Nuevamente la Argentina tropieza con la misma piedra. Un déficit fiscal asfixiante, inflación sin control, recesión y desempleo. La receta, la de siempre. Emisión monetaria, financiamiento externo, ajuste brutal, tarifazos. Y un círculo virtuoso del que es difícil escapar.
Tras la crisis de 2001-2002, una historia que ya conocemos todos, la Argentina cayó al precipicio, al fondo del fondo, donde cualquier paso por pequeño que parecía significó un avance. Gracias al buen precio de la soja en dólares y un peso muy barato, entre tantos otros factores, lograron una recuperación económica.
Pero sin embargo, en lo posterior el Estado ha estado mayormente en rojo y no se resolvieron algunas cuestiones de base.
De 2015 a la actualidad, la receta para achicar el gasto público, fue un fuerte ajuste, suba de tarifas y de impuestos; el resultado, menos consumo, menos producción, menos inversión, pobreza y desempleo.
Ahora bien, es sabido que si en nuestra economía familiar faltan fondos, hay varias opciones: Achicar el gasto, reducir gastos secundarios (vacaciones, cambiar el auto, diversión, esparcimiento), y yendo más profundo –los que pueden- desafiliarse de la prepaga, cambiar a los chicos de colegio. Otra: pedir crédito a un banco, un familiar o algún amigo. O también, intentar generar más fondos, trabajar más horas, buscar un empleo adicional, que genere ingresos el resto de la familia que no trabaja, esto sacrificando horas de descanso y vida familiar.
No sería momento, ahora que todos hablan de un gran pacto social que incluya al gobierno, las empresas y los sindicatos, proponiendo congelar precios y salarios, de ver qué potenciales tienen la Argentina por sobre el resto del mundo y fomentar la producción industrial.
El campo siempre ha sido un factor vital en la economía argentina, pero no es hora de dejar de exportar productos primarios y empezar a comercializar con el resto del mundo manufacturas, potenciando la industria nacional. Claro que no es fácil, a veces competir con el precio de la industria china, no es viable.
Tanto el gobierno anterior con la soja o las fábricas de tecnología en Tierra del Fuego o el actual apuntando a producir 1 millón de autos por año y autorizando la invasión de vehículos orientales, han sido bastante contradictorios.
No es hora de plantear políticas de largo plazo, las tan mencionadas políticas de estado, que trasciendan una gestión de gobierno, entre todos los argentinos, estudiando nuestras posibilidades, tanto en recursos naturales como humanos, para poder explotar nuestras mejores capacidades y potenciarlas, tanto desde la industria como la educación, impulsadas desde la ciencia y la técnica.
Como siempre, ante las grandes crisis, nos preocupamos más en buscar a los culpables y no en resolver entre todos los problemas. La gran grieta generada entre oposición y oficialismo, nos mete a todos los ciudadanos de a pie en esa gran discusión. Es momento de que cada argentino se comprometa desde su lugar y deje de ver al vecino de enfrente como un enemigo por simpatizar con ideas políticas distintas. El problema es de todos, y la solución… también.
Matías Zamarripa
Sub Director
Diario Resumen
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