El analista político fue el orador de la cena mensual de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), realizada el jueves pasado en la Asociación de Criadores Pur Sang de la ciudad de Buenos Aires.
Antes de su disertación en la cena de ADEPA, el analista político Sergio Berensztein fue entrevistado por Daniel Dessein. Como notas salientes, refirió al rol y la credibilidad de las encuestas, el papel de los medios y la influencia del “factor Tinelli” en la carrera presidencial.
¿Qué nivel de credibilidad tienen hoy las encuestas, cuánto influyen en los armados políticos y en las definiciones electorales?
Las encuestas son instrumentos fundamentales para el diseño de las campañas y en muchos casos se utilizan para tomar decisiones de gobierno. Es muy importante entender cómo piensa la ciudadanía. Los gobiernos modernos no pueden prescindir de este contacto directo, sobre todo en un contexto en el que los partidos políticos están tan debilitados y ya no sirven de correa de transmisión entre las demandas de la sociedad y los espacios de diseño, implementación y control de políticas públicas. Hay ahí una deficiencia de la democracia contemporánea en la Argentina y en otros países. Con los candidatos pasa algo parecido. Son productos de marketing, y no lo digo peyorativamente. Es una realidad que, en todo caso, tiene que ver con las formas que adoptó la democracia en un contexto en el que los medios de comunicación son fundamentales, con el agregado más reciente de los nuevos medios derivados de la revolución tecnológica que suman complejidad. Me parece sano que haya intentos de generar debates pero también hay que entender que los candidatos, en una carrera electoral, deben ganar elecciones. No deben arreglar las deficiencias estructurales de la democracia. Cuando llegan al poder deben mejorarlas pero cuando están compitiendo tienen que utilizar los recursos que tienen, adaptarse al escenario que les toca y transmitir su visión tratando que la gente los vote. El problema de las encuestas es que muchas veces desplazan el debate político. Y eso está mal. No se pueden tomar decisiones de campaña, y mucho menos de gobierno, en base exclusivamente a lo que indican las encuestas.
La Iglesia criticó la farandulización de la política. ¿Cuán determinante es el “factor Tinelli”?
La Iglesia ha tenido un rol fundamental diciendo cosas que no queremos escuchar pero que son fundamentales. El narcotráfico, la pobreza, la desigualdad, entre otros temas. También es cierto que no puede pensarse una campaña sin una política de medios. La audiencia del primer programa de Tinelli equivale a aproximadamente 70 estadios de River llenos de gente. ¿Puede algún candidato obviar ese escenario? Un candidato no puede dejar de ir a lo de Tinelli. Creo que los tres mostraron atributos que los definen como personas y se adaptaron al formato. No se puede tomar lo que hicieron allí como indicador de lo que piensan de la Argentina. Tampoco se trata de un fenómeno exclusivamente argentino. Barack Obama va al programa de David Letterman o a otros “late night shows”. El problema es si todo se reduce a eso. Lo importante es que exista debate, que no se circunscribe a lo electoral. El principio de deliberación en una democracia se extiende a muchos ámbitos: el Senado, la Cámara de Diputados, se genera entre el Gobierno y los sindicalistas, empresarios, consumidores, grupos de la sociedad civil, el mundo académico.
¿Cómo cree que afectó a la prensa la campaña antiperiodística de los últimos años?
Los medios se deben una reflexión muy seria. La Argentina no fue una excepción dentro de lo que pasó en muchos países de América latina, como Ecuador y Venezuela. También los medios deben hacer una autocrítica y repensar cuál debe ser el rol de los medios. Hay que responder por qué hubo relaciones armónicas y divorcios. Los medios, al mismo tiempo, sufrieron cambios de fondo que afectaron a la industria a nivel global. Pero siguen teniendo un rol fundamental en la democracia, entendiendo que no deben desplazar a la política. Hay que volver a distinguir adecuadamente la opinión de la información, particularmente en una sociedad que lee cada vez menos y más rápido. La “cultura del tuit” exige mayor atención en esta cuestión. En medio de la batalla es difícil pedir objetividad. Pero viene una nueva etapa que permite repensar lo que se hizo y volver a empezar.
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