Sábado 07 de Diciembre de 2024

Victoria en Siria


  • Domingo 23 de Diciembre de 2018
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Por Said Chaya, analista internacional especializado en Medio Oriente y docente de la Escuela de Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Austral   Pero el caso sirio no fue aislado. Identificó con claridad a Irán como “enemigo”, discursivamente en su visita a Arabia Saudita (mayo de 2017) y también en los hechos, rechazando el acuerdo nuclear que su predecesor había firmado con el gobierno de Teherán. También dio un fuerte apoyo a Israel en sus medidas contra los palestinos, especialmente Hamas, ordenando el traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén y ordenando el cierre de la embajada palestina en Washington. Además, relanzó sus relaciones con su aliado tradicional, Arabia Saudita, apoyando fuertemente las medidas que encaró el príncipe heredero Mohammad bin Salman, a quien defendió incluso ante el polémico caso de Jamal Khashoggi. Recordemos que las propias agencias de inteligencia de Estados Unidos habían involucrado al príncipe en el asesinato del periodista disidente. En resumen: Trump desplegó, en los últimos dos años, una estrategia global hacia el Medio Oriente. La medida de Trump de retirar las tropas de Siria sorprende, pero no tanto. Desde hace al menos un año se dedicó a promover el nuevo rol regional de Arabia Saudita, a la que envisiona liderando una “OTAN regional” (improbable, dado su estrategia conflictiva de vinculación con algunos de sus vecinos, como Qatar). Además, promovió los vínculos entre los kurdos que luchan en Siria (aliados suyos) y el gobierno de Riad, de alguna manera preparando el terreno para este aparente “relevo”. Trump no abandonará a Riad, ya que es su principal cliente en el mercado armamentístico. No olvidemos que el Reino gastó 18 mil millones de dólares en 2017 en armas adquiridas en Estados Unidos, el 18% del total de sus ventas, según el índice del SIPRI, un prestigioso think-tank sueco. Mientras tanto, Putin sonríe. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, junto a sus pares de Irán, Hassan Rouhani, y de Siria, Bashar Al-Assad, ya habían declarado, en los hechos, el final del conflicto sirio hace al menos un año. El líder ruso, convertido en el gran árbitro del teatro del Levante, se ocupa de contener a Hezbolá en la frontera sirio-israelí mientras busca su involucramiento en el borde sirio-libanés. Irán, acompañado de un Hezbolá fortalecido, invierte fuertemente prácticamente en todos los sectores de la alicaída economía local, pero especialmente en la reconstrucción de Damasco y las ciudades reconquistadas por el ejército sirio y sus aliados. Al-Assad, por su parte, obtiene el reaseguro de que estará en el poder al menos hasta 2021, cuando finaliza su mandato: Estados Unidos, que se retira del escenario, era el principal socio de los opositores a su permanencia. Esto debilitará no solo a los “rebeldes” anti-Assad, sino también a Turquía y a la Unión Europea.

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