La escritora habla de los inicios de su carrera, sus libros y sus entretelones. “Escribo a partir de imágenes que no sé bien de donde vienen”, cuenta y adelanta que ya está pensando en su próxima historia.
Con varias novelas y premios en su haber, Claudia Piñeiro es una de las escritoras argentinas contemporáneas más reconocidas. A cuatro meses de la publicación de su último libro, la autora de Las viudas de los jueves y Betibú recibe a Resumen en un café cercano a su casa en Del Viso, cuyas calles que la rodean, tras pasar las barreras de seguridad, bien podrían ser inspiración de alguna intrincada historia de crimen y misterio.
¿Cómo fue pasar de tu carrera de contadora a la de escritora?
Escribir escribí siempre, pasa que como nadie te da título de escritora, el tema es cuando uno decide que quiere dedicarse a eso como tarea prioritaria. Siempre escribí pero trabajaba de otra cosa, era contadora, nunca se me había ocurrido que yo podía publicar una novela. Un día iba en un avión volviendo de San Pablo y vi un aviso de un concurso literario y dije ‘cuando vuelva pido una licencia, escribo una novela para ese concurso’. Quedé finalista y eso fue como el primer espaldarazo.
Habrá sido rotundo el cambio en tu estilo de vida.
Sí, pero lo que pasa es que trabajar de contadora en la manera en que yo trabajaba eran muchas horas diarias. Después empecé a buscar trabajos de otro tipo que tenían que ver con la escritura, con menos intensidad horaria para poder escribir, pero trabajar de algo siempre tenés que trabajar. Son pocos los que pueden dedicarse solo a esto. El cambio de vida tiene que ver con haber dejado una profesión que me demandaba muchas horas para buscar otro tipo de trabajo. Pero escribir escribía antes y escribo después.
Dentro de la escritura te has dedicado también a hacer relatos para niños, guiones para tv y también sos dramaturga, es bastante amplio.
Donde más cómoda me siento es escribiendo novelas. Soy novelista antes que ninguna otra cosa. La escritura para chicos lo que me produjo es que es un proyecto de menos tiempo, con mucha más libertad de imaginación, es como limpiar las bujías en medio de una carrera y otra. Un poco con las obras de teatro pasa lo mismo, requieren menos tiempo de escritura y dan más libertad en cuanto al uso del lenguaje. Tiene que ser muy preciso en cuanto a las palabras que elegís, pero te permite usar cierto vocabulario que a lo mejor el tipo de prosa que yo escribo para una novela no me lo permite.
De todas formas la manera de escribir tus novelas parece bastante libre, por ejemplo con los diálogos.
Casi todas las formas de introducir los diálogos son diferentes. En Elena Sabe es de una manera, en Las Viudas de los Jueves es otra. Depende de lo vertiginoso de lo que estoy contando. A mí en particular el guión de diálogo me interrumpe mucho la lectura, entonces trato de evitarlo.
De los libros que escribiste, ¿cuál disfrutaste más o te representó un mayor desafío?
Cada uno tiene una cosa por la cual lo pasé bien escribiéndolo y lo pasé mal también. Hay momentos en los cuales tenés que conectarte con cosas que a lo mejor no te gustan tanto o que te producen dolor, pero no sé decir cuál es el que disfruté más, porque tampoco es que escribo para disfrutar, escribo porque es lo que hago, lo que quiero y lo que me pone en un eje. Quizás los libros para chicos sí tienen un disfrute particular porque uno piensa que el lector es totalmente diferente, y hay como un juego en esa escritura. Disfruto el hecho de escribir por la escritura en sí misma, más allá de lo que estoy escribiendo.
Tres de tus novelas fueron transpuestas al cine, dos de ellas con cambios muy grandes. ¿Qué sentís al verlas reflejadas en la pantalla, con detalles tan distintos a lo que escribiste originalmente?
Como soy guionista sé que la novela es un inicio de un proceso de representación. El director tiene que hacer otra cosa con ese texto y los actores también. Lo lógico es que la película no sea exactamente igual al libro. En el caso de Tuya pudo ser más fiel, porque la novela era más chica y cerrada, entonces el director se podía ceñir más al texto literario. Pero en el caso de Las viudas de los jueves y de Betibú, los dos directores tuvieron que elegir una parte de la novela y pararse en una de las subtramas. En el caso de Las viudas de los jueves, Marcelo Piñeyro se paró más en la vida de los personajes, en el caso de Betibú Miguel Cohan se paró más en la parte policial. Pero son decisiones que había que tomarlas.
Mencionaste las subtramas, y por más que generalmente te cataloguen como escritora de policiales, lográs un retrato muy contundente de la sociedad en varios aspectos.
En realidad no escribí esas novelas pensándolas como policiales, escribo novelas de personajes, y esos personajes viven en esas sociedades y a mí me gusta contar los condicionamientos sociales de esos personajes que los llevan a actuar de determinada manera. En varias de esas novelas hubo un crimen, y entonces hay enigma y búsqueda de la verdad y por eso se tira hacia el policial toda la novela. El caso de Betibú sí lo concebí como policial porque ya me había pasado varias veces y dije ‘esta la voy a escribir plantada en el género’. Así y todo tiene subtramas que no son policiales, como la vida de ella, el tema del periodismo. Me gusta más contar esa parte de la historia que la trama policial en sí misma. Pero es muy difícil contar un policial hoy sin contar la sociedad en la que se comete ese crimen. Las sociedades se cuentan también por los crímenes que se cometen en ella, me parece que es casi ineludible.
¿Por qué creés que, si no escribís pensando en un policial, siempre aparece una muerte como parte fundamental del relato?
Lo que pasa es que, como dice Mempo Giardinelli, el policial tiene una estructura de relato que es la estructura ética de la verdad. Si hay un muerto y alguien lo mató alguien tiene que investigar, y eso es típico del policial, más allá de que a mí por ahí me interesa más otras cosas de los personajes. No se puede dejar esa cuerda suelta, aunque no haya castigo, saber quien lo mató.
En cuanto a la inspiración para las historias, ¿cuánto hay de imaginación pura, cuánto de casos reales, o de tu entorno?
Es todo una mezcla de cosas, uno no sabe exactamente de dónde saca cada una. Es como cuando vos soñás y después te preguntás ‘por qué soñé con esto’. Cuando escribo tiene que ver con ese tipo de material, aparece una imagen que se compone de un montón de cosas y alguna cosa tendrá que ver con lo que yo vivo, otras con cosas que leí o escuché. Te quedan en la cabeza y vuelven de otra forma, se mezclan con cosas que uno ya trae y aparece la imagen disparadora de la historia. Pero es difícil diseccionar qué cosa tiene que ver con qué.
Saliendo de la ficción, fuiste una de las primeras en impulsar la campaña de Ni una menos. ¿Cuál es tu perspectiva de lo que fue finalmente la marcha?
Fue muy importante. Hay temas que la sociedad tiene que visibilizar. Y hay muchas organizaciones y muchas personas que vienen trabajando sobre el tema de la violencia de género hace mucho tiempo, pero faltaba un empuje para que lo vea más gente. Me parece que lo que permitió la marcha es eso, la visibilización de una situación, lo cual no quiere decir que eso va a cambiar la sociedad inmediatamente, pero me parece que es importante la toma de conciencia por parte de gente que no ha tenido nada que ver con el tema. Creo que eso permite pararse como sociedad en otro lugar, donde ya determinados chistes machistas o determinados comentarios no son bien vistos. Todo eso hace que de a poco se vaya cambiando una situación social que está muy arraigada.
Hace muy poco publicaste tu última novela, ¿ya estás pensando en la siguiente?
Sí, pero todavía lo tengo un poco difuso y todavía no me puse a escribir porque hasta que no tengo bien claro el comienzo y los personajes, no me siento a escribir. Lo tengo en la cabeza, pero no está bajado todavía a palabras.
¿Hay algún tema que te haya quedado en el tintero pendiente para escribir?
No me pasa porque no escribo a partir de temas. Son imágenes que no sé bien de donde vienen, así que no hay temas pendientes. Tiene que aparecer otra imagen. Y a partir de esa imagen, cuando avanzás con la novela, aparecen temas. Entonces sucede que cuando termino la novela el editor te muestra la contratapa y decís ‘es verdad, son estos temas’, pero no lo pensás al escribirlo de esa manera, sino como determinado personaje al que le pasa algo, los temas están tácitos. Me quedan imágenes, que no tengo anotadas, están en mi cabeza y a lo mejor en el momento en que me pongo a escribir aparecen.
Cualquier similitud con la realidad…
Una de las novelas más populares de Claudia Piñeiro es Betibú. Para aquel lector que haya encontrado ciertos parecidos con hechos reales, aquí se devela el misterio: la muerte que desencadena toda la trama (pero nada tiene que ver con las posteriores), sí está basada en el crimen de una socióloga en un barrio privado de Pilar ocurrido en 2002. De hecho, hasta son parecidos los apellidos de ambos maridos, Chazarreta el de la ficción.
Sin embargo, El Tribuno, diario enfrentado con el gobierno, no es ningún medio en particular, así como el barrio La Maravillosa es un conjunto de distintos barrios cerrados.
Florencia Taranto
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