Es el de la amistad un tema presente tanto en las sentencias de los pensadores como en los dichos y preocupaciones de la gente común. Como el pan, está en boca de todos porque sin duda su linaje es tan antiguo como el pan.
Sobre este tema se ha dicho mucho, a veces repitiendo frases hechas y de tanto en tanto un concepto profundo o ingenioso ilumina un aspecto que hasta entonces no habíamos tenido en cuenta. Resulta por lo visto una veta inagotable. También hay que reconocer que es un terreno donde se repiten lugares comunes, afirmaciones que más que revelar suelen velar la verdadera índole de la materia en cuestión.
Hoy recurriremos a una brevísima antología de aforismos. Hemos seleccionado para ello dos autores reconocidos por la aguda inteligencia de sus textos.
Friedrich Nietzche (1844-1900) quien como sabemos cultivó con gran talento el “ensayo filosófico” no desdeñó sin embargo escribir esos textos breves resultado de una gran capacidad de análisis y de un extraordinario poder de síntesis, me refiero a los aforismos, las sentencias, lo que suele llamarse literatura epigramática. Frecuentó este género y de él dijo: “El aforismo, la sentencia son formas de la eternidad. Decir en diez frases lo que otro dice en un volumen, lo que otro no dice en un volumen”. La amistad es un tema que aparece en varias oportunidades en sus aforismos de los cuales recuperamos algunos para la memoria y la reflexión:
“Para el solitario, el amigo es siempre el tercero; el tercero es el corcho, que impide abismarse en las profundidades el coloquio de los otros dos. ¡Ay! existen demasiadas profundidades para los solitarios. Por eso aspiran a un amigo y a la altura de un amigo”.
“El amigo debe ser maestro en la adivinación y en el silencio: tú no debes querer verlo todo. Tu sueño debe revelarte lo que hace tu amigo durante la vigilia”.
“Es preciso que tu compasión sea una adivinación: a fin de que sepas primero si tu amigo quiere compasión. Acaso ama en ti el rostro altivo y la mirada de la eternidad”.
Otro maestro del género ha sido sin duda Oscar Wilde el notable escritor irlandés de habla inglesa (1854-1900). Sus aforismos han perdurado a tal punto que son citados muy a menudo. El ingenio que derrochan estas ocurrentes sentencias (muchas veces puestas en boca de los personajes de su narrativa y también de sus obras teatrales) ha hecho que a veces se lo haya tildado de superficial. También él, sobre la amistad, tuvo algo que decir.
“Sí, el amor está muy bien, a su modo, pero la amistad es una cosa mucho más alta. Realmente, nada hay en el mundo más noble y raro que una amistad verdadera”.
Y alguna vez, no sin amargura, tal vez, escribió: “Todo el mundo es capaz de simpatizar con las desgracias de un amigo, pero para simpatizar con los éxitos de un amigo, se requiere una delicada naturaleza”.
Y... por estos pagos... Dolina...
Hablamos de ingenio, una palabra un tanto fuera de uso, un poco alicaída, quizás, a la que tendríamos que agregar ironía, humor, gusto por la paradoja, y a todo ello, una dosis de ternura comprensiva con cierto aire familiar que nos desalmidona. Para llegar por fin a nuestro zarandeado presente y a Buenos Aires donde desde algún lugar (es un tanto ubicuo) se nos aparece Alejandro Dolina que también dice lo suyo.
“Muchos pensadores han creído notar que en estos tiempos, la amistad es más un tema de conversación que una actividad concreta. Por cierto es relativamente fácil encontrar personas dispuestas a componer canciones sobre los amigos. En cambio es bastante difícil conseguir que esas mismas personas le presten a uno dinero”.
Según parece el sentimiento amistoso se halla en decadencia. Todos los días uno tropieza con canallas que lejos de preocuparse por la escasez de amigos, se jactan de ella.
- Yo, amigos, lo que se dice amigos, tengo muy pocos, o ninguno -nos gritan en la cara-. Y uno advierte que el sujeto está esperando que lo feliciten por semejante hazaña” (...).
“(...) Nadie podrá rescatar a los amigos perdidos. Poco podrá hacerse para librarnos de los desconocidos que llenan nuestro tiempo. En todo caso cada uno de nosotros deberá cuidar lo poco que tenga. Sin componer canciones, ni escribir poemas. Se trata únicamente de sentarse un rato en la vereda o de matear en silencio con los que están más cerca de nuestro espíritu. Si uno no tiene ya a los de antes, cabe decir que tal vez existen en el mundo amigos viejos a los que todavía no conocemos.
Yo mismo, las otras noches resolví salir de mi encierro y lleno de ilusiones me encaminé a cierta esquina que conozco. Tenía ganas de fumar en silencio junto a tres o cuatro sujetos que se estacionan en ese lugar. Pensaba además cosechar algún guiño amistoso después de estos años en que estuve ocupado. Pero algo raro debe de haber sucedido, porque no había nadie”.
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