Miércoles 03 de Septiembre de 2025
En todo el país

Panaderías en crisis: cayó el consumo y ya cerraron más de 1700 locales

En solo nueve meses, más de 620 panaderías cerraron en la provincia de Buenos Aires como consecuencia de la caída del consumo, que se redujo a la mitad, y del aumento desmedido de los costos que llevaron al kilo de pan por encima de los $3000.


  • Miércoles 03 de Septiembre de 2025
Panaderías crisis

Las panaderías de barrio, históricamente parte del entramado social y económico de cada ciudad y pueblo argentino, atraviesan una crisis sin precedentes. En los últimos meses, el sector sufrió una caída abrupta del consumo y un escenario de costos crecientes que llevó a miles de comercios a una situación límite.

Según datos de la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN), desde diciembre de 2023, cuando asumió la presidencia Javier Milei, más de 1700 panaderías bajaron sus persianas en todo el país, de las cuales unas 620 se ubicaban en la provincia de Buenos Aires. La cifra representa un golpe durísimo para la actividad, que es una de las más tradicionales de la industria alimenticia argentina y una de las que más empleo genera a nivel local.

La caída del consumo de pan explica gran parte de la problemática. De acuerdo a los números difundidos por la cámara, hoy se consume apenas la mitad de lo que se consumía en 2023. Con una capacidad operativa que ronda apenas el 60%, la mayoría de los establecimientos produce muy por debajo de su potencial.

El presidente del Centro de Panaderos de Merlo y referente de la CIPAN, Martín Pinto, expresó que la situación actual obliga a la industria panadera a “operar muy por debajo de su capacidad instalada”. Esto se traduce en hornos que funcionan a media máquina, trabajadores con menos horas de producción y una estructura de costos que se vuelve insostenible.

“El consumo de pan, un alimento básico y de primera necesidad en la mesa de las familias argentinas, cayó un 50% en el último año y medio”, detalló Pinto.

La situación no se limita al pan, sino que afecta también a otros productos tradicionales de la panadería argentina, como las facturas. Pinto remarcó que la venta de estos productos retrocedió de manera aún más drástica: se venden un 85% menos que en 2023. El dato es tan grave que ni siquiera las promociones logran revertir el escenario. “Ya ni siquiera se venden las facturas del día anterior, con un 50% de descuento”, explicó.

El precio de los productos es otro factor determinante. Hoy el kilo de pan supera en promedio los $3000, mientras que la docena de facturas parte de los $9000, valores que resultan prohibitivos para una gran parte de la población, sobre todo si se tiene en cuenta que estos alimentos solían estar entre los más accesibles para las familias. Pero lo más preocupante es que se esperan nuevos aumentos en los próximos meses.

La explicación está en los costos de producción. En apenas dos años, los insumos básicos de la panadería —como harina, azúcar, grasas, levaduras, servicios e impuestos— registraron aumentos de hasta un 2000%. Esa escalada se traduce de manera inevitable en el precio final del producto, al tiempo que erosiona la rentabilidad de los panaderos, que muchas veces terminan vendiendo a pérdida para no perder clientes.

El impacto social de esta crisis es profundo. Las panaderías no solo generan empleo directo e indirecto, sino que también cumplen un rol comunitario fundamental. En muchos barrios, la panadería es un punto de encuentro, un comercio de cercanía que abastece a diario a los vecinos y que forma parte de la identidad cultural. Su debilitamiento implica, además, la pérdida de ese lazo social.

En este contexto, los referentes del sector alertan que la tendencia podría agravarse en el corto plazo si no aparecen medidas que permitan aliviar la situación. Reclaman políticas públicas que contemplen líneas de crédito accesibles, reducción de la carga impositiva y acuerdos en la cadena de insumos que ayuden a morigerar el traslado de los costos al precio final.

Mientras tanto, la incertidumbre domina en un rubro que parece haber quedado atrapado en una encerrona difícil de resolver: costos en alza, consumo en baja y un futuro que se proyecta con más cierres si las condiciones no se revierten.

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