Por Lourdes Filgueira Risso, Frente Pilarense
Inocentes. Sin prejuicios ni pretensiones. Inquietos y alegres. Incapaces de odiar.
Los niños no eligieron cómo, ni cuándo. Mucho menos dónde. Ellos nacen en una familia, que está a su vez en una sociedad, con una cultura. Llegan con la “suerte” - o mala suerte de las oportunidades o las carencias. Algunos se alimentan bien, crecen sanos, fuertes, van a la escuela o al médico cada vez que lo necesitan. Y así transitan lo que va ser la “base” sobre la que construirán su futuro. Incluso, los que tienen más suerte reciben un regalo en cada cumpleaños, tienen un festejo propio y hasta unas vacaciones en el mar o en la nieve. Pero para otros -muchos-, es distinto. Crecen en una casa en donde el pan de todos los días es el resultado del azar. Viven una vida en la que acceder a un medicamento es un gasto difícil de afrontar. Aprenden a bancarse la vergüenza de las zapatillas rotas y a ver publicidades de productos que “se miran pero no se tocan”.
Este domingo se festeja el Día del Niño, y aunque sus motivos sean probablemente más comerciales que humanos, tal vez, sirvan para hacernos reflexionar y preguntarnos cómo es que dejamos tan librado a la suerte la vida de tantos de ellos. Esta fecha puede ser una buena oportunidad para recordar que en la vida de un niño está nuestra enorme posibilidad de volver a escribir la historia, de volver a proponernos la histórica deuda de la igualdad.
En la Argentina y en el mundo hay un consenso sobre los derechos que les corresponden, que van desde la educación hasta el entretenimiento. Sin embargo, vemos cómo todos los días son más los que quedan expulsados de este sistema. Porque detrás de un hombre o una mujer que pierde su trabajo, hay un niño que también pierde. Porque cuando los precios de los alimentos o las tarifas suben, no hace excepciones con los chicos; por el contrario, los deja sin acceso a un plato de comida o a la intemperie del frío. Porque ni las escuelas, que cada vez se vienen más abajo, terminan siendo para ellos un entorno digno en el que crecer. Definitivamente, son los niños las víctimas más injustas de este modelo económico. Y el daño que se produce es inmenso, porque un año de su vida es irrecuperable, y vale doble; porque se está forjando como ser humano.
Por eso, en esta fecha, sería bueno recuperar el sentido de la niñez. Porque no los queremos ni obedientes, ni responsables, ni exitosos. Nosotros los queremos niños, y peleamos para que, como niños, puedan también vivir, crecer, preguntar, jugar, reír, imaginar, aprender, expresarse, querer.
Sólo entonces, podríamos sentirnos felices de festejar un nuevo Día del Niño.
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