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Osvaldo Pugliese, laburante y mucho más


  • Domingo 02 de Diciembre de 2018
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Más de una vez hemos escuchado de boca del propio Pugliese la afirmación sólo soy un “laburante” con que respondía a quienes lo llamaban con toda razón “Maestro” porque lo era, sin haberse vanagloriado nunca de serlo. Para entender cabalmente sus palabras habría que adentrarse en su historia personal que se desarrolló en una  Buenos Aires habitada por miles de trabajadores, extranjeros y nativos que se preciaban de serlo. En una de esas barriadas populares, Villa Crespo en Canning 392 nació el 2 de diciembre de 1905 don Osvaldo Pedro Pugliese, uno de los músicos de tango más admirado y querido por varias generaciones de argentinos. Tenía apenas 19 años cuando compuso un tango de antología. Eso sucedió en 1924  y el tango se llama “Recuerdo”. Pero la historia no comienza  en ese punto, hubo un antes importante en la vida y en la carrera de don Osvaldo. Hubo un padre, músico aficionado, que tocaba la flauta en los primitivos conjuntos del arrabal porteño. Hubo también, hermanos músicos (Adolfo y Vicente) y una madre que lo alentaba cariñosamente con un “Al Colón” cuando lo escuchaba entregado a la música horas y horas, hubo también una familia humilde de “laburantes”. Existieron muchas cosas que lo marcarían para siempre: el sentido ennoblecedor del trabajo, el espíritu solidario, el orgullo de ser fiel a las propias convicciones y por supuesto el talento que fructificó generoso con los años.   “Recuerdo”   “Recuerdo”, un precoz fruto de su talento, fue algo más que un hecho trascendente en su carrera personal puesto que se constituyó en un hito en la evolución del tango como lo serían después otras de sus creaciones. Fue llevado al disco ‘Recuerdo’ en 1926 por Julio de Caro con quien curiosamente ha tenido Pugliese una relación en cierto modo de filiación. Se dice y él mismo lo afirmaba que era un decariano, esto es, un seguidor de la línea interpretativa que desarrolló Julio de Caro. Este estilo marcó un antes y un después en la historia del tango. Suele decirse que con  De Caro termina la llamada Guarda Vieja y se inician tiempos de renovación para el tango. Insistiendo en el carácter innovador de “Recuerdo” resulta interesante prestar atención a lo que dice Horacio Ferrer en su trabajo “El tango y su evolución”, texto en el cual señala que “podría hablarse con toda justicia, de obras antes y después de “Recuerdo”; de instrumentistas antes y después de “Recuerdo”. Sostiene Ferrer que esta composición juvenil de Pugliese  se destaca por “su original desarrollo, su novedosa estructura” y (además) por su “enorme riqueza armónica, sus efectos contrapuntísticos, su magnífica variación obligada” y agrega que estas características de la mencionada pieza “constituyeron una verdadera prueba de fuego para los ejecutantes de aquel entonces”.   Un músico decareano   Dice Ricardo Horvath que esa conjunción De Caro–Pugliese no es casual ya que el segundo siempre adhirió y mantuvo una línea consecuentemente decareana y es su innegable continuador. El propio De Caro así lo reconoció: ‘Él es mi hijo espiritual, mi mejor hijo. Lo son Troilo, Federico, Gobbi, el mismo Piazzolla; todos ellos, pero él fue el primero. Conviene acotar que si Cobián fue un adelantado, si Pedro Maffia y Francisco de Caro fueron adelantados en sus instrumentos. Pugliese es un precursor del modernismo en el tango. Hay que hacer justicia”. Así hablaba J. De Caro de Pugliese, expresando una valoración que fue compartida por muchos otros músicos de tango.   Hombría de bien y talento   En Pugliese se dio la no habitual conjunción de talento y hombría de bien, así surge   de los testimonios de quienes lo conocieron muy bien y del simple análisis de ciertos hechos. En primer lugar la circunstancia de que la orquesta funcionara como una cooperativa en la que las ganancias se distribuían entre todos, y en segundo lugar el lazo afectivo y al mismo tiempo de respeto que se establecía entre sus miembros y el director. Conocida es la anécdota que refiere cómo en las épocas en que el músico fue encarcelado por sus ideas políticas, la orquesta seguía actuando y sobre el piano los asistentes veían un clavel rojo, muda protesta de los músicos ante el injusto atropello y expresivo homenaje para el director forzosamente ausente. Otro hecho que es digno de destacar es como ese organismo colectivo que es ‘la orquesta’ y que funcionaba tan aceitadamente no opacaba los méritos individuales a tal punto que se la llegó a llamar ‘la orquesta de los compositores’. La mayoría de sus integrantes no fueron sólo ejecutantes de un instrumento sino que cada uno tocaba, arreglaba y componía, y sus composiciones a la vez eran incorporadas de inmediato al repertorio. A modo de ejemplo podemos recordar “A mis compañeros”, “Yunta de oro”, de Osvaldo Ruggiero; “Bien compadre”,  “El tobiano”, “La bordona”, de Emilio Balcarce; “Don Aniceto”, “El embrollo”, de Esteban Gilardi, “Gente amiga” de Ismael Spitalnik y muchos otros más. Por supuesto que entre los autores también figuraba el mismo Pugliese que nos ha dejado obras bellísimas. Decía el recordado Jorge Götling refiriéndose a esta cuestión que “a su invariable calidad de director, orquestador y selector de plantel, Pugliese agregó la reluciente madera de su calidad como compositor (...): de su autoría son, entre otras maravillas, ‘Recuerdo’, ‘Una vez’, ‘La yumba’, ‘Malandraca’,  a Agustín Bardi’, ‘Negracha’, ‘El encopao’, ’La Beba’.   Aquella vieja orquesta   En esta grata tarea evocadora cabe repasar el nombre de los integrantes de la primera formación de la orquesta de Pugliese. Bandoneones: Ruggiero, Caldara, Esteban Gilardi y Oscar Castagniaro. Violines: Camerano, Carrasco y Herrero (en 1948 se sumó Emilio Balcarce). Contrabajo: Aniceto Rossi. Piano: Osvaldo Pugliese. Cantantes: Roberto Chanel y Alberto Morán. La formación inicial se mantuvo hasta mediados de la década del 40. Con estos integrantes se presentaba en la radio, los clubes y los cabarets.   Los bailes en los clubes, una especial ceremonia colectiva   Cuentan quienes lo vieron y lo escucharon en los clubes donde la gente bailaba casi religiosamente los compases tangueros, que los bailarines seguían con unción la música que regía sus evoluciones por la pista hasta que en determinado momento fascinados por el virtuosismo de algún pasaje en particular se detenían para escuchar en el mayor silencio. Eso sucedía. Pugliese y algunos otros grandes intérpretes de la época habían logrado que la música, el baile y el canto del tango confluyeran en esta especie de ceremonia colectiva que eran estos recordados bailes que ofrecía la ciudad en las décadas del 40 y del 50.   E.R.  

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