Jueves 18 de Abril de 2024

Desde la Confitería Mendoza hasta el cierre de Cuernavaca…


  • Viernes 25 de Enero de 2019
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Conversando con quien fuera hasta hace pocas horas el último propietario de Cuernavaca, el conocido vecino Daniel Blesa, a raíz de nuestra reseña de ayer sobre el definitivo cierre del legendario boliche, recordábamos juntos, yo con algunos años más que el sobre mis espaldas, pero con algo más de “cabellera”, la historia de “Cuerna”, las anécdotas vividas allí en nuestros años mozos como también la de numerosos amigos que trasnochábamos en la pista más de un sábado a la noche. La nostalgia y la memoria me llevó a recordar las épocas de Tato y Pedro (Elías y Lacoste), propietarios del lugar luego de su creador Fredy y Rodolfo Mego,  como por ejemplo la noche que tato bailaba en la pista con un vaso de whisky sobre su cabeza y, un recordado vecino que era más bueno “que Lazzy”, como se dice habitualmente, Jorge “Saino” Chechi no tuvo mejor idea que pegarle un pequeño empujón lo cual enfureció a Tato y se armó una batahola gigante donde todos pegaban y no se sabía a quién, hasta que el “Zaino” terminó encerrado en el baño para que finalizara el tema. Inmediatamente, me vino a la memoria la historia de los boliches en Pilar, allá por la década del 60 en adelante, años en los cuales la única diversión eran los famosos y divertidos bailes de Atlético y Sportivo o los “asaltos” en las casas de los amigos y amigas, siempre supervisados por personas mayores, llámense padres y madres o alguna tía más joven que se sumaba “al bailongo”. Si la memoria no me falla, el primer intento de lugar bailable fue en la calle Hipólito Yrigoyen frente a la plaza, donde luego estuvo AVA Automotores, más tarde el recordado Oggi del amigo Caballieri y actualmente una casa de créditos. Se llamaba Confitería Mendoza y los más mayores, concurrían al lugar los fines de semana. Años después, ya promediando la década del 60, allá por 1966 se abría Cuernavaca de la mano de Fredy y Rodolfo y, casi paralelamente abría su puertas, para los más jovencitos, Majestíc, reducto que podríamos decir que “inauguramos” allá por 1968 donde especialmente recordamos, nos conocimos y pusimos de novio con quien después de cincuenta años, somos los integrantes de una frondosa familia. Majestic estaba a la entrada de la terminal de ómnibus y para ingresar había que subir una escueta escalera de no más de cinco escalones que nos conducía a “la gran noche pilarense”. Años más tarde ese boliche se llamó Toc Toc con Juan Ponce de León a la cabeza  y luego al comprarlo los hermanos González, pasó a llamarse “Gonzalo”, que era atendido cordialmente por Raúl y Abel, por ese entonces dos jóvenes recién llegados de las sierras cordobesas. En esa misma época, aproximadamente, un recién llegado a Pilar que se integró a la familia Torres tras su noviazgo con la mayor de los hermanos, “Chiquita”,  el recordado Dato, en lo que era el primer piso del Club Atlético Pilar fundó el boliche llamado “Can Can”, donde también más de un sesentón pilarense amaneció en su pista bailando algún bolero del Trío Los Panchos o una cumbia de Los Wawancó, así como más adelante la apertura de Mediterráneo, boliche que funcionaba en la calle San Martín donde ahora está la sede administrativa del Concejo Deliberante, regentado por Alfredo Linares y posteriormente Casa Pueblo, actual Centro Federal, donde según cometan demostraba sus dotes de bailarín el ahora dirigente político Sergio Massa. Pero mientras tanto Cuernavaca siempre estuvo allí, en la calle Bolívar, siendo objeto de numerosos halagos por lo bien que se tomaba, que se bailaba y porque no, “se conquistaba”. Pero también fue objeto de quienes no conocían el lugar y, por envidia o por simplemente por ser “afectos al chusmerío”, comentaban cosas que en los muchos años que hemos amanecido en el reducto, jamás comprobamos. Había un vecino que cuando llegaba de noche a su casa y no podía entrar al garaje con su auto porque algún desaprensivo le obstruía el lugar, no tenía feliz idea que llamar a la comisaría y decir que en el boliche se vendía “cosas raras” o que había ruidos molestos. Más tarde llegaron los “más contemporáneos”, como Camuflage, Godos, sobre la calle Pedro Lagrave donde en una descomunal trifulca salió más que perjudicado el amigo Edgar Toppazzini; Sirrosis (de Tato Lagomarsino, Héctor Severini, Triqui Parra, Claudio Serantes y Gustavo Sainetti), llegando a nuestros días donde parte de la juventud se divierte a veces, no muy sanamente, en los boliches del corredor nocturno de la Ruta 8 o, simplemente organizando “fiestas” en quintas o lugares privados, muchas sin autorización. En fin, Pilar ha cambiado y los que tenemos todos estos recuerdos ya no nos da la osamenta para “reventar las pistas” ni de Cuernavaca, ni Camuflage ni Majestic, apenas nos dan alguna vez al año para acercarnos un vez al año a las cenas con música que organizan la SCIPA o la Sociedad Italiana con tanto éxito, pero con una presencia de no más de media hora en “honor a la buena salud” Lo recuerdan…

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