de manejo del personal hasta llegar a ser segundo jefe.
Su vida como atleta
Arrancó casi a los 20 años. En ese momento, Torres debió realizar el servicio militar sin entender el porqué de su convocatoria, ya que solo lo hacían los chicos que tenían hasta 18 años.
“Fue algo muy extraño pero tampoco dije nada para contrarrestarlo. Iba hasta allá y hacía los ejercicios porque me servían para entrenarme, pero los hacía con mucha pereza aprovechando mi físico pequeño les decía a los cadetes que me cansaba y ellos me dejaban parar. Era mentira, pero no quería hacerlo. Es más, mis compañeros siempre me cargaban diciendo: si se enteraran que sos atleta Torres, se te acabaría la joda” (risas).
Así terminó desligándose. En cada hueco que encontraba en sus días, Roberto salía a correr por las calles céntricas y alrededores. Creó la primera agrupación atlética pilarense, que hace pocos meses celebró los 27 años de vida. En lo personal, llegó a correr tres carreras en un mismo día: en la cancha de Atlanta, en Bella Vista y en los Premios de Deportivo Español y adivinen qué, ganó todas ellas.
Por supuesto que los logros que Torres fue obteniendo durante todos estos años, no fueron producto de solo salir a correr. El mismo recalca como hoy en día ve a los jóvenes y adultos que quieren profesionalizarse en esta disciplina, comer de forma desordenada e incluso ingerir suplementos para aumentar la masa muscular o rendir más en competencia.
“Es una locura lo que hacen. Al mismo tiempo que yo recomiendo caminar al menos 30 minutos por día, vemos la otra cara de cómo van con las bolsitas tomando cosas que ni se saben que son. Pero tiene que saber que el tiempo les va a devolver todo eso, no sean ingenuos”, señala.
Casi todos los días, “Ñandú” como lo conocen algunos por la comparación que le hizo un diario uruguayo con el corredor Juan Carlos Zabala, sale a entrenar al corredor aeróbico que lleva su nombre. Excepto cuando llueve, ya que por supuesto “no voy a ir a enfermarme”.
Un momento difícil
A principios de este año, realizando su rutina de entrenamientos, Torres se encontró con un viejo alumno y también amigo, el ex intendente Humberto Zúccaro, a quien le consultó como algo al pasar sobre una molestia que sentía en su abdomen.
Por supuesto, como la respuesta que hubiese dicho cualquier médico al encontrarse fuera de su consultorio, fue aconsejar a Torres a realizarse chequeos. En ese momento, fue cuando recibió la noticia más impactante: “en los estudios saltó que tenía una arteria tapada, no lo podía creer”, contó con lagrimas en sus ojos. Afortunadamente “seguí lo que me receto el médico y por tres meses no hice ningún tipo de actividad, fue muy duro haber parado por tanto tiempo. Ahora ya estoy nuevamente en carrera”.
“Uno siempre trata de enseñarle a la gente como cuidarse. En especial cuando pasan este tipo de cosas. Por eso, cada vez que veo corriendo gente en Panamericana o en el corredor aeróbico, me pongo feliz. Porque todos ellos están haciendo lo que yo más amo”, admitió.
Por todos estos valores, es que Torres fue reconocido una y otra vez con placas, trofeos y menciones.
¿Qué se siente ser reconocido como profesional y como persona en Pilar?
Me emociona mucho. A los 84 años, aunque me parece que estoy mal anotado (risas), y seguir haciendo esto y demostrándole a la gente que se puede es increíble. Muchos me paran y me dicen que corren pero que se cansan muy rápido. Les repito una y otra vez lleven esto con tranquilidad. Tienen que entender que el tiempo es el que corre y quiere ganar.
Estoy orgulloso porque siempre doy lo que yo siento, demostrar a la persona que tiene que hacer tanto como corredor como enfermero. El mundo que yo vivo me dio muchas lecciones de vida y el cariño que me dieron por todo lo que yo hice, son recuerdos que quedarán dentro mío por siempre.
Para todos y todas
Al ingresar al hogar de Torres, rápidamente podemos ver una oficina dividida en dos. Por un lado, productos y elementos de enfermería y por el otro, varios trofeos de casi un metro alineados debajo de la ventana que da a la calle.
Por supuesto que esas copas son algunas de las infinitas que se adjudicó Torres, quien cuenta como anécdota que llegó un día donde “ya no sabía dónde poner las copas”. Así “me comuniqué con varias entidades y cada vez que hacían un torneo o una maratón, yo les enviaba los trofeos como obsequio. Siento que nadie puede quedarse sin su premio al esfuerzo”.
Belén Gómez
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