Sábado 23 de Noviembre de 2024

Agostina Bianchi: De Pilar a las grandes pasarelas del mundo


  • Viernes 28 de Noviembre de 2014
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La pilarense Agostina Bianchi tiene tan solo 37 años y ya varias pasarelas del mundo conocieron la marca de ropa, que lleva su propio nombre. De muy buen humor y vestida con un enterito simple, admite entre risas que últimamente prefiere no pensar mucho en qué se pone. Aun así, no deja de reconocer que es la primera en usar sus propios tejidos. “Estoy diseñando la temporada de invierno y tengo la cabeza gastada de colores”, cuenta desde su local en Ingeniero Maschwitz. La marca se especializa en tejidos de diseño de autor y es de lujo simple y onda slow. “Lujo simple porque no es el lujo relacionado a lo exuberante, sino que es aquel relacionado al tiempo”, cuenta la diseñadora. Todas las prendas están hechas a mano y llevan un tiempo determinado de costura. Y es de onda slow porque se contrapone a las marcas que siguen las tendencias constantemente. Está en contra del use y tire de la ropa. “Mi marca trabaja con diseños que pueden usarse en distintas temporadas y no pierden vigencia”, concluye. Agostina sigue cada etapa en el proceso de fabricado. Trabaja con materiales y mano de obra exclusivamente argentinos, y solo utiliza aquellos tejidos que fueron producidos teniendo en cuenta el cuidado de los animales. “Me interesa el consumo consciente y busco que la gente sepa quién tejió la prenda, de qué manera y con qué materiales”, afirma. Como filosofía de la marca, siempre reutiliza los hilados y evita generar desperdicio en el medio ambiente. Todo esto, sin perder el estilo, la originalidad y la elegancia de las prendas. La pilarense que recorrió el mundo con sus diseños, tiene una enorme conexión con la ciudad que la vio crecer. Hace ya siete años que trabaja con la comunidad Toba de Pilar. El ministerio de Acción Social la contactó para que trabajaran en conjunto, con el objetivo de que los Tobas se reinsertaran en la comunidad. Entre charlas y semanas, quienes estaban a cargo de la misión, fueron trasladados y el proyecto quedó en el aire. Fue la iniciativa de Agostina la que terminó de hacer el contacto. ¿Cómo es tu relación hoy con la comunidad Toba? Increíble, le da un valor agregado a la ropa muy lindo. Ellos ponen sus conocimientos en el desarrollo del telar ancestral y yo les proporciono el diseño y el material. Cuando empezamos a trabajar en conjunto y me mostraron lo que hacían, noté que utilizaban materiales muy rústicos y estéticamente no comerciales por tener una impronta demasiado indígena. El desafío fue combinar las dos cosas y que si bien fuera una técnica utilizada por ellos, quedara visualmente acorde a mi marca. ¿Cómo sentiste el desafío de ser la primera camada de la Universidad de Palermo en recibirse de Diseño de Indumentaria? Fue una apuesta. Al principio existía la carrera de diseño gráfico con especialización en moda, pero cuando fui a anotarme me dijeron que eso ya no existía más y que había abierto la carrera de indumentaria. Menos mal que me animé, porque diseño gráfico no era lo que quería. Como no tenía a nadie conocido en este rubro, logré la marca gracias a lo que estudié, tanto en la universidad como en los cursos, a los ensayos de prueba y error y mucha investigación. Y, por supuesto, la experiencia que te van dando los años. Si comparo colecciones mías de los primeros años y las actuales, hay un pequeño abismo. Si tuvieras que elegir la forma de vestir de una mujer en cualquier lugar del mundo, ¿de dónde sería? Siempre miro cómo se viste la mujer de la calle, porque cada una le pone su sello y eso me inspira mucho a la hora de diseñar. La que más me gusta cómo se viste es la mujer en Milán. Es minimalista pero a su vez tiene mucho estilo y es elegante. Las veía en bicicleta, con sus trajes y su carterita en el canasto y siempre estaban impecables. Y aunque esto en Argentina no se ve mucho, las mujeres buscan arreglarse. Hay mucha variedad, pero en general, las argentinas se destacan por combinar todo, y esto es algo que no pasa en todos los lugares del mundo. ¿A quiénes te imaginas usando tu ropa? Apunto a un público que va entre los 28 y 48 años. Una mujer que viaja, que aprecia el diseño y el valor agregado que tiene el producto. Es alguien que se interesa por el consumo consciente y la elaboración artesanal, pero que sigue teniendo estilo. Busco resaltar las cosas lindas del cuerpo de la mujer sin hacerla sentir que el tejido le marca algún defecto. Tenemos diseños para todos los talles y para distintas edades. La idea es que cada una encuentre su producto. En septiembre de 2013, Agostina Bianchi se convirtió definitivamente en una diseñadora internacional. Su marca ya tenía una impronta personal y su producto la identificaba en los grandes mercados de la moda. Representando a la Argentina, viajó al Mercedes Benz Fashion Week en Nueva York, una de las grandes capitales de la moda. Y como el mundo no se quedó conforme con las cinco pasarelas que exhibieron los tejidos de la diseñadora, en mayo de 2014 volvió a la escena internacional con el Miami Fashion Week, y esta vez, con veinte pasarelas. ¿Cómo fue la experiencia en la Mercedes Benz Fashion Week? Fue impresionante. Estuve con diseñadores super conocidos, que veía solo en revistas internacionales, como Marc Jacobs o Michael Kors. Y estar con ellos de igual a igual fue fantástico. Fue como jugar en las grandes ligas. La emoción que sentí al representar Argentina es inexplicable. Éramos seis diseñadores argentinos, cada uno en su propia especialización. Y aunque fueron todas propuestas diferentes, el grupo en conjunto se veía bien. Y allá a la gente le atrae el diseño argentino. ¿Cómo fue que llegaste a uno de los desfiles más reconocidos en el mundo de la moda? Fue una convocatoria lanzada por Cancillería Argentina. En septiembre de 2013 presenté mi portfolio, con todos los requerimientos que exigían: colección, detalle constructivo de las prendas, materiales. Esa carpeta llegó a los organizadores de la feria y eligieron mi propuesta. Fue una alegría impresionante. Era la segunda vez que presentaba. La primera no había quedado, pero en la segunda corregí los errores y quedé. ¿Corriste mucho entre pasarelas? Para nada, fue un placer. El problema es que te mal acostumbras. Allá había al menos 500 personas, entre estilistas, asistentes y maquilladores para asistir a cinco diseñadores. Disfruté muchísimo los desfiles porque yo solo tenía que aprobar o desaprobar. Acá el diseñador está acostumbrado a hacer todo. Algo está arrugado y lo planchas, falta un maquillador y maquillas. No tenemos la misma organización que allá, donde todo está estipulado. De hecho, si te pasas de horario y no desalojas el salón a la hora pautada, te multan. ¿Cómo elegiste a tus modelos para los festivales? Por medio de lo que se llama booker, un profesional de moda que conoce a todas las agencias de Nueva York. Le pedí qué características quería y ellos me armaron los distintos perfiles. Entonces me presentaban, por ejemplo, a varias modelos para perfil latino. Yo no sabía cuál elegir porque eran todas perfectas, altas y estilizadas. Acá si haces un casting, vienen de todas las alturas y tenés que ir eligiendo vos acorde al conjunto. ¿Cómo es tu actitud con respecto al trabajo? Soy adicta al trabajo. Me levanto temprano y quizás sigo hasta las 10 de la noche. Más en los momentos en los que tengo que diseñar, porque tengo que estar especialmente concentrada. No es fácil diseñar de la nada, tengo que conectarme para que me broten las ideas. Tengo que pensar en un concepto y a raíz de eso, se van desprendiendo los colores y las formas. ¿Qué es lo más lindo y lo más complicado de la industria de la moda? La moda siempre va innovando en tendencias nuevas y es muy interesante observar ese mecanismo cíclico en el que una moda nueva hace morir a la anterior. Siempre se va reinventando. Esto, que me parece muy interesante es, a su vez, lo que menos me gusta. Porque genera la vorágine del consumo porque sí. Hay una insatisfacción permanente por esta cadena que genera la idea de que lo que tenés, ya pasó. Tiene su lado bueno y su lado malo. Lo interesante es ver cómo funciona ese mecanismo, como se inventan cosas nuevas para que creas que lo que tenés, no sirve más.   Azul Rizzi

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