Jueves 18 de Abril de 2024

Leticia Ester García de Luaces: Las bodas de plata del Colegio Santa María


  • Sábado 08 de Diciembre de 2018
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Su esposo, el veterinario Carlos Luaces, tuvo la idea a principio de los ‘60 de crear una universidad en Pilar al estilo de las de Estados Unidos. A fines de 1991 comienza la construcción del edificio del Colegio Santa María en un predio de 6 hectáreas de la calle Champagnat, que demandaría un año más de trabajo. En marzo de 1993 inaugura el colegio con Jardín de Infantes y Primaria de primero a séptimo grado. Un año después comienza el secundario. Desde hace diez años es colegio bilingüe de doble escolaridad. La orientación es en Humanidades y Administración. Mantiene una matrícula constante de 700 alumnos en los tres niveles: inicial, primario y secundario. ¿Cómo surgió la idea de crear el colegio? En realidad la idea fue de mi esposo Carlos. En el año 1962 él estuvo un año estudiando en la Universidad de Cornell en USA y vio un mundo diferente en cuanto a la educación universitaria, comparada con lo que se ofrecía en nuestro país. Vio como una especie de revolución en la parte educativa que quería trasladar a la Argentina y en particular a Pilar.  Aunque mi esposo era veterinario, le gustaba mucho la docencia y su aspiración era al volver a la Argentina, poner una universidad en Pilar, donde en ese momento no había todavía ninguna. Pero al regresar siguió en lo suyo y el proyecto quedó nada más que en la idea, aunque era bastante ambiciosa. Yo mientras tanto, seguí en mi labor docente, que me insumió 15 cortos pero fecundos años. Trabajé en Derqui en la Escuela 11, en las escuelas 4 y 26 de Pilar, en la secundaria de comercio de Fátima y mucho tiempo en la 1. Yo siempre trabajé en escuelas públicas. Hice paralelamente el curso de asistente social, con la idea de compartir la experiencia en la escuela; pero la verdad se podía hacer poco en ese aspecto. Igual me sirvió para emplear los conocimientos adquiridos en todo lo que vino después en lo mío. Eran épocas muy difíciles. Mi marido me pidió que trabajara con él en la empresa, pedido al cual accedí, dejé la docencia y me puse a trabajar en la granja muchos años. Pero lo mío fue siempre la enseñanza. Surgió entonces que había unas chicas en Pilar que tenían un colegio, al que no podían sostener. Nos ofrecieron entonces que le diéramos continuidad y aceptamos. Ahí renació el entusiasmo por tener un colegio propio, en un proyecto grande. Yo quería algo grande para Pilar en materia educativa. Quería de alguna manera devolverle a Pilar lo que a mí me había dado, porque si bien yo fui al colegio de hermanas en la primaria, la secundaria la hice en el Almafuerte, una institución a la que le tengo un gran cariño. Eran épocas en que en la educación pública realmente se aprendía, no importando si eran escuelas oficiales o privadas. La cuestión es que ese entusiasmo lo transformamos en acción y salimos a buscar un predio. A fines del 91 concretamos la compra y en el 92 nos dedicamos a construir, con la idea firme de crear un colegio con los tres primeros niveles de educación: inicial, primaria y secundaria. El sueño era empezar algo con todo. Es así que mirando un plano de Pilar con terrenos vacíos, me detuve en esta zona a la que vi como un sector institucional del distrito: están las monjitas de clausura, los hermanos Maristas y ya estaba la Universidad  del Salvador. La anécdota es que puse el dedo en el mapa sobe estas 6 hectáreas donde hoy está el colegio. Lo hablé con mi esposo y compramos, comenzando inmediatamente la edificación que nos llevó todo el año 1992, con la dirección de Fredi Llosa, que nos hizo también los planos. En marzo del año 1993, comenzamos con Jardín y Primaria, de Primero a Sexto grado. Un año después arrancamos con el primer año del secundario. El sueño se había convertido en realidad. Comenzamos con  una sola sección de jardín, con más de un centenar de alumnos, muchos de ellos de Pilar y barrios aledaños. La promoción fue de boca a boca. En esa época yo iba mucho a El Remanso ya que jugaba al tenis y al paddle, entonces logré interesar a varias familiar de allí y también de su zona de influencia caso Manzanares y Los Cardales. De aquella zona aun viene mucha gente. Estamos a 10 cuadras de Panamericana, en una zona tranquila, aunque ahora creció mucho, hay muchos barrios cerrados. Parece mentira que cuando nosotros estábamos edificando, mi hija mayor Deborah, venía a caballo desde casa, las calles eran todas de tierra. Toda la zona creció de una manera asombrosa y en poco tiempo. ¿Cómo se eligió el nombre del colegio? Yo soy devota de la Virgen del Pilar, mi madre se llamaba Isabel Pilar, así que el nombre surgió desde el principio. Además, aunque no es un colegio confesional, le quise dar una orientación católica. Un poco porque así lo sentimos y otro porque la misma gente lo pidió. Hubo determinadas familias que buscaban un colegio de estas características. Mi ambición era contar con una matrícula de 300 alumnos, pero en el 95 hubo una gran oleada de gente que se mudó a Pilar. Entonces nos encontramos en la disyuntiva de si debíamos crecer o no. Si nos quedábamos como estábamos, a la larga no íbamos a subsistir ya que por aquellas épocas comenzaron a llegar filiales de renombrados colegios de Capital. Así que decidimos crecer, ampliando al doble lo que teníamos construido. Llegamos a tener en un momento 750 alumnos. Luego hubo un movimiento de gente inverso y muchas familias decidieron regresar a Buenos Aires, por lo que a partir de ese momento mantuvimos la matrícula en 700 alumnos. ¿Cómo surgió la propuesta del colegio bilingüe? La propuesta de un colegio bilingüe estuvo desde un principio, aunque la concretamos hace diez años. Tenemos todas las materias de inglés por la  mañana y las de castellano a la tarde. La profesora de castellano se inició con nosotros y como otros docentes, aún continúa. En cuanto a inglés, la incorporación es una linda anécdota, digna de contar. Yo había vivido un tiempo en Buenos Aires y mi nena en ese momento iba al colegio Bluebell. Me gustó el proyecto de idioma inglés que tenían, me pareció interesante y encaré a los directivos del Bluebell, comentándoles que me iba mudar a Pilar donde había puesto un colegio y les pregunté quién les había armado el proyecto educativo. Muy amablemente me conectaron  con la señora Lía Pittaluga. Me acuerdo como si fuera hoy que me recibió en su casa frente al Botánico. Le conté la propuesta, le interesó y  se vino a Pilar como rectora. Yo ya tenía una profesora de inglés, Jeanette Spencer, que fue una de las autoras del himno del colegio, pero Lía se encargó de coordinar y dirigir la enseñanza de inglés en el secundario. A tal punto le gustó el proyecto que se hizo una casa en Chacras de Murray, para poder instalarse en la zona los fines de semana con su familia. Esta señora tenía contactos con profesores de otras materias que fuimos evaluando para su ingreso en el plantel de profesionales del colegio. ¿Con qué orientación salen los alumnos? La orientación que tienen los chicos es Humanidades y Administración. El Santa María es un colegio de doble escolaridad. Los chicos entran a las 8.15 y se van a las 5 de la tarde. Hoy tenemos estudiando a los hijos de los egresados que venían al colegio, muchos de ellos grandes profesionales. Tengo por ejemplo a los hijos del doctor Eduardo Ludueña, reconocido abogado penalista de Pilar, que fue alumno mío cuando estaba cursando el cuarto grado. Algo que no quiero dejar de mencionar es el orgullo de que la gente de Pilar venga al colegio Santa María. En Pilar por suerte tenemos varios colegios netamente pilarenses. El Verbo Divino, el  Colegio de Hermanas, El Modelo, El Parroquial… Todos colegios muy buenos que no tienen la modalidad bilingüe, pero están en un muy buen nivel. El festejo de las Bodas de Plata del colegio se hizo el pasado mes de noviembre. Si y en adhesión al mes de la Tradición, fecha que siempre se festeja en el colegio. Este año recibieron sus diplomas 52  alumnos de la promoción número 21. Para nosotros un gran orgullo, ya que 52 egresados no son pocos. Trajimos como número central a Facundo Saravia que no es la primera vez que viene al colegio. Los Chalchaleros habían estado para nuestro festejo de los diez años. Recuerdo que no teníamos todavía escenario y armamos uno en el patio, con una escenografía bien tradicionalista que les gustó mucho a los Chalcha, quienes lo ponderaron durante su actuación. Juan Carlos Saravia volvió en otra oportunidad, una noche donde vino a actuar su hijo Facundo a quien acompañó. En realidad me lo trajeron como regalo sorpresa. Fue muy emocionante y uno de los recuerdos más importantes de mi vida, ya que me obsequiaron uno de los ponchos característicos del conjunto. ¿Cómo subsiste un colegio privado en esta época de crisis? Hasta ahora venimos bastante bien. Esto es un dar y recibir. Cuando la gente necesita se la beneficia y cuando todo está bien nos acompañan. No estamos cerrados al diálogo con la gente que circunstancialmente no la está pasando bien económicamente, o tiene un problema puntual. Precisamente, la característica de este colegio y por los que nos eligen es por la parte humana, sin descuidar por ello la parte didáctica y pedagógica. ¿Con qué cantidad de personal cuentan? Entre docentes y personal de mantenimiento, 140 personas. Tenemos además varios asesores. Precisamente con uno de ellos, profesor de historia, estamos armando un interesante programa en relación al Museo, que vamos a implementar el año próximo. Tenemos además otras grandes ideas que van a revolucionar el colegio, poniéndonos a tono con lo que se está haciendo en el mundo. ¿Hay familiares directos relacionados con el colegio? Aunque no son familia directa, tengo un equipo de trabajo excepcional, como las chicas de Meyer por ejemplo, que las vi nacer y están aquí desde el vamos y van a continuar. De mis hijas, tengo a la menor María Luz, que tiene muchas ideas. Ella estudió economía en el Di Tella, no está trabajando directamente, pero se ocupa mucho, es una de mis principales asesoras, es con quien puedo mantener un intercambio, tengo esperanza en ella y en mis nietos: José María (16), Isabel (13) y dos más chiquitos. En mi caso, pienso continuar por mucho tiempo si la salud me lo permite. No me cansa la labor docente, por el contrario, cada año que comienzo lo hago con más entusiasmo. ¿En cuanto a convenios e intercambios? Hacemos intercambios con Chile. Hemos estado viendo de organizar algún viaje a Londres o Estados Unidos, pero también pensamos en otras plazas universitarias como por ejemplo en España. Precisamente tenemos una docente que viaja a Barcelona. Va a estar varios meses en un viaje de estudios en la Universidad de Montserrat.  

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