Hace unos tres meses han ido ocurriendo una serie de hechos que nos han conmovido a tal punto que me resulta difícil apreciarlos en su real dimensión. Primero fue una noticia que parecía replicar sucesos acontecidos en enero de este año en un lugar llamado generalmente “La vuelta del río” en Cushamen, provincia de Chubut. Una jornada de feroz represión produjo entre muchas otras cosas, la desaparición de un joven bonaerense que buscaba de ese modo solidarizarse con la lucha llevada adelante por un grupo de ciudadanos que se identifican como pertenecientes al pueblo Mapuche y legítimos propietarios de esa tierra usurpada, en realidad por Benetton, poderoso hombre de negocios italiano.
Como es sabido por todos, el joven del cual hablamos es Santiago Maldonado, desaparecido durante 80 días, cuyo cuerpo fue encontrado por último en el Río Chubut. Nada se sabe a ciencia cierta de las condiciones en que se produjo su muerte. Los médicos forenses siguen trabajando a fin de responder a muchas preguntas que muchos nos hacemos y que algunos parecen desechar. ¿Cómo apareció en un lugar que había sido rastrillado varias veces? ¿Cómo pudo mantener el cuerpo, un notable estado de conservación, como si la muerte datara de una semana y no de casi tres meses, por qué y cómo entró al río donde algunos dicen que se ahogó? Estas y otras cuestiones deberán responder la Justicia.
Llama la atención la actitud de las autoridades que debían investigar y sólo se limitaban a sembrar pistas falsas, hipótesis distractivas, que por su falsedad terminaban por caer, pero que conseguían sembrar en el ánimo de la gente dudas, muchas maliciosas que podrían confluir en aquel latiguillo de los oscuros años de la dictadura, ese “…por algo será…”, que victimizaba a la víctima y encendía comprensibles temores en el hombre común que lo hacían pensar que si cada uno se “porta bien”, se ocupa de sus cosas y no se mete donde no debe, no le va a pasar nada.
Y claro esa observación podría aplicársele a muchos hombres de enorme peso histórico, como Mariano Moreno, por ejemplo, que también se le había dado por defender a los pueblos aborígenes de la feroz explotación a la que eran sometidos, y luego ¡qué cabeza! hacerse el revolucionario. Entiendo que estas no son meras fantasías de quien escribe. Me remito a un comentario vertido por una “conocida” periodista acerca de que, si Santiago Maldonado no hubiera ido a defender causas perdidas como la de los mapuches, estaría vivo.
Una chispa que aún sigue encendida
Pero he aquí, que esta cuestión del despojo de tierras a los pueblos originarios o también a pobladores carentes de recursos para defenderse, de la apropiación de sus lugares por particulares, generalmente muy poderosos, con la complicidad de la Justicia y ciertos políticos tiene larga data y ha asomado en el periodismo de tanto en tanto. No eran cuatro loquitos. Los remito al año 1959. Los hechos ocurrieron en Esquel donde había llegado a mediados del año 1958, un joven y talentoso periodista, me refiero a Osvaldo Bayer. Contratado por el diario Esquel, donde trabajó durante algún tiempo hasta que advertidos sus editores y propietarios de que este joven no tenía pelos en la lengua y no aceptaba sugerencias en cuanto a moderar sus comentarios, le pidieron no muy gentilmente que se fuera.
Bayer, en lugar de intimidarse, decidió redoblar la apuesta y fundó con otro colega un diario modestísimo en su presentación, pero valiente y atrevido. Le pusieron como nombre “La Chispa”. Ya en los primeros números denunciaban algo que todos sabían pero que sólo se decía en voz baja. Lo que alguna vez había sido una próspera colonia para aborígenes, en las tierras de Cushamen, cuyo lonko apellidado Nahuelquir las recibiera como donación del Estado Nacional en 1899, había sido apropiada por ciertos personajes a raíz de la muerte temprana de Nahuelquir. Políticos, leguleyos, funcionarios con el auxilio de la policía, desalojaron a los habitantes de Cushamen, sin que nadie se escandalizara mucho.
He aquí la semilla de conflictos que se repiten en el tiempo. Hay una historia que debe ser escuchada. Aunque no hay mucha predisposición. Osvaldo Bayer los denunciaba en las páginas de La Chispa, en 1959. Este año, 2017, en julio, se publicaron en una edición facsímil, los ocho ejemplares del periódico, refrescando los entretelones del viejo pleito. Seguramente hay poderosos intereses para no atender dicho reclamo. Nadie pensaba en ese momento que al poco tiempo y en un contexto de represión desaparecería y luego aparecería muerto Santiago Maldonado.
Deberían entender quienes creen que gobernar es reprimir, quitar derechos y aplastar cabezas, que este proceder sólo le ha traído problemas a los funcionarios que eligen ese camino para imponer un orden muchas veces injusto y siempre antidemocrático.
Veo la foto del viejo luchador mostrando la foto en la que se pide justicia por Santiago Maldonado, me entero del maltrato y descalificación padecida por Nora Cortiñas en Londres de parte de la Embajada Argentina en el Reino Unido y me pregunto ¿Podrán acallar las voces de estos “viejos” incorregibles? Lo dudo. Reflexionar sobre estas cuestiones y obrar en consecuencia es una tarea imprescindible y urgente, para el gobierno y la sociedad toda.
Elsa Robin
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