Ahora que saben que vuelven, tienen que preparar todo. No se trata de un proyecto al azar. Detrás de este viaje, hay horas y horas de preparación, ansiedad, sentimientos encontrados y muchas ganas de ayudar cada vez más.
Son estudiantes de odontología, medicina o payamédicos. Cada uno trabaja por la suya o se prepara para terminar de formarse. Pero a todos los une la misma vocación: alegrarles el Día del Niño a los chicos que más lo necesitan. “Somos toda una comunidad”, cuenta Matías Zipffel, estudiante de odontología.
Ya es el segundo año que viajan a Machagai, una ciudad perdida en el norte de Chaco. Esta vez, los 48 chicos de la Escuela N° 386 los esperan más ansiosos que nunca. "Nos reciben con comida, dibujos, carteles -explica Erica Zipffel, estudiante de medicina- ellos están preparados para que vengas y ofrecerte todo".
Este año viajan del 14 al 17 de agosto, entusiasmados por seguir lo que empezaron. Quieren acomodar la biblioteca, armar dos computadoras, llevar la heladera, las bicicletas y repartir las nuevas donaciones que juntaron. “Todo lo que nos dan, lo subimos a Facebook. Foto testigo, para que la gente vea que sus donaciones llegan a la gente”, aclara Gastón Garayo, que todos los años se disfraza de payaso para alegrar a los chicos.
¿Cómo surgió el proyecto?
Gastón: Yo empecé en el 2010 con la línea 291cuando me invitaron a viajar con ellos para actuar de payaso. Siempre llevaban donaciones pero querían incorporar a alguien para jugar con los chicos. En agosto de 2010 fue mi primer viaje y lo hicimos hasta marzo de 2012, que tuvimos que abandonar porque la empresa no quiso colaborar más con el micro. Fue el año pasado cuando arrancamos la campaña para hacer otro viaje por nuestra parte.
Matías: El año pasado fuimos nueve. Alquilamos un camión y nosotros nos movimos en combi. Ahí llevamos todo el instrumental de medicina y odontología, y en el camión mandamos todas las donaciones: ropa, comida, juguetes, pintura. Pintamos toda la escuela y el jardín, que estaban muy deteriorados. Hay muy poco cuidado porque no están acostumbrados a exigir un lugar adecuado para los chicos. Además, atendimos a alrededor de cien personas en odontología y medicina.
¿Cómo sintieron esa experiencia?
Matías: Es muy lindo y a la vez te da mucha bronca. Si lo podemos hacer nosotros, que es todo sacrificio, cómo no lo puede hacer el ministerio de Salud, la Nación, el que sea. Tienen muchas necesidades, es otra realidad. Si bien acá en Pilar hay pobreza, es distinto allá, porque no tienen nada. Quizás la comida que les da la escuelita es la única que tienen en el día, y es algo muy básico.
Erica: La verdad es que son muy agradecidos. Realmente no quieren que nos vayamos y cada vez nos esperan con más ganas. Te das cuenta que lo sienten porque nadie se preocupa por ellos. Muchos no sabían qué era un odontólogo o qué era un médico, por ejemplo.
Gastón: Pero siempre te dan ganas de seguir haciéndolo. Llegás el primer día y los chicos te miran con miedo o con asombro, pero cuando te vas... no se puede explicar. El año pasado nos nombraron padrinos de la escuela, así que también sentimos la obligación de ir para que no sea algo de solo una vez.
¿Cómo es la jornada allá?
Matías: Todos hacemos todo. Uno está armando los festejos del Día del Niño, el otro está atendiendo, mientras arreglamos el agua o terminamos de pintar. Otro reparte la ropa. Por suerte tuvimos mucha ayuda de los padres.
Gastón: Allá la ropa se arruina y se rompe muy fácil. Por todo el polvo y por el uso, queda todo destruido. Y como además se suma gente de otras escuelas, tenemos que distribuir muy bien las cosas. Se corre rapidísimo el rumor. A veces llegaba gente de otro lado que nos pedía una leche para sus chicos y nosotros íbamos preparados con cincuenta cajas de comida para las familias de allá. ¿Pero le vas a decir que no? Así que también teníamos que desarmar las cajas para que haya un poco para cada uno.
Erica: Son gente que se siente olvidada, y que no puede creer que alguien de tan lejos esté yendo a verlos a ellos.
¿Cuándo empiezan a prepararse para ir?
Gastón: La campaña del año pasado la empezamos en marzo. Mucha gente nos apoya porque sabe que llevamos las donaciones. El año pasado arrancamos sin nada y conseguimos muchísimo gracias a que buscamos por todos lados. Fue el sacrificio de pagar todo a pulmón. Este año tenemos más material. Ahora estamos vendiendo rifas para alquilar el micro, porque viajar hasta allá sale carísimo.
Matías: Para el viaje del 2014 hicimos un video con todas las entregas de las cosas: ropa, pintura, comida. Lo hicimos para mostrar qué entregamos, qué hicimos, quiénes participaron. Para que la gente que dio, vea el video y sepa de verdad que la finalidad es llevárselo a la gente y no venderlo. Si no, está la desconfianza de no saber qué pasa.
Erica: Lo que notamos es que mucha gente quiere colaborar. Por ahí no sabe a quién dárselo. El tema es que no sabe si confiar o no confiar.
¿Cómo fue la dinámica de trabajo?
Matías: Llevábamos todo organizado pero cuando llegamos, nos encontramos con otra realidad. Lo que pasa es que llegás y hay otros problemas que ni esperaste. Generalmente lo llevamos planeado, pero cuando estás en la escuela es cuestión de resolver en el momento. Erica se encarga de todo lo que es cuidado en medicina y Gastón organiza la pintura, los arreglos y la ropa.
Erica: Cuando estás allá, te dan ganas de estar en todos lados. Yo estaba atendiendo y me daban ganas de repartir comida con ellos. Y no podes. De los nueve que viajamos, hay tres que tratan a los chicos de los dientes. Yo estoy con las revisiones. Y quedan otros cinco para hacer todo el resto.
Desde sus especialidades, ¿qué cuestiones son las que vieron más descuidadas?
Matías: Desde odontología, la boca no está tan mal. No hay tantas caries porque los chicos no consumen mucha azúcar. Había mucho sarro, enfermedades peridontales y alguna infección.
Erica: En medicina el mayor problema es que no se controlan el Chagas. No se controlan con electrocardiogramas, no reciben el tratamiento que tienen que recibir y después con el tiempo van a surgir muchas complicaciones, especialmente a nivel cardíaco. Pero eso no lo podes modificar, porque más que hacerle el electrocardiograma no puedo. Les hago el diagnóstico, pero ellos después tienen que ir al hospital, que es desde donde baja la directiva para que les den la medicación. Y eso no pasa. Yo puedo llevar ciertas medicaciones, pero eso tiene que venir directo del hospital del municipio. Por supuesto, los trato cuando están enfermos en el momento, les explico cómo se tienen que cuidar de la vinchuca y les hablo de educación sexual. Pero más no les puedo resolver.
Gastón: El problema es que sus casas son muy precarias, están todas abiertas y es muy difícil recibir ayuda cuando tienen algún problema. Cualquier cosa que necesitan está a cien kilómetros, viven aislados. La única opción sanitaria es una salita en un pueblo cercano, pero la médica atiende cada dos meses.
¿Cómo se sienten al volver de allá?
Matías: Te da mucha bronca saber que hay ciertos temas que no podes resolver y te volves con el dolor de no haberle podido dar un poquito más. Tu trabajo llega hasta cierto punto y te quedas con ganas de poder hacer muchísimo más. Nosotros hacemos lo que podemos en el momento, pero su vida sigue igual después. Más que enseñanzas y medicamentos o cepillos de dientes, desde nuestro lugar es imposible resolver los grandes problemas que tienen.
Erica: La palabra es llorando. Te querés traer a todos los nenes. Pero sí…nos volvemos llorando.
Dentro de unos meses, 14 jóvenes van a dar su tiempo y su alegría a chicos que están aislados de los grandes intereses. Los Padrinos de Narices Rojas hacen mucho más que ayudar, muestran cómo se puede hacer tanto, siendo tan pocos.
Azul Rizzi
Dejar un comentario