Cada vez que nos proponemos adentrarnos en ese territorio inagotable de “lo que fue”, descubrimos que algo que teníamos como pasado, esto es algo superado, sigue estando presente de muchas maneras y que la esperanza acerca del progreso como dato alentador se debilita. Nos preguntamos entonces, cómo es posible que esa nación nacida haga dos siglos bajo la consigna de que íbamos de una sociedad de castas a un mundo de iguales este levantando banderas retrógradas e inadmisibles como las de la ‘xenofobia’, y la afirmación de que una sociedad organizada debe instaurarse sobre la base de la desigualdad que consagra privilegios inaceptables. Donde quedaron las aspiraciones de los fundadores, qué dirían Belgrano, San Martín, Moreno, por nombrar sólo a tres. Donde fueron a parar los principios que consagra el Preámbulo de nuestra Constitución y que recitara con tanto fervor el Dr. Raúl Alfonsín en diciembre de 1983. Lo peor es que los candidatos que exaltan ese discurso antidemocrático lo hacen no sólo porque creen en ello, sino como una estrategia política que busca alentar los peores sentimientos de un pueblo enojado y defraudado.
Habrá quien piense que hay en esta ideología un grano de verdad que alienta un descarnado individualismo como fuente del Progreso. Sin embargo a poco que se reflexione se verá que eso, sólo nos conduce a una sociedad degradada. Muy otra era la filosofía que llevó a que el gobierno de ese momento (2007) decidiera cambiar el sentido de una festividad que nos dejaba un sabor amargo en la boca: ese Día de la Raza que resultaba anacrónico y extemporáneo cuando se trataba de recordar una fecha como la del 12 de octubre. Cuando se habló de “respeto a la diversidad cultural” se producía un cambio de sentido sumamente importante. Sin embargo cabe hacer algunas aclaraciones respecto de cuál fue la motivación de Hipólito Yrigoyen cuando instauró por medio de un decreto el 4 de octubre de 1917 como Día de la Raza ya que existían circunstancias especiales que hacían ver como necesario el fortalecimiento de la identidad latinoamericana. Destacar una historia y un origen común (ubicado en ese mítico 12 de octubre de 1492), poner el énfasis en rasgos culturales compartidos como el idioma, las costumbres, las creencias, la religión, era un recurso apropiado para el fin que se buscaba. Esto ocurría en 1917, actualmente ya en el 2019, muchos de esas metas persisten pero la mirada acerca del “descubrimiento” ha variado sustancialmente. En este viaje imaginario de la historia, la perspectiva de esos hechos es distinta y tampoco es única. Mucho se ha discutido y se discute en torno a ellos cuya importancia nadie niega, pero cuya valoración ha ido cambiando. Afortunadamente se ha echado una mirada alrededor y se ha visto que los pueblos aborígenes americanos y sus ricas y diversas culturas no han desaparecido están, y son millones. Su presencia opacada, velada por un discurso europeísta es una realidad. Estos datos, entre otros, y el análisis de los sucesos han llevado a que se cuestionen conceptos como el de “descubrimiento”
Dicho concepto ,con todo lo que implica de develar un misterio, no parece convenir a la actitud observable en la mayoría de los españoles y europeos en general, que llegaron a estas tierras a fines del siglo XV .Dice al respecto Germán Arciniegas : “ descubrir y conquistar son dos posiciones opuestas en el hombre. Descubrir es una función sutil ,desinteresada ,espiritual .Conquistar ,una función grosera ,material ,sensual” Por eso para Arciniegas el siglo XVI es el siglo del ‘cubrimiento’ de América ya que la campaña de conquista y sometimiento de los habitantes de América significó un constante y deliberado ocultamiento de ese rico y variado mundo cultural, cuyas principales manifestaciones fueron borradas ,negadas y perseguidas. Hubo es cierto algunos cronistas, muy pocos que dejaron interesantes testimonios de aquellos momentos, tal el caso de Bernal Díaz del Castillo, de Bernardino de Sahagún, Fray Bartolomé de Las Casas y muy pocos más. La conquista negó sistemáticamente al ‘otro’ para no tener que reconocer su importancia y sobre todo admitir la debilidad de las razones que se esgrimían para hacer lo que se hacía, y podemos agregar que eso no sólo ocurrió en el siglo XVI, sino que ha marcado la conducta de quienes desde algún lugar de poder se ocuparon de los pueblos aborígenes y de su cultura. No siempre hubo mala fe, un afán “civilizador” o “evangelizador”, que podemos suponer bienintencionado ignoró un tesoro cultural que en gran parte se ha perdido. Pero no siempre fueron esas las intenciones, por lo general, un desmedido afán de riqueza llevó a despojar, y a esclavizar a millones de seres humanos. Muchos de los cuales pagaron con su vida las crueles condiciones de sometimiento.
Una hecatombe demográfica
Las cifras que reflejan la verdadera hecatombe demográfica que acaeció a partir de la llegada del hombre blanco a estas tierras son escalofriantes. La Escuela de Berkeley de los Estados Unidos, con elementos científicos sostiene que de los 25.200.000 habitantes que había en Méjico Central en 1519 se redujeron a 1.075.000 en 1628, lo que representa apenas el 4,25 % del total inicial. Según Rowe, los 6 millones de habitantes que tenía el Perú en 1532, descendieron a 1.090.000 en 1628. ¿Qué había sucedido? Las respuestas son varias. Muchos debieron morir en las batallas resistiendo al invasor, pero muchos más, perecieron como consecuencia de una feroz explotación y también a causa de las enfermedades traídas desde el viejo continente, la más conocida de las cuales es la viruela, enfermedad que hacía estragos en la población indígena. Tampoco debemos descartar que haya habido una suerte de abandono hacia la muerte en pueblos que veían así destruida su cultura.
Un proceso de cubrimiento
Los invasores de estas tierras,(para afianzar sus planes probablemente ) iniciaron lo que puede llamarse un proceso de cubrimiento, la derrota de los vencidos debía concretarse en todos los órdenes, y por supuesto en todo aquello que remitiera a un mundo cultural muy rico y valioso pero desdeñado por el invasor europeo. Arte, códices, estelas, tabletas y otros registros históricos fueron quemados y destruidos o convertidos en lingotes pues se los consideraba elementos de una idolatría que se buscaba desterrar .Se destruyeron obras arquitectónicas se ignoraron descubrimientos astronómicos y matemáticos, redes camineras, valiosas técnicas agrícolas. En Yucatán, fray Diego de Landa se ocupó de destruir metódicamente códices mayas, de los cuales sólo se salvaron tres que curiosamente, están en los museos de Europa.
Todo esto no siempre pertenece al pasado. El corrimiento de las fronteras para ocupar tierras se llevó a cabo en diferentes países con guerras de exterminio, en todo el siglo XIX y aún en el XX. No fue un hecho aislado que los terratenientes hayan pagado a criminales mercenarios para cazar literalmente a los indios que habitaban sus tierras. Esto ha ocurrido, y no me atrevo a decir que no siga ocurriendo en casi todos los países de América. Sometidos o perseguidos debieron renunciar a sus creencias, ocultar vergonzosamente sus costumbres y recluirse en lugares alejados del hombre blanco .También el patrimonio cultural y arqueológico ha sido saqueado y aún lo sigue siendo en ocasiones, frente al desinterés de funcionarios venales e ignorantes.
Complejidad de un continente mestizo
Los conquistadores, no sólo se apoderaban de las riquezas que encontraban y sometían a los pueblos. Las mujeres nativas, voluntariamente o por la fuerza engendraron infinidad de mestizos. Surgía así una realidad absolutamente nueva. Estos seres producto del “choque” de dos mundos, adoptarían diferentes actitudes. No debió ser sencillo para ellos construir esa nueva identidad en la que anidaban conflictos casi insolubles.
América es en gran medida mestiza, esa es una realidad que debe ser tenida en cuenta .Sin embargo han sobrevivido unos 30 millones de indios, pertenecientes a diferentes etnias y culturas diseminados por todo el continente cuyos miembros luchan por no desaparecer. Se plantea así un derecho que no siempre es tenido en cuenta, el derecho a la identidad. El derecho a preservar sus costumbres, sus creencias e inclusive sus tierras.
Extranjeros en su tierra
Durante mucho tiempo se pensó que era indispensable para la existencia de un estado nacional fuerte, constituir una unidad étnica y cultural que le sirviera de soporte. Ese pensamiento conducía a creer que toda diversidad entrañaba un peligro para la ‘unidad nacional’, de manera tal que en algunos países americanos se intentó forzar la integración de los diferentes grupos étnicos y parlantes que componían el país. Se intentaba la integración y la uniformación. En relación a los pueblos indígenas apostando a dicha integración y por qué no, al mestizaje, se consideró que las culturas aborígenes eran el remanente de un pasado que había que superar. El elogio del ‘mestizaje’ como único camino de integración representaba un discurso ideológico que procuraba esconder las diferencias. Esta concepción, si bien encierra algunos aspectos positivos, en la medida en que busca la integración forzada encierra intolerancia hacia lo que aparece como diferente. El ‘otro’ no es aceptado, dándose la paradoja de que los pueblos aborígenes, habitantes originarios del territorio nacional eran tratados como extranjeros en su propia tierra perseguidos y aniquilados.
Los pueblos indígenas en la actualidad
Los pueblos indígenas, sobrevivientes a ese trabajo lento y permanente de extinción programada se han resistido a desaparecer y procuran hoy volver a sus raíces, no para instalarse en un pasado inmovilista sino como dice la declaración de la Comisión Coordinadora de Instituciones Indígenas (en 1971) para “desarrollar nuestra propia cultura con el aporte de la ciencia universal dejando de lado el paternalismo etnocida.” En esa ocasión se propugnó también el “autodesarrollo en todos los niveles”, y “la participación india en la sociedad global, con la dignidad de pueblos con futuro y no como culturas remanentes en vías de extinción”.
Las instituciones que agrupan a los indígenas americanos se han pronunciado en contra de la ‘celebración’ del 12 de Octubre, entendiendo que es un día de duelo y no un motivo de festejo.
Reflexión final
Sin embargo, entiendo que si bien la fecha no debe dar lugar a la celebración si es propicia para entender la complejidad del mundo actual que con sus aspectos negativos y positivos es producto en gran medida de ese acontecimiento protagonizado por un puñado de aventureros casi famélicos, que un 12 de octubre de 1492 desembarcaron en la isla Guanahaní.
Nosotros como americanos estamos inmersos en una historia difícil y apasionante que no acaba de contarse, pero que no puede reducirse a un cuento de buenos y malos. La realidad es mucho más complicada y más rica de lo que pretende cualquier esquema reduccionista ,sin embargo, no podemos y esto no es sólo un problema de análisis histórico ,ignorar ,negar y mucho menos perpetuar injusticias ancestrales ,ni convalidar exclusiones en un continente , y más precisamente en un país que se precia de ofrecer en su carta magna un lugar a todos los hombres de buena voluntad que quieran habitarla.
Elsa Robin
Se equivoca el fuego
Fray Diego de Landa arroja a las llamas, uno tras otro, los libros de los mayas.
El inquisidor maldice a Satanás y el fuego crepita y devora. Alrededor del quemadero, los herejes aúllan cabeza abajo. Colgados de los pies, desollados a latigazos, los indios reciben baños de cera hirviente mientras crecen las llamaradas y crujen los libros, como quejándose.
Esta noche del año 1562 se convierten en cenizas ocho siglos de literatura maya. En estos largos pliegos de papel de corteza, hablaban los signos y las imágenes: contaban los trabajos y los días, los sueños y las guerras de un pueblo nacido antes que Cristo. Con pinceles de cerda de jabalí, los sabedores de cosas habían pintado estos libros alumbrados, alumbradores, para que los nietos de los nietos no fueran ciegos y supieran verse y ver la historia de los suyos, para que conocieron el movimiento de las estrellas, la frecuencia de los eclipses y las profecías de los dioses y para que pudieron llamar a las lluvias y a las buenas cosechas del maíz.
Al centro el inquisidor quema los libros. En torno a la hoguera inmensa, castiga a los lectores. Mientras tanto los autores, artistas-sacerdotes muertos hace años o hace siglos, beben chocolate a la fresca sombra del primer árbol del mundo. Ellos están en paz, porque han muerto sabiendo que la memoria no se incendia. ¿Acaso no se
Cuando le queman sus casitas del papel, la memoria encuentra refugio en las bocas que cantan las glorias de los hombres y los dioses, “cantares que de gente en gente quedan”, y en los cuerpos que danzan al son de los troncos huecos, los caparazones de tortuga y las flautas de caña.
Eduardo Galeano
Texto perteneciente a MEMORIA DEL FUEGO de E. GALEANO y extraído de USELO Y TÍRELO, Antología de textos de E. Galeano- Editorial Planeta argentina -1994)
Artículo 75 inc.17 de la Constitución Nacional
Nuestra Constitución en su última reforma ha incorporado derechos relacionados con las comunidades indígenas de nuestro país
Artículo 75. Inc. 17 de la Constitución Nacional
Corresponde al Congreso:
Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos.
Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe.
Reconocer la personería jurídica de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan.
Y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano.
Ninguna de ellas será enajenable, trasmisible ni susceptible de gravámenes y embargo.
Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten.
Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.
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