Sábado 23 de Noviembre de 2024

De la Bariloche a Cuernavaca!


  • Jueves 24 de Enero de 2019
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Por Auguzama Luego de que Daniel Blesa, propietario de Cuernavaca desde hace treinta años, visitara Resumen e indicara que el inminente cierre del boliche pilarense “es una decisión que ya venía masticando desde hace tiempo”, agregando además que “Cuernavaca cumplió un ciclo”, a manera de homenaje a este triste pero emotivo final de una etapa de nuestro querido Pilar, ofrecemos nuevamente esta “Historia que hacen historia…” por auguzama, que publicáramos en nuestras páginas, recordando la apertura de Cuernavaca allá por el año 1966, exactamente en el mes de febrero. Y dice así.. Promediaba la década del 60 y los recién llegados a la secundaria del Almafuerte, tanto las niñas como los “proyecto de hombre”, además de juntarnos los domingos en la plaza tras la misa de once, comenzamos a “refugiarnos” antes y después de entrar al colegio en la Confitería Bariloche, que se encontraba ubicada en el primer piso de la galería Gran Pilar, por ese entonces una de las primeras del pueblo, justo en la esquina de San Martín y Bolívar. Junto al recordado cine homónimo. Allí comenzábamos las tertulias de la adolescencia y se iban armando los primeros “filitos”, con una gaseosa (Coca Cola) de por medio, servida por el popular Alfredo “Avellay”, quien en más de una oportunidad nos hacía de cómplice cuando se armaba un noviazgo, algunos de ellos que perduraron. Un día muy especial y ya nosotros de vacaciones de verano, un grupo de amigos de la barra de Pilar, pero de los más grandes, los que hoy peinan –o no– más canas que nosotros y otros que ya no están en este bendito mundo, encabezados por un pilarense de los NyC y otro por adopción, que pusieron algo de dinero y mucho de coraje, Alfredo “Fredy” Llosa y Rodolfo Mego, decidieron nuclearlos a todos en un reducto que los fascinaba. En un terreno de la calle Bolívar, del otro lado de la plaza de donde estaba la Bariloche, montaron un precioso quincho, muy coqueto por cierto y adornado con el gusto característico de los primeros dueños. Se levantó así “Cuernavaca”, Huuy, como le decían todos. Allí comenzaron los primeros encuentros allá por febrero del ’66, hasta que en marzo se inauguró oficialmente. Anécdotas sobre este lugar que llegó a ser famoso no solo en nuestra zona, sino que recibía a jóvenes de las más remotas zonas de la provincia y por supuesto, del gran Buenos Aires y la Capital Federal que sábado a sábado visitaban Pilar llevándose, algunos, una novia que más tarde se convertiría en esposa y luego en familia. En ese entonces nosotros estábamos en la intermedia, éramos grandes ya para “la Bariloche” y creíamos que podíamos acceder al flamante lugar, aunque para eso éramos chicos. El primer tropiezo lo tuvimos apenas abrió sus puertas Cuernavaca. Un sábado, tras transcurrir las “arduas” semanas de estudio y los encuentros en la confitería del primer piso, un grupo de amigos encabezados por Jorge “Pulga” Alberini, a pesar de nuestros apenas quince años, nos animamos a traspasar la puerta del quincho de “Cuerna”. Era temprano y recién aparecían los primeros “parroquianos”, entre ellos el primo mayor de Pulga, Hugo Dante Alberini, otrora famoso corredor de autos, su amigo y compañero de ruta Nando Arana y, recuerdo, en el extremo izquierdo de la barra, otro “cabezón” como le decían los amigos, de su edad, el hijo del recordado dueño del bar de enfrente a la estación del ferrocarril, “Puchi” Samatán, quien cuando nos vio entrar, aludiendo a los horarios de clases del Colegio Almafuerte con vos firme y gruesa nos increpó con un “Infantil es a la mañana…”. La frase salvadora fue inmediata y vino precisamente de aquel “play boy” pilarense, tal como lo veíamos nosotros, Hugo Alberini quien le respondió sin dirigirse a su amigo y en relación directa a nosotros, “pasen chicos, que vienen con mi primo…! Sin más trámite y perdiendo la adorable vergüenza quinceañera, todos nos sentamos junto a la barra mientras que “el hombre grande”, que rondaba por ese entonces los treinta y pico, nos decía: “Que toman chicos..”, sirviéndonos de inmediato el “barman” una bebida Cola que por ese entonces distribuían los Hnos. Guida. Esa fue nuestra “carta de presentación” en el boliche más tradicional de Pilar. A partir de allí, nunca más lo abandonamos, hasta que la vida nos trajo un amor y ese amor nos unió para formar una familia y darle a Cuernavaca los hijos que cuando llegaron a la adolescencia, tampoco la abandonaron. Lo recuerdan…!

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