Lunes 06 de Mayo de 2024

Un Neruda para leer y compartir en el día del amigo


  • Domingo 23 de Julio de 2017
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Federico García Lorca en ocasión de presentar a Pablo Neruda en la Universidad de Madrid en 1934, dijo que era “un poeta que estaba más cerca de la sangre que de la tinta”. Ese genial sensitivo que fue Lorca señalaba así un rasgo fundamental de la poesía nerudiana, la de manar de experiencias profundamente vitales. Y  esto puede aplicarse de la primera a la última de sus obras. Hoy nos referiremos a un poemario que alcanzó enorme popularidad, me refiero a “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de cuya aparición se cumplen 93 años. Hablar de la popularidad de un texto suele producir en ciertos sectores el prejuicio de creer que ‘popularidad’ debe asociarse inevitablemente a superficialidad, suposición que lleva a privarse de disfrutar creaciones de enorme valor. Hablar de los” Veinte poemas de Neruda” es una forma abreviada de mencionar un pequeño y bello poemario que marcó la iniciación en la poesía y el amor de muchos humanos y humanas que disfrutamos y padecimos el pasado siglo XX. Los veinte poemas fueron editados en 1924. El autor tenía en ese momento apenas 20 años. Era un estudiante provinciano que recorría las calles santiaguinas llevando consigo sus escritos, sus ganas de vivir y también sus dolores. Hay un paisaje que impregna todo el texto, es el paisaje marino del sur de Chile, de ese litoral de belleza cósmica inigualable pero azotado cíclicamente por sismos y tormentas. Neruda hace referencia en 1960 a que un pueblo costero donde pasaba las vacaciones en su infancia y adolescencia, Puerto Saavedra, había sido literalmente arrasado por una terrible marejada. Pues bien, los veinte poemas que inmortalizan algunos de esos paisajes hicieron el milagro de salvarlo del olvido. Ahora perduran  de algún modo en esas páginas. Es necesario aclarar que Neruda no dedica su poesía al paisaje, no es meramente descriptiva. Pero, sin duda, está presente en este libro el mar indómito y salvaje que conoció Neruda en Puerto Saavedra, a unos kilómetros de Temuco. Neruda lo dice y al hablar de este libro con ternura, nostalgia y cierta condescendencia lo llamará “libro adolescente”. Toda la emotividad, la intensidad del amor y el desamor, propia de esa etapa de la vida le han puesto su sello a los “Veinte poemas”. Es bueno leerlos y releerlos por eso he transcribo algunos de ellos para compartirlos contigo lector, lectora a quien probablemente no conozca pero a quienes puedo adivinar como amigos invisibles. En esta semana que acaba de transcurrir, más precisamente el jueves 20 de julio hemos celebrado, como todos los años: el día del Amigo. Nuestro modesto presente   es este puñadito de versos inolvidables. Elsa Robin   Poema 5 Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas   Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas.   Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.   Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas.   Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú me oigas como quiero que me oigas.   El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.   Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.   Voy haciendo de todas un collar infinito Para tus blancas manos suaves como las uvas. De “Veinte poemas de amor...“ (1924)   Poema 10 Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo Y las hojas caían en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera. las hojas recogían tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardía. Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: boina gris, voz de pájaro y corazón de casa hacia donde emigraban mis profundos anhelos y caían mis besos alegres como brasas. Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma! Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu alma.   Poema 18 Aquí te amo. En los oscuros pinos se desenreda el viento. Fosforece la luna sobre las aguas errantes. Andan días iguales persiguiéndose.   Se desciñe la niebla en danzantes figuras. Una gaviota de plata se descuelga del ocaso. A veces una vela. Altas, altas estrellas. O la cruz negra de un barco. Solo. A veces amanezco y hasta mi alma está húmeda. Suena, resuena el mar lejano. Este es un puerto. Aquí te amo.   Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte. Te estoy amando aún entre estas frías cosas. A veces van mis  besos en esos barcos graves que corren por el mar hacia donde no llegan. Ya me creo olvidado como esas viejas anclas. Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde  
Bibliografía consultada Facio, Sara: Pablo Neruda, Su vida en 150 fotografías. La Azotea, Editorial Fotográfica, 1988. Neruda, Pablo: Poesías completas. Editorial Losada S.A. 1951. Neruda, Pablo: Confieso que he vivido. Editorial Losada, Buenos Aires, 1974. Cuadernos de crisis N° 2, Neruda. Noviembre de 1973.

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