Mario Rubén Tarela (72) nació en Ramos Mejía el 19 de enero de 1952. Hijo único del matrimonio integrado por Rubén y Carmen, se vinculó al mundo del comercio desde niño, acompañando a sus progenitores en el negocio de venta de suvenires que manejaron durante años en la rambla de Mar del Plata.
A mediados de los ’70, Tarela se desempeñaba como gerente financiero de una fábrica de cosméticos. Uno de los dueños de la empresa de apellido Devicolo lo invita a comprar un lote en un country que se estaba erigiendo en Pilar, cerca de la ruta 28, camino a General Rodríguez: Golfer’s. Devicolo se había asociado con alumnos de un profesor de golf y dueños de la firma Techint que habían comprado un predio, dedicado hasta la venta a un sembradío de papas.
“Se habían subdividido 100 lotes y Devicolo me convence para que comprara uno -rememoró Mario en dialogo con Resumen-. Me lo ofreció como una ganga por 3 mil dólares. ‘Pagamelos como puedas’, me dijo. ‘Eso si las expensas empezas a pagarlas a partir del mes que viene’. Ahí levanté mi casa y me mudé antes de casarme con mi señora Isabel Antoniazzi, enlace que se consumó en 1984. Ya para esa época me había independizado dedicándome a la importación, con oficinas en Miami. Fue una época de mucha actividad, donde alternaba estar 15 días en Estados Unidos y otros tantos en Pilar. En pocos años logré reunir una cifra importante para invertir y me enteré que estaba en venta la esquina de San Martin e Hipólito Yrigoyen, propiedad de la familia Haiek”.
“Se lo comento a mi padre que me pregunta qué iba a hacer en el lugar. Sin dudarlo le dije ‘voy a hacer locales para luego venderlos’, estimando que en poco tiempo iba a cuadruplicar la inversión de 300 mil dólares que había destinado al emprendimiento. Pero no tuve en cuenta los vaivenes económicos del país y del mundo. Es así que en 1992 me sorprendió como a muchos el Efecto Tequila y el proyecto no solo quedó a mitad de camino, sino que me provocó una debacle en lo económico. Fue cuando se me ocurrió poner mi propio negocio en el lugar: un bar”, contó.
“Se lo comento a mi amigo Marcelo Patiño que me dice qué sabía yo del tema. Nada le dije, respondiéndome: ‘entonces yo te voy a dar una mano, porque si no te vas a fundir’. Desde ese momento, Marcelo fue mi principal consejero y colaborador incondicional del bar, sin que por ello nunca aceptar le pagara un centavo por su participación. Es así que en 1993 nacía Tarela’s Bar”, rememoró.
Para la época en que abrió Tarela’s Bar dos lugares seguían siendo tradicionales a la hora de un café o un trago frente a la plaza de Pilar: Lion’s y El Colonial.
“Desde que abrimos nuestra intención no fue competir con ellos -aseguró Tarela- por eso apuntamos a un público joven, ofreciéndoles una opción distinta que pronto ganó popularidad y fuimos uno de los primeros bares en Pilar de atención las 24 horas. Lo que no estaba en nuestros planes fue lo que paso después, ya que comenzó a venir mucha clientela del ámbito político y del polo. Por nuestras mesas pasaron a desayunar o cenar Fernando de La Rúa, Ricardo Alfonsín, Carlos Menem y personalidades de la época como los jueces Crucciani y Piotti, el escritor Pacho O’Donnell y el locutor Pancho Ibáñez. Los Pieres trajeron con ellos después a todo el ambiente del polo, tanto que patrociné a dos equipos desde 1993 a 2004 con el nombre de Tarela’s Polo Team”.
Pero también al bar llegaban y se convertían en habitués curiosos personajes. “Recuerdo que comenzó a venir una pareja de extranjeros en un auto de alta gama. El un hombre alto, rubio de pelo largo, acompañado de una rubia despampanante. Cuando ganamos en confianza me enteré de quienes eran: el hombre un medico holandés llamado William Eeijk, que había sido colaborador de Jaques Cousteau y uno de los inventores del sildenafil. La rubia era una modelo francesa, integrante de la familia Revlon. Pronto hicimos una muy buena amistad con William que me encargó le consiguiera un campo en Pilar y caballos de polo, tarea que encomendé por supuesto a mi amigo Marcelo Patiño. Una vez instalado en su campo organizamos en el lugar importantes torneos entre ellos el Torneo de los Embajadores, con equipos consulares de todo el mundo”, rememoró.
Asimismo, la gastronomía fue un aspecto importante también para Mario Tarela. “Presentamos a nuestros clientes una línea de hamburguesas exclusivas, para lo que fui a trabajar durante un mes a una famosa cadena de fast food en Estados Unidos, aprendiendo la técnica para lograr el mismo gusto que las hamburguesas que yo comía cuando viajaba. También nuestras pizzas se hicieron muy famosas como nuestras tradicionales cenas con amigos de los miércoles, que siempre terminaban en baile hasta bien entrada la madrugada”, recordó con nostalgia Tarela a Resumen.
Mario implementó también los “Tareliti”, unos tickets de descuento que se canjeaban en próximas visitas de sus clientes e implementó el primer cyber bar de la región, con 14 computadoras que instaló en el primer piso del local. También promocionó su negocio con un programa en la TV Local: “El perro andaluz” junto a Jorge Avila y otro en Radio Plaza, junto a la consagrada periodista Virginia Hangling, asidua visitante al bar.
Tarela’s cierra sus puertas en marzo de 2004. El boom del crecimiento y asentamiento de comercios en el Kilómetro 50 había comenzado a fines de los ’90 y se acentuaría más en los primeros años de los 2.000. La gente comenzó a emigrar del centro de Pilar, donde el gran problema era el estacionamiento. Cerraron muchos negocios y no pocos comerciantes se asentaron en la prospera zona del kilómetro 50 de Panamericana.
“Se terminaba la última época linda de Pilar –sentenció Tarela- que por suerte se volvió a revitalizar en los últimos años. Confieso que más allá de las satisfacciones que me dio en lo personal, nunca hice una diferencia monetaria con el negocio, por el contrario, después que cerré tuve dos años difíciles, en los cuales me recibí de despachante de aduana y de coach organizacional y de vida, que realmente al primero que cambió y para bien fue a mí”.
Hoy, Mario Tarela vive de su profesión de contador y asesora a sus dos hijos Federico (36) y Nicolás (34), ambos universitarios y socios en una exitosa empresa de catering.
Oscar Mascareño
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