La comerciante local, Adriana Rodríguez Vega, quien padece celiaquía, asegura que un solo local gastronómico del Kilómetro 50 ofrece alternativas de comidas para quienes sufren una de las enfermedades intestinales crónicas más frecuentes en Argentina.
Desde septiembre de 2011, los restaurantes y locales de comida de la provincia de Buenos Aires deben ofrecer en sus cartas al público opciones aptas para celíacos, según lo dispuso la Legislatura Provincial.
De esta manera, los establecimientos gastronómicos deberán tener entre sus opciones un plato apropiado para quienes padezcan enfermedad celíaca, con alimentos libres de TACC (trigo, avena, cebada, centeno).
Sin embargo, la medida no se aplica en la mayoría de los restaurantes pilarenses. Al menos eso se desprende de las declaraciones de Adriana Rodríguez Vega, comerciante local del rubro indumentaria femenina, que descubrió que era celíaca hace cuatro años cuando tenía 20 años.
La joven comentó a través de las redes sociales que hace poco tuvo un episodio que la llevó a hacer público el reclamo.
“Fuimos con unas amigas a una confitería de Las Palmas de Pilar. Iba a pedir una leche sola, como hago siempre, pero me tenté con un capuccino, sin haber tenido en cuenta que al café también le agregan gluten. No habían pasado diez minutos de tomarlo y me empecé a sentirme mal, con una fea sensación en el estómago que hasta me hizo bajar la presión”, relató.
Si bien la joven reconoció que debió haber preguntado si el café era libre de TACC, también manifestó su queja porque, por lo general, no figuran en las listas de productos de bares, confiterías ni restaurantes, alternativas gastronómicas aptas para celíacos.
“Estoy cansada de entrar a algún lugar y tener que rogar que me hagan algo especial, explicar que no es un capricho ni mucho menos una moda. Ser celíaca no es querer estar flaca, sino que mi organismo no tolera lo que otros sí”, remarcó.
Según Rodríguez Vega, en un solo restaurante del Kilómetro 50 ofrecen cartas con opciones gastronómicas libres de gluten. “En el mejor de los casos, la recurrencia de pedir siempre los mismos platos termina por hacerme conocida en determinados restaurantes y por eso mis salidas a comer se reducen a dos o tres lugares”, confesó.
Otro de los temas que preocupa a Adriana, como a tantos celíacos, es el precio de los productos que se venden para los que padecen la enfermedad.
“Todos me dicen que ahora hay muchas cosas para celíacos y es cierto. El problema es que una caja de cereales cuesta 57 pesos, un kilo de harina 45, un paquete de galletitas, como buen precio, ronda los 20”, detalló.
“Yo por suerte, puedo comprar esos productos, pero sé que no todos los celíacos tienen esa posibilidad. En una salida pedí una porción de fainá con el agregado de queso y salsa y me la cobraron 54 pesos. Desde que descubrí que era celíaca, hace cuatro años, nunca más pude tener una torta de cumpleaños, o si no la tengo pero para que la coman los demás”, cerró.
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