Marcelo Vaiani, fiscal general adjunto de San Isidro, y quien lideró la investigación que resolvió el caso, habló en exclusiva con Diario Resumen.
Fue el caso que mantuvo en vilo a Pilar y alrededores durante toda la semana pasada. Ludmila Di Venuta había desaparecido de su casa del barrio De Vicenzo Chico el pasado miércoles 12, llevándose una valija con ropa y dejando tras de sí una carta en la que decía a su familia que no la buscaran. Y no se supo absolutamente nada más por varios días.
Recién el lunes siguiente se asignó el caso al fiscal adjunto Marcelo Vaiani de la Fiscalía Especializada en Delitos Conexos a la Trata de Personas y Violencia de Género para que tomara las riendas de la investigación. El fiscal accedió a hablar en exclusiva con Diario Resumen dos días después de haber arrestado a quien secuestró a la joven.
“Muchas veces cuando se producen esas situaciones de fugas de hogar hay comunicaciones telefónicas o por red social, se ponen en contacto”, explicó Vaiani. “Pero acá hasta el lunes no había nada. Si bien el caso era ya algo serio, esa fue la primera señal de alarma que nos empezó a preocupar”, apuntó.
¿Cómo empezó su rol en la investigación?
Cuando me dan intervención a mí, no teníamos ningún indicio de que se tratara de un secuestro pero lo enfocamos como si fuera así. Había datos, como la carta, para presumir que era una fuga. Pero uno se puede conformar con eso o tratar de imaginar otra cosa. A partir de esa decisión tuvimos un panorama mucho más amplio de situaciones que si no, no son tenidas en cuenta.
Lo que me llamó la atención fue que habían pasado cinco días y no había movimiento en las redes sociales, el WhatsApp estaba sin conexión desde que desapareció, el teléfono apagado. No había dato concreto de secuestro pero sí una preocupación de que esto no era una fuga de hogar común. No puede ser que a una chica de 15 años se la trague la tierra.
Con todas esas sospechas vagas sobre los hombros, el fiscal y su equipo de investigadores (de entre los cuales luego destacó la labor y profesionalismo del subcomisario Pablo Machicote, de la División Antisecuestros de la DDI de San Isidro) comenzaron ese mismo día a entrevistar tanto a las compañeras de colegio como a las amigas de Ludmila. Y nadie sabía nada.
A raíz de esas entrevistas se encendió la segunda alerta al surgir una versión de que la joven se venía contactando desde hacía un tiempo con una persona que nadie conocía ni había visto nunca. Un hombre que se hacía llamar “Rodo”.
¿Sospechaban que era una persona mayor que ella?
Se pensaba que era más grande porque hubo todo un tema de abordaje con regalos: una cadenita, un reloj, un smartphone de los caros. Y teníamos otro dato de que este tal “Rodo” la había pasado a buscar un par de veces por el colegio en un auto, un Renault Fluence negro.
Ya había una situación que se salía del molde de lo que podía ser una estrictamente adolescente. Ahí es cuando tomamos una decisión, que puede decirse “operativa”, de enfocar esto como si se tratara de un secuestro.
¿Qué distingue un tipo de investigación del otro?
Las investigaciones de paraderos o de fugas de hogar se concentran en protocolos más formales desde el punto de vista de avisar a las autoridades, sacar una foto en la tele para que alguien nos comunique lo que sepan de ella.
En cambio cuando uno hace foco como si se tratara de un secuestro, es una investigación mucho más proactiva y dinámica, con otro tipo de protocolos investigativos. En esto se le dio prioridad desde el inicio al análisis de las comunicaciones.
La importancia del análisis
Lo único cierto sobre las comunicaciones que tenían los investigadores era que la chica tenía un celular determinado (el que le había regalado su captor) y que “Rodo”, o como luego se lo identificó, Víctor Jorge Grados Vilca, tenía otro. El de Rodo lo tenían a partir de conversaciones previas a la desaparición de la chica y también por amenazas que le había mandado a algunos de sus amigos varones por WhatsApp. “Che, no te hables con mi novia”, “No te hagas el canchero con Ludmila que te voy a c... a trompadas” y cosas por el estilo.
“Entonces teníamos dos números para empezar a investigar y desde el primer día los intervinimos para escucharlos”, comentó Vaiani.
“Pensamos que enseguida íbamos a tener un panorama más claro a partir de eso. Pero los teléfonos no se movían. No habían comunicaciones, no abrían antena en ningún lado”, contó.
¿Cómo se analizan las comunicaciones de un teléfono?
Cualquier teléfono tiene una tarjeta SIM que es la línea, que es lo que se interviene y lo que se escucha. Pero esa tarjeta puede cambiar entre teléfono y teléfono. Yo cambio mi tarjeta a tu teléfono y vos vas a tener mi línea. Pero cualquier teléfono tiene un dato que lo identifica que es el IMEI, es como si fuese su DNI.
Si yo a mi tarjeta SIM la pongo en tu teléfono, después cuando analice me van a decir que esa tarjeta impactó en distintas carcasas. Carcasas se le dice al IMEI. Los impactos de una tarjeta en distintos IMEI te permite decir “este teléfono lo están cambiando”. A la inversa, yo puedo tener identificado el IMEI de este teléfono, que esto las compañías lo tienen, yo puedo saber qué tarjetas SIM impactan en este teléfono.
¿Y cómo se aplicó esto al caso?
Al día siguiente logramos establecer que en el IMEI del teléfono de Ludmila habían impactado seis tarjetas SIM en distintas fechas: tres antes de desaparecer y tres después. Intervinimos esas líneas. De esas seis descartamos tres porque eran del interior y nos quedamos con tres que eran de acá de la zona.
Empezaron a entrar de esas líneas comunicaciones simultáneas de distintos lugares del país. Una de Tartagal, una de Santiago del Estero y otra de Rosario. Y nos descolocó. O la compañía nos informó mal algo o… ahí tuvimos un obstáculo muy jodido en el momento de analizar las comunicaciones. Ahí establecimos que, en realidad, el teléfono que ella tenía, que este tipo le había regalado, tenía un IMEI genérico.
¿Qué es un IMEI genérico?
Es un IMEI especialmente manipulado para que en un aparato confluyan varios IMEI al mismo tiempo. Como si fuesen muchos teléfonos adentro de uno.
Esto fue uno de los más grandes percances con el que se topó la investigación. “Pensamos que iba a ser imposible saber cuál teléfono teníamos que escuchar”, confesó Vaiani.
Entonces debieron concentrarse en otro aspecto. Y comenzaron a analizar los historiales de llamadas entrantes y salientes del último mes. A través de los historiales, los analistas pueden detectar vínculos y rutinas. Los horarios de las llamadas, su duración, con quién se habla. A esto se le llama también metadata, es decir, “los datos de los datos”.
A partir de este análisis consiguieron establecer que había un número con el que más se comunicaba Ludmila al desaparecer. “Y había un intento de llamada a ese mismo número después de haber desaparecido, después un mensaje de texto, hasta que finalmente sí, una comunicación, que hablaron”, destacó.
Este número perteneciente a un celular se había comunicado muchas veces también con Rodo. Y ese celular misterioso, a la vez, tenía muchas comunicaciones con un teléfono fijo. “El que tuviera ese celular tenía que saber con quién hablaban”, explicó el fiscal.
“Cuando fuimos a ver la titularidad de este teléfono de tierra llegamos a un domicilio en Del Viso que es un predio donde adentro había una serie de casas precarias donde vivían tres familias de peruanos. Y acá está el dato que un poco nos confirmó que era ahí”, dijo Vaiani e hizo alusión a los mensajes de WhatsApp de Rodo en los cuales el tono era en español neutro.
Dieron con el teléfono fijo y, tras ciertas indagaciones, descubrieron que en una de las casas vecinas de la de la dueña del teléfono vivía una mujer con su hija de 14 años, separada de su marido. Ahí se enteraron de que ese hombre, que vivía solo en una casilla del mismo predio, era Víctor Vilca, un jardinero de 45 años que trabajaba en el cercano country Galápagos de Del Viso. Hacía cuatro días que nadie lo veía.
“Ya teníamos la ausencia del tipo, el tono neutro, nos faltaba todavía cómo entraba en la historia el celular que se comunicaba con el teléfono de línea”, narró.
Tras analizar los horarios de las llamadas, los compararon con las rutinas de cada miembro de la familia y se encontraron con que las llamadas coincidían con los horarios de entrada y salida del colegio de la hija del jardinero, con unos 15 minutos de diferencia. Era la dueña del celular misterioso.
“Con la ayuda de la madre, la chica nos empezó a contar que el padre le revisaba el Facebook. Ahí establecimos una hipótesis bastante seria que era que el tipo utilizaba la red social de su hija para sacar contactos y de ahí hablarles por medio de una falsa identidad hasta sacarles el número de celular. Que fue lo que pasó”, aseguró Vaiani.
Según Vaiani, existió toda una situación de captación y luego de engaño. Ludmila fue engañada con un montón de promesas de una realidad inexistente. “Porque el tipo le decía que estaba haciendo una casa para irse a vivir juntos y que tenía un trabajo importante”. Es decir, “fue manipulada psicológicamente para irse de su casa”.
Eventualmente, gracias al trabajo de los psicólogos que trabajaron con la familia y con la chica cuando apareció, consiguieron llegar a la pensión de Garín en donde él la tuvo encerrada “con llave, sin teléfono, sin radio, sin televisión ni computadora”. Pero cuando llegaron al lugar, Vilca no estaba.
¿Y cómo lo atraparon?
Al mediodía del jueves 20, cinco horas después de terminados los allanamientos, me llaman de la fiscalía y me dicen “hay dos personas acá que dicen ser abogados pero la verdad que no lo parecen”. No solo no lo parecían, sino que tampoco se identificaron como abogados acreditados. Ellos querían interiorizarse sobre la situación de este hombre.
Ante esa consulta se le dijo que sí, que no había problema, que nos dejaran un teléfono de contacto. Ni bien se fueron se dispuso una vigilancia inmediata sobre estas personas. Salieron y fueron seguidos. Llegaron a un auto en el que había un tercer sujeto y ahí interceptaron el auto, identificaron al tipo y era Grados Vilca.
Para terminar, Vaiani no quiso dejar pasar que la resolución de este caso y muchos otros son gracias a una política institucional implementada desde el año 2010 por el fiscal general de San Isidro, Julio Novo, “que entre otros aspectos hace foco en la temática vinculada a la violencia de género, permitiendo la creación de fiscalías especializadas en cada uno de los distritos que conforman el departamento judicial”.
“Todas las cuales se integran a un programa de política criminal de corte regional que se viene desarrollando desde 1999 en el ámbito departamental de San Isidro”, destacó.
Matías Mestas
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