Viernes 18 de Abril de 2025

Miguel Wilk: "Yo no acepto la previa, como tampoco apruebo la marihuana libre"


  • Sábado 28 de Marzo de 2015
Imagen del articulo
http://youtu.be/8P8I4FIafZc "Tengo 34 años sin alcohol ni drogas", afirma Miguel Wilk desde su oficina en Florida 479. El director del centro para tratamiento de drogadictos, Comunidad San Andrés, lleva más de 25 años trabajando en Pilar. Sin carteles que la identifiquen, esta antigua casona parece ser solo una más. Pero entre esas paredes que invitan a quedarse, hoy 22 pacientes están intentando empezar de nuevo. San Andrés empezó como un grupo autoayuda, pero pronto se convirtió en una comunidad con varias sedes que recibe a pacientes adictos, de todas las clases sociales. El tratamiento que brinda Wilk busca resolver aquello que llevó a una persona a drogarse. Integral es la clave. Desde talleres de pintura, carpintería y teatro, hasta terapias grupales e individuales, el tratamiento no deja nada al azar. La recuperación comienza con la desintoxicación. Apenas ingresa el paciente, se frena el consumo y es tratado por el doctor y la psicóloga de la comunidad. Esta etapa dura entre 90 y 120 días. Enseguida sigue el abordaje de la adicción psicológica. ¿Qué es lo que no te deja soportar la vida tal cual es? Sigue la rehabilitación orientada al entorno familiar, y finalmente, la etapa más difícil: reinsertarse en la sociedad. El desafío es continuar con el estilo de vida sano adquirido en la comunidad. "Volver a dormir de noche y vivir de día, al revés de lo que hacen los adictos", resume Wilk. Miguel sabe mejor que nadie que no es fácil. Tenía tan solo 12 años cuando empezó a drogarse y 17 cuando cayó preso. Pero esa etapa de la vida solo le dio más herramientas para ser exitoso en lo que hace hoy. "Yo ya me sé todos los trucos", sonríe mientras está atento a los cuatro teléfonos que tiene la comunidad. Todo en aquel hombre parece decir "se puede". ¿Cómo surgió la iniciativa para crear la Comunidad San Andrés? Desde que elegí la rehabilitación sobre el consumo activo. San Andrés nace como un pensamiento primariamente muy egoísta: para conservar lo que tengo y mantenerme bien, es necesario que lo comparta. Yo tengo comunidades terapéuticas porque me hacen bien a mí. Y si de paso la gente se recupera, mejor, porque uno pone toda su energía, conocimiento y esfuerzo. ¿Qué quiere decir que San Andrés sigue un modelo de comunidad cerrada? Significa que más allá de su voluntad, el paciente debe permanecer internado. Esto se determina por medio de una judicialización que la familia se encarga de hacer en el Juzgado de Paz. Para retener e internar a alguien, de acuerdo a la Ley de Salud Mental, es necesario que un juez avale la internación. ¿Y este modelo es el más eficiente para el tratamiento de drogas? Yo convertí mis comunidades en cerradas porque considero que es la manera que brinda más posibilidades para llevar la abstinencia durante los primeros 90 a 120 días. La comunidad cerrada nació por el tipo de drogas que hay. Hace muchos años, teníamos pacientes que tenían entre 30 y 40 años y 15 o 20 de adicción activa. Hoy recibo chicos de 16 años con 2 años de una carrera muy feroz, con otro tipo de drogas. El chico tiene 15 y ya tiene un prontuario de 300 fojas. Eso antes no pasaba. ¿Y el tratamiento hacia los menores implica mayor desafío? El desafío depende de cada paciente. Nosotros simplemente somos guías que ya conocemos el camino que otras personas están transitando y nuestro trabajo es ayudarlos a que no cometan los mismos errores que nosotros, más allá del abordaje terapéutico. Y quizás el mayor desafío sea lograr que el paciente supere la abstinencia y averigüe quién es. Nosotros nos enfocamos en por qué se droga la persona, no con qué. Es como tener caries. Podés tomar mucho Ibuprofeno y tener una adicción, pero el problema de base son las caries. El adicto es como si tuviera caries en el alma. ¿Qué ocurre con los que sufren recaída?   Yo no creo en la recaída. Para mí la persona que recae es porque nunca paró. Sí creo en algo que se llama reserva. Si yo cuento todo lo que siento, es porque sinceramente estoy pidiendo ayuda. En cambio, si me guardo ciertos secretitos, termino cayendo de nuevo a lo mismo. Quizás eso que me estoy reservando hace un montón de años es lo que está afectando. Para mí la recaída no existe ni es parte del tratamiento. Si hay recaída, entonces nunca se curó, era simplemente un paciente que pensaba como adicto pero que no consumía. Si la recuperación no pasa solamente por no consumir más, ¿en qué consiste? Tiene que ver con un cambio profundo en la forma de pensar, de vivir y de comprender el carácter que lleva a alguien a consumir drogas. Si uno logra ese cambio físico, psíquico y espiritual, entonces tiene la posibilidad de dejarlas. La idea es aprender a vivir bien, porque cuando uno vive bien ya no quiere drogas. Cuando encontras las caries, ya no necesitas el Ibuprofeno. Cuando el paciente encuentra el origen del dolor, no necesita seguir tapándolo. Las drogas son anestésicas, fugan al hombre de la realidad. El problema está en la realidad: ¿de qué te estás fugando? Solo si logramos resolver ese dolor, tenemos posibilidades de ayudar a esa persona. ¿Qué esfuerzos personales implican un trabajo como este? No es un esfuerzo, es un estilo de vida. Quizás más que esfuerzo es estar atento a lo que nos quieren decir los adictos. El adicto no habla y expresa lo que siente por cómo actúa o por un límite que no acepta. A veces una clase de teatro dice mucho más que un grupo de terapia. Hay que estar atento a los mensajes, a lo que dicen y, sobre todo, a lo que callan. Es importante ver cómo reaccionan frente a un límite, a un no y a una injusticia. La vida no es justa y los tratamientos no son fáciles. No son imposibles, pero tampoco son fáciles. Pensó en un modelo muy integral de tratamiento. No veo otra manera de hacerlo. El paciente necesita manos y mente ocupadas porque el adicto con tiempo libre es peligroso para sí mismo. Los pacientes vienen traídos por otros y a los dos días quieren irse. Pero acá muchos se encuentran con el límite que las familias no supieron ponerle. Las palabras perome gustaría, yo pienso, no quiero, acá no existen. Empezamos dando explicaciones democráticas, pero cuando no entienden es no y se acabó. Ya lo entenderá algún día, y si no lo entiende no importa, porque no tiene por qué entender todo. Eso también es parte del tratamiento. ¿Qué rasgos de la personalidad son frecuentes en los drogadictos? El adicto es muy soberbio, y es una de las razones por las que se droga. Se cree que nunca le va a pasar nada, hasta que un día se termina muriendo. Otros rasgos son la manipulación, el egoísmo y el egocentrismo. El adicto cree que el sol gira alrededor de él, no que somos todos parte de un sistema solar. Pero para que haya una persona que se drogó durante años, también hay una familia atrás que, consciente o inconsciente, lo habrá permitido. Es el familiar que justifica el porro o el alcohol porque dice que son solo travesuras. Cuando se da cuenta de que al hijo se lo está devolviendo la policía todo lastimado después de estar un mes en un penal, vienen y te dicen: “Mi hijo está en un problema gravísimo”. Lo que nos lleva a pensar: ¿cuándo se interna un paciente? Cuándo la familia toca fondo, no él. ¿Qué debe hacer una familia que quiere internar a un adicto? Lo primero que debe hacer es comunicarse con una comunidad para definir cómo debe actuarse según el caso. Lo ideal es internar al paciente. Si se lo puede traer, inclusive engañando, no importa. Es una mentira piadosa. Porque no hay ningún paciente que quiera internarse. La persona que se está drogando está enferma y no puede decidir sobre su cotidianeidad. Tiene que decidir su familia que está “sana”. Si una madre tiene un hijo que se está drogando, ella tiene que pensar por él. El hijo no puede pensar y no le va a pedir que lo ayude. No puede hacerlo porque no habla. La forma de decirte lo mal que está es consumiendo drogas. ¿A qué causas sociales podemos adjudicar la drogadicción? La previa. Está socialmente aceptado que un chico sea alcohólico. Para mí es una locura. Yo no acepto la previa, como tampoco apruebo la marihuana libre. Quien consume marihuana lo va a seguir haciendo, esté prohibido o no. Pero la sociedad no está preparada para ver a un chico en la calle riéndose por pavadas, orinado y después durmiendo seis horas en una vereda porque se fumó un porro. Y es la sociedad la que tiene que enfrentar esto, porque el adicto ya está enfermo. La gente que no consume es quien tiene que decidir sobre la vida de un hijo. Esto de no meterse en el cuarto de la hija de 15 años es una locura. ¿Cómo la vas a controlar si no sabes en qué anda? ¿De qué manera la vas a poder proteger? ¿Cómo no vas a poder saber si tu hijo está fumando porro? La visión de los padres es un principio fundamental. Un padre no trae un hijo al mundo para que sea su amigo. Amigos pueden ser cuando sean dos adultos. Pero mientras un niño es adolescente, necesita control y límites. Necesita que el padre esté muy encima porque la prevención es parte de todo. No hace falta que venga cinco veces borracho; hay que alarmarse la primera vez. La clave es la contención, y cuando no pueden, para eso estamos los profesionales. Lo que pasa es que es difícil aceptar esto. Uno como padre también siente que falló. Y es muy duro hacerse esa pregunta. Es más fácil echarle la culpa a la previa o a las travesuras. ¿En qué situación está Pilar en relación a las drogas? Como en todo el resto del país. Pilar es una de las zonas que más creció y eso trajo de la mano un montón de drogas sintéticas, consumidas por quienes pueden pagarlo, y drogas de la calle en las zonas marginales. Es un lugar más, con la misma violencia y locura de todos los lugares en dónde hay drogas. Y con respecto a la Argentina, estamos mejor de lo que pensamos y no tan bien como deberíamos estar. Este es un país exquisito más para el narcotraficante que para el consumidor. Es un verdadero paraíso fiscal, sumamente corrupto, de mucho tránsito y blanqueo de dinero. ¿Qué anécdota linda recuerda de la comunidad? Muchas. Grandes peleas que terminan con los pacientes diciéndome que soy como un papá para ellos, o que el tratamiento les cambió la vida. Ahora estamos cumpliendo un año con un paciente que tuvo siete tratamientos y nunca pasó de los seis meses. Anécdota es ver que la gente va cumpliendo su sueño, verlos hacer una vida linda. Es una emoción ver cómo se van incorporando a una sociedad que ni siquiera sabían que existía, conectarse con los sentimientos, y convertirse en un ser humano. Es ver como una persona que deja un modo de vida que nada tiene que ver con la vida. Como dice Emilie Schlinder, quien salva una vida, salva al mundo. Y para mí, con que se salve una persona, toda la vida dedicada a esto valió la pena.   Azul Rizzi

Dejar un comentario

Los campos marcados son requeridos *