Nicolás Migueiz Montán tiene 34 años, es de Zelaya, y es el guardavidas argentino que rescata refugiados en el mar Egeo. "En el momento no me pasó nada, había que seguir. A la noche me encerré en la habitación y lloré como un bebé", explicó el hombre que se hizo conocido por una foto que circuló en todo el mundo, en charla con Diario Veloz.
"Las mafias turcas les cobran entre 1.500 y 2.000 euros para cruzarlos a Grecia. Pensemos que para los que tienen papeles y pueden tomar un ferry, es un viaje de 15 euros. Nos hemos encontrado con personas encadenadas en las embarcaciones. Después entendimos que los traficantes los encadenan adentro para que no se vean y nadie los pare. Además, los traficantes los suben y a los pocos metros se tiran al mar, los rescata otro y obligan a los refugiados a seguir solos. Por eso terminan manejando personas que nunca manejaron antes, los motores se rompen y muchas embarcaciones quedan a la deriva. Encima, para ganar más plata, suben a 50 personas en botes para 20. Como no soportan el peso, se empiezan a llenar de agua. El otro día, una mujer venía con su bebé atado con film en la panza. El bote se llenó de agua y el bebé llegó ahogado", comenzó el relato de Migueiz.
"El otro día había mala mar y una ola hizo caer a un chico al agua. El resto de la familia no pudo tirarse a buscarlo porque saben que si se tiran nadie los espera y mueren todos. El día del peor naufragio, les pedíamos con señas a las mujeres que acaricien a los chicos, porque estaban en shock. Imaginate, había mamás que acababan de perder a sus hijos y uno pidiéndoles que acaricien a los hijos de otro", narró el rescatista al diario Clarín.
En cuanto al contacto con los refugiados, Nicolás admitió: "No podría mantenerlo. Prefiero pensar que esos bebés a los que saqué y traté de reanimar están vivos".
"Nunca podría decir que yo soy un héroe. El otro día había un grupo de afganos que habían caminado un mes y medio por las montañas. Un mes y medio caminando, para después llegar y jugarse la vida en el mar ¿sabés lo que es eso? Yo después vuelvo a mi casa y mi vida sigue. Ellos, si se salvan, van a un campo de refugiados. Es muy difícil pero prefiero concentrarme en lo positivo: cuando podemos salvar a alguien tal vez tengan una oportunidad más para reconstruir su futuro", finalizó el joven zelayense.
Dejar un comentario