Por Gustavo Giacomo, economista
Hay un drama silencioso, que lastima a todos los argentinos y que se profundiza año tras año. Es el del desempleo juvenil, que dinamita puentes y pone barreras a todo aquel que quiere pensar en un futuro. Las frías cifras del Indec muestran que hoy la falta de empleo para los menores de 30 años asciende al 23,1% entre las mujeres y al 18,5% entre los varones. Es el doble que el desempleo entre los adultos más grandes y está entre los más altos del mundo. ¿Por qué sucede esto en el país?
Para los especialistas, las razones son múltiples, pero una de las que más lo explican es el “desajuste” entre lo que ofrece el sistema educativo y las demandas del mercado de trabajo. O, dicho de otro modo, ¿cuánto de los conocimientos y las habilidades que se llevan hoy los jóvenes de la escuela son las que luego les sirve para lo que están requiriendo las empresas u otros organismos que buscan contratar nuevos empleados?
Diversos estudios con empresarios que buscan trabajadores, muestran que muchos de ellos tienen dificultades para conseguir perfiles que cumplan con los requisitos que necesitan. Por eso las miradas apuntan al sistema educativo: algunas de sus fortalezas pero las grandes debilidades que tiene a la hora de formar jóvenes para el mundo del trabajo. En el horizonte están otros sistemas, como el de los países nórdicos, Alemania o Australia, que fueron diseñados para formar a los estudiantes para el trabajo desde el comienzo mismo de la trayectoria escolar. Es bueno darles un vistazo.
“En Alemania funciona el ‘sistema dual’, donde la teoría y la práctica avanzan en forma simultánea. Sindicatos, empresas y Ministerio de Economía se reúnen en cada localidad y forman el ‘instituto de formación profesional’ local, que define qué necesita el mercado laboral cada año. En estos momentos, hay 325 formaciones distintas”, explica Yanina Falugue, de la Cámara de Industria y Comercio Argentino-Alemana, una institución que hace más de 40 años forma a jóvenes argentinos con ese sistema para empresas locales.
Y sigue: “En los bachilleratos, terciarios o universidades de Alemania las formaciones se hacen de acuerdo a las necesidades que tiene la industria. Ya desde el comienzo de la secundaria, el 70% del tiempo los estudiantes está dentro de las empresas formándose y el 30% restante es teórico. Las empresas pagan por esa formación”.
Si bien estamos lejos de la cultura alemana, en la Argentina desde que se sancionó la Ley de Educación Técnico Profesional avanzan lo que se conoce como “prácticas profesionalizantes”. Son obligatorias para los estudiantes de escuelas técnicas y tienen como objetivo que se formen en el ámbito laboral, dentro del campo técnico profesional de la especialidad. Hay 60.000 estudiantes argentinos haciendo estas prácticas en estos momentos.
La sociedad industrial pensó una persona con un ciclo que contiene un tiempo de formación, otro de trabajar sobre lo que se formó, y finalmente uno de jubilación. Todo esto está cambiando: ahora, las personas aprenden durante toda su vida y deben aprender a desaprender para volver a aprender nuevas cosas. Y los cambios en la expectativa de vida hacen que después de los 60 años siga estando vinculada al mercado laboral. Todo esto deberá ser replanteado por las normas. Muchos países están avanzando en estos cambios, pero en la Argentina el debate sigue demorado.
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