La desaparición del joven Santiago Maldonado y las acusaciones a la Gendarmería por el hecho divide hoy a la opinión pública de nuestro país. La repercusión que tiene el caso, tras un mes sin conocerse realmente qué pasó, ha generado movilizaciones, declaraciones de todo el arco político y grandes divisiones. Lo que debería ser una seria cuestión judicial se ha vuelto más en una discusión política entre quienes apoyan al gobierno de Cambiemos y la oposición reflejada en el kirchnerismo, como así también en sectores de izquierda.
En el medio, como siempre está el pueblo. El que todos los días sufre, el que trabaja, el que estudia. El que sueña con un país en paz y unido bajo una misma bandera.
Sin embargo, es el mismo que sufre las desigualdades, las decisiones políticas, los errores económicos, de ayer, de hoy y de siempre. El mismo que primero padeció el exterminio de la colonización y que luego cobijó a los refugiados que escapaban de Europa o que buscaban una vida mejor. Que creció con la inmigración. Que sufrió los fraudes electorales. El que sufrió la guerrilla, los golpes militares, la guerra de Malvinas. Que soportó devaluaciones, hiperinflación, desocupación, pobreza y corrupción.
Pero también es el mismo que en 1983 celebró la recuperación de la democracia. El mismo que en 1978 y 1986 salió a gritar "Argentina campeón" y se olvidó de las divisiones y se fundió en un abrazo blanco y celeste.
Hoy, con un fanatismo extremo, buscan que la famosa "grieta" divida a los argentinos entre amigos y enemigos. Los que hostigan al gobierno y se regodean con sus errores. Los que defienden a capa y espada el rumbo político y económico y critican la "pesada herencia". Y en el medio, otra vez el pueblo.
Estamos discutiendo si la desaparición de Santiago Maldonado es una operación del oficialismo o de la oposición, cuando debería ser la Justicia la que se ponga los pantalones largos y dé explicaciones a la sociedad, tras 30 días de especulaciones y pocas certezas en torno al caso.
La familia del joven sufre en silencio. Igual que la de tantos otros argentinos que son víctimas de la inseguridad de todos los días. Igual que la familia de Carla Milens, Fernando Novelli o la de José Vera, o la de tantos otros pilarenses que murieron a manos de delincuentes, y que claman todos los días por justicia. Familias que perdieron un hijo por la inseguridad. Que se sintieron solas cuando salieron a la calle a pedir justicia. Que aun siguen esperando repuestas.
Es hora de que el reclamo sea uno solo y preguntemos: ¿Dónde está la justicia, dónde está la seguridad?
Matías Zamarripa
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