Cualquier persona que conozca a Carlos Fontana puede afirmar sin dudar que es un hombre que cumplió todos sus sueños. Con más perseverancia que suerte, Carlos Fontana se convirtió en un “gurú” del fútbol argentino. Entrenador nato, pasan los años y el mundo del deporte lo sigue teniendo presente. “Todavía lo llaman jugadores de fútbol para agradecerle por el entrenamiento que les dio”, afirma su esposa desde hace 58 años, Anatilde Baiocchi, “le dicen que fue el único entrenador que jamás repetía los ejercicios”.
Nacido en Rosario, “Carlitos” Fontana entró al mundo del deporte como profesor de educación física y psiquiatra pedagógico. Fue un complemento ideal para convertirse en entrenador de fútbol, respetado y consultado hasta la actualidad. Su primer éxito fue el equipo de la B, Nueva Chicago. Era el año 1963 y el club le dio amplia libertad para entrenar. Coincidencia para los escépticos y habilidad para los creyentes, ese año salieron campeones. Fue el principio de una carrera que desbordaría lo local.
Como un secreto a voces en el mundo del fútbol, el nombre Carlos Fontana empezó a tener resonancia. Trabajó en 22 clubes: Boca, Almagro, Lanús, Banfield. Pero sería finalmente el primer club extranjero de los 26 siguientes, el que cambiaría la historia. En la escuela porteña donde trabajaba como profesor había sido elegido como padrino para vestir y acompañar a los alumnos para un campeonato en la Embajada de Estados Unidos. Fue el momento equivocado: corría el año 1973. “Los montoneros creyeron que era un alcahuete de la CIA y entonces amenazaron a toda mi familia”, cuenta todavía en voz baja. Pero lo que empezó siendo un lugar de refugio, terminó convirtiéndose en una de las experiencias más enriquecedoras de su carrera.
Brasil recibió a este argentino que escapaba de una amenaza de muerte. "Trabajé en el club La Portuguesa de Sporto, con Otto Glória, el mejor técnico de todos los tiempos", recuerda. El entrenamiento que conoció allí, sería una de las primeras chispas que revolucionarían su concepción del fútbol. “Los jugadores entrenan en conjunto con el médico, psicólogo y psiquiatra, uno aprende a dejar de lado la vanidad”, dice Fontana desde su casa en Pilar desde 2004. Trabajó para el club por tres años, hasta que decidió que era hora de volverse a la Argentina.
Ya de vuelta en el país, perteneció a la Escuela de Técnicos de la AFA, en aquellos tiempos en los que solo se graduaban 30 directores técnicos en lugar de los 1000 actuales. Fue en ese entorno donde nacieron las conexiones que le permitieron seguir formándose afuera: Ecuador, Venezuela y Estados Unidos son algunos de los destinos. “Cada una lugar, una experiencia”, resume. Una de las personalidades con las que tomó contacto fue el ex jugador de futbol brasilero, Edson Arantes do Nascimento, mejor conocido como “Pelé”. Fontana viajó a Estados Unidos cada dos años a una de las tantas escuelas de fútbol que fundó el jugador alrededor del mundo.
Y entre partidos y viajes, su perfil como entrenador adquirió una nueva cara. “Mi mujer está de testigo: les escribí a la NASA para pedirles documentos sobre la preparación física del astronauta”, cuenta varias décadas más tarde. Cuando el sobre tan ansiado de la NASA llegó, Fontana se familiarizó con el concepto de ingeniería humana. Mucho iba a lograr con una nueva teoría de entrenamiento que se distanciaba de las prácticas convencionales en el fútbol que gastaban a sus jugadores.
“El hombre tiene tantos recursos para ayudarse a sí mismo que hay que dejarlo con libertad”, explica Fontana sobre la ingeniería humana. El concepto surgió de Nicolás Pende, un italiano que a partir de los estudios de Alexis Carrel, se formó a la idea de conocer los atributos del hombre y respetarlos. La teoría triunfó en la astronáutica y enseguida se empezó a hablar de una cuarta ola en el desarrollo del hombre guiada por el deporte. “El deporte tiene que surgir a partir del conocimiento del humano en todos los aspectos, hasta para adaptarse a la naturaleza y ambiente socioeconómico y político”, resume. El entrenamiento integral es la clave.
Con el correr del tiempo y su interés en el tema, propuso aplicar la ingeniería humana al fútbol. “Di varias charlas en escuelas técnicas pero resultaron un fracaso porque lo tomaron como una cosa muy idealizada que nunca iba a concretarse”, cuenta. Pero nada fue suficiente para desmotivarlo. A lo largo de su vida, escribió mucho sobre el tema y desarrolló una rutina para llevar a cabo. Fue su esposa la que finalmente le regaló la publicación de su último libro, “La ingeniería humana en el fútbol”.
El libro, que será presentado en Pilar Point y en la Escuela de Técnicos de Vicente López por Enrique Macaya Márquez, propone terminar con la manera mecanizada y “antihumana” de entrenar al deportista. Fontana es muy crítico del fútbol argentino: “Por cada 22 jugadores, 10 terminan lesionados; el fútbol actual está manejado por empresarios que acortan la carrera del deportista y generan un ambiente de competencia muy agresivo”. Este enojo fue el que le brindó la energía para hacer públicas sus denuncias.
Pero “Carlitos” Fontana no es de esos que se quedan con lo que está mal. Su propuesta de rutina de entrenamiento posee siete pasos y no deja ningún aspecto al azar. Empezando por una entrada en calor divertida y útil para evaluar el estado de los jugadores, el autor de doce libros, propone ver al fútbol como atletismo. Esta mirada hace hincapié en los ejercicios que puede hacer el jugador, uno de los pilares básicos de la ingeniería humana. Sin olvidar el foco en el fútbol, el entrenamiento se orienta al rival con el que toca jugar y al día y horario. Pero sin duda las dos etapas más revolucionarias son el juego y la mente. El juego ayuda a los futbolistas a divertirse y a cultivar el compromiso a través del trabajo en equipo. Y la mente es la última instancia: lograr que el jugador se encuentre con el equipo y consigo mismo.
Carlos Fontana se recuerda en su juventud como un hombre alocado y anarquista. “Fui cambiando cuando me reconcilié con la doctrina católica”, cuenta a sus 84 años, “a partir de ahí fui más coherente y equilibrado y, más beneficiado por eso”. Su mirada tranquila parece contradecirse con la energía de un hombre que siempre se embarcó en nuevas aventuras. “A mí y a mi mujer nos gustaba mucho la música clásica, así que empezamos un programa de radio en FM Del Sol”, cuenta como al pasar.
Cualquier persona que hoy conozca a Carlos Fontana puede afirmar sin dudar que es un hombre que cumplió todos sus sueños. Revolucionario como entrenador de fútbol. Apasionado como escritor. Valiente como persona. Una vida absorbida por el esfuerzo de hacer lo que está bien y animarse a cambiar las reglas del juego. Una vida que le devuelve lo que trabajó, con reconocimiento y gratitud. "Seguro fue suerte", ríe Fontana como si no contara gran cosa.
Azul Rizzi
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