Jueves 21 de Noviembre de 2024

OPINION: La corrupción


  • Domingo 02 de Septiembre de 2018
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Por Guillermo Pellegrini, Maestro Normal y Licenciado en Ciencia Política La corrupción en la política es el mal uso del poder público, sus privilegios para conseguir una ventaja silenciosa y privada. Los delitos más comunes son la malversación, prevaricación, caciquismo, soborno, cooptación y nepotismo; son transgresiones que suelen derivar en el crimen, el narcotráfico y el lavado de dinero. En la antigua Roma, (27 a.C. hasta 476 d.C.) 500 años el soborno, el tráfico de influencias y la extorsión existían desde los simples funcionarios hasta el emperador. Tampoco se escapaba el ejército a la corrupción el destino de un pro cónsul o de un general era importantísimo para enriquecerse, por lo que se pagaban elevadas sumas para obtener un lugar de privilegio en un destino donde se podía hacer rico, sojuzgar poblaciones completas, acopiar esclavos, realizar conquistas, traficar, matar, torturar, robar en lugares lejanos del poder central. Cuando en Roma el pueblo hastiado reaccionaba por los excesos del poder, elevados impuestos, injusticias, confiscaciones sintiéndose oprimido, reclamaba mediante turbas, revueltas ganando la calle con peligro de desbordarse, se destituían entonces algunos funcionarios para calmar los ánimos; cuando la corrupción era muy elevada, ostentosa, se exiliaba al funcionario, con lo que perdía todo su patrimonio, los derechos y honores como la ciudadanía, los títulos honoríficos siendo una gran deshonra para un romano, que a veces preferían perder la vida que la “dignidad” como le decían al trámite de despojo. En Egipto el Decreto de Horemheb de 1300 a.C dice… ”Se castigará con implacable rigor a los funcionarios que, abusando de su poder, roben cosechas o ganado a los campesinos bajo el pretexto de cobrar impuestos. El castigo será de 100 bastonazos. Si el involucrado fuera un Juez la pena será de muerte. La función pública duraba mínimo un año y otorgaba un título de por vida, accediendo a ello los ricos únicamente. En la Edad Media y en el Renacimiento nada escapaba a la corrupción. La ruptura de Lutero con el Vaticano se debió entre otras cosas al exceso de este último, en conceder indulgencias a cambio de dinero. En España el duque de Lerma se enriqueció al convencer al rey Felipe III para que trasladara la corte de Madrid a Valladolid, donde había comprado terrenos baratos. Al descubrirse todo, se libró del cadalso por sus influencias en el Vaticano, logrando que el Papa lo nombrase cardenal. Las leyes españolas impedían condenar a quien tuviera ese cargo, por lo que apareció una canción que decía… ”Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado”. Un informe de Transparencia Internacional ha revelado que en el siglo XX Mohamed Sukarto dictador de Indonesia robó cerca de u$s35.000 millones. “Creo que la política está en crisis, muy en crisis, en América Latina por la corrupción” Papa Francisco). Por supuesto cuanto menos desarrollado sea un país con índices de pobreza, mala educación, instituciones débiles, mayor será la corruptela. Por oposición países desarrollados, con instituciones fuertes, economías abiertas, poseen controles que dificultan la corrupción con tecnologías y herramientas electrónicas prevén mejor los grados de corrupción. La carencia de una conciencia social, de una cultura del compromiso son elementos que facilitan la corrupción. En una sociedad la impunidad, salarios bajos, excesivo poder en funcionarios, ineficiencia, burocracia, falta de transparencia, conflicto social, conforman un tejido de apatía donde es caldo de cultivo para todo tipo de degradación. El afán de hacer dinero fácil para un consumismo irreflexivo, junto a una alarmante desigualdad social, conforman una falta de integridad ética en lo privado y en lo público. Es amplia la documentación sobre la corrupción en la época del Virreinato tanto del Perú como del Río de la Plata. En Inglaterra en el año 1714 existía lo que se llamó “The patronage secretary”, se ponía una taquilla en el parlamento para comprar los votos de los legisladores y agilizar el trámite parlamentario. Es una genética común que nace en la avaricia, la falta de valores, con pinceladas de soberbia en un marco de lujuria y corrupción.

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