Por Laura Sirera, abogada
El Papa Francisco, al principio de su pontificado dijo: “…La política es una de las formas más altas de la caridad, porque es servir al bien común”. ¿Cómo llegó sin embargo hoy, a ser tan menospreciada por la sociedad?
Ansias de poder, egoísmos, mezquindades y errores, lograron alejar a la población de esta actividad.
Ruidos mediáticos, denuncias de supuesta corrupción extendida y generalizada, van creando en la ciudadanía un resentimiento hacia la política en general.
Por mi parte considero que la política es una práctica sumamente noble y que debemos revalorizarla, con vocación y dedicación. Pienso en la importancia de involucrarse para lograr una política nueva, eficaz, transparente y verdadera.
La política ha cambiado, la información transita por las redes sociales y en las mismas se vierten opiniones y emociones, el debate se intensifica, pero esto no alcanza; es necesaria la acción. El encuentro con el otro y el trabajo mancomunado plasmado en proyectos de bien común.
Muchas veces me peguntan ¿por qué? ¿Por qué participo? ¿Por qué dejo horas de estar con mi familia y de trabajo profesional? En definitiva… ¿por qué dedico parte de mi vida en intentar aportar soluciones a las problemáticas de nuestra sociedad?
La respuesta es una. La injusticia social duele, no podemos ignorarla ni mirarla desde afuera, necesitamos actuar, brindar soluciones. Esto no se logra de forma independiente, en soledad. Se consigue a través de la unión, de la participación, del aporte de todos y cada uno de nosotros.
Involucrarse en política no es fácil, exige tiempo y esfuerzo, pero la responsabilidad cívica nos compete a todos. Somos los jóvenes los que nos tenemos que animar a participar y así lograr los cambios que deseamos, porque somos el presente y el futuro de nuestra sociedad.
Esta vocación muchas veces me lleva a la exposición pública, recibiendo muestras de aliento, pero también críticas, muchas veces malintencionadas.
Estas situaciones no deben amedrentarnos, ni alejarnos, simplemente recordemos las palabras de Aristóteles: “Para evitar las críticas no digas nada, no hagas nada, no seas nada”.
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