Por Gustavo Giacomo, economista
El despliegue de la “Inteligencia artificial” (IA) —la tecnología clave de la nueva revolución industrial, junto con la Internet de las Cosas (IoT) y la robotización— puede aumentar en US$15,7 billones el PBI global en 2030 (Price Waterhouse Cooper/PwC/2019). Es una expansión de más de 14% en 10 años. PwC estima que ese auge del PBI global se realizaría a través de dos vías: una tercera parte respondería al aumento de la productividad (US$6,6 billones); y el resto (US$9,1 billones) provendría del alza del consumo de los bienes y servicios que utilizarían intensivamente la “Inteligencia artificial”.
El resultado sería la aparición en gran escala de una nueva forma de producir y de acumular cualitativamente distinta de la actual, con una fuerza de trabajo que, al fusionarse con el conocimiento, se transforma en “Inteligencia colectiva” y crea nuevas actividades y oportunidades de negocios, imposibles de definir anticipadamente por su radical novedad, pero que van a surgir en forma inexorable. En un sentido estricto, el nuevo sistema deja de ser capitalista, porque no se funda más ni en el capital ni en el trabajo, sino sólo y excluyentemente en el conocimiento. La previsión de Marx en los “Grundrisse” se torna realidad efectiva.
El boom de consumo que se avizora por el despliegue de la “Inteligencia artificial” desataría tres tendencias: estandarización (descubrimiento en la masa de información de pautas estructurales); automatización (todo lo repetitivo se torna cibernético); y personalización (desaparece el consumo masivo e indiferenciado, al tiempo que se multiplica exponencialmente su volumen). En términos históricos, la “sociedad de masas” se desvanece y se sumerge en el pasado. Los sectores capital-intensivos, como transporte, manufactura, telecomunicaciones, experimentan un salto cualitativo de productividad, debido a la utilización intensiva y en gran escala de la “Inteligencia artificial”, que automatiza en forma prácticamente inmediata la totalidad de los procesos y operaciones en no más de tres a cinco años.
Así, el alza de la productividad en los sectores capital-intensivos responde por más de 55% del aumento del producto en ese período, con un menor impacto de la personalización, la mejora de la calidad, y el menor tiempo de trabajo utilizado. En una segunda etapa, a medida que aumenta la oferta de productos claramente diferenciados y novedosos, 58% de las ganancias provocadas por un mayor PBI provendrían en forma directa del nuevo y gigantesco boom de consumo.
Hay una diferencia estructural entre la primera y la segunda fase, separadas por un punto de inflexión que surgiría alrededor de 2025. En la primera etapa —próximos tres a cinco años — la IA potencia las actividades ya existentes, en tanto que se revelan en la etapa final (2025/2030) las nuevas oportunidades de negocios. Hay una secuencia guiada por la necesidad entre el alza de la productividad de las actividades capital-intensivas ya existentes, propias de la primera etapa, y el fenomenal boom de consumo que es su consecuencia. El vínculo entre ambas es el auge excepcional de la información procesada (Big Data), que desata un círculo virtuoso de más Big Data y más oportunidades de negocios.
Este proceso de los próximos 10 años es sinónimo de disrupción generalizada de la totalidad de la cadena productiva y de servicios, con la aparición de nuevos protagonistas y propuestas de negocios. Mientras esto ocurre, todos los que se retrasan son eliminados, arrastrados por un ciclo del producto virtualmente instantáneo. China lidera la aplicación de la IA en la estructura productiva y de servicios, con un aumento del PBI de US$7 billones (+26,1%) en 10 años, seguida por Norteamérica (EE.UU./Canadá/México), con un alza del PBI regional de US$3,7 billones (+14,5%). La integración de EE.UU. con Canadá y México será absoluta en 2030.
La combinación China/Norteamérica representa 70% del impacto global de la IA en los próximos 10 años. Esto muestra con nitidez el significado que tendría la nueva revolución industrial en este período de la historia mundial. Inequívocamente, la sociedad global del siglo XXI creada por la revolución de la técnica tendría un signo abrumadoramente chino/norteamericano. En la República Popular, el boom de consumo característico de la segunda fase de la aplicación de la IA, se ha adelantado: alcanzó a US$6,5 billones en 2018 y crece al 18,5 % anual; y ha desatado a su vez un boom de importaciones de magnitud histórica. China se apresta a importar US$40 billones de bienes y servicios en los próximos 15 años. Estas son las proyecciones de algunas de las grandes consultoras del mundo. Falta ver ahora lo esencial, que es el proceso histórico, el eterno creador de novedades y sorpresas, que torna al futuro imposible de predecir.
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