Martes 12 de Noviembre de 2024

EDITORIAL: Cuando la honestidad no se proclamaba, se practicaba


  • Lunes 24 de Agosto de 2020
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Viendo en la página web de Resumen, la imagen del archivo del Diario, sobre la largada del Gran Premio de Turismo Mejorado, allá por mediados de 1960, junto a la bandera argentina y la de largada, se ve a algunos de los miembros del Gobierno municipal del período 1963-1966, interrumpido por una de las tantas inútiles revoluciones o golpes de estado que merced a la lucha de los argentinos unidos, logramos dejar atrás en 1983.

Viendo en la foto la figura de quien encabezara ese gobierno comunal, Don Andrés “Yayo” López, junto a su secretario privado, Don Darío Vergani, ambos destacados vecinos de nuestro medio, ya fallecidos, nos hace reflexionar sobre la hidalguía de aquellos funcionarios que hacían honor a su hombría de bien.

Eran tiempos donde la honestidad, el altruismo, el bien común se escribían con mayúsculas. Eran tiempos donde la honestidad no se pregonaba ni se anunciaba, se practicaba. No eran necesarios los slogan publicitarios ni los grandes anuncios grandilocuentes, con pequeñas pero efectivas obras como por ejemplo las 100 cuadras de pavimento en todo el distrito a través de la Cooperativa Pavimentadora o el tendido de cloacas y agua corriente en el centro de la ciudad y la construcción de una planta depuradora, entre otras, se iniciaban y se concretaban con el esfuerzo y el aporte de los vecinos y el trabajo del personal municipal, sin tanta rimbombancia, sólo con lo simple e imprescindible de no basarse en negociados ni hechos de corrupción.

Al ver la figura del recordado vecino, a quien el destino y la ciudadanía lo eligió como intendente, parece verlo recorriendo las obras, charlando con los vecinos, proyectando y soñando con más obras, a bordo de la Ford F100 de la que la manija del levanta vidrios le rompía sus trajes, trajes que con mucho cariño y dedicación era su propia señora, Doña Nilda, la que se los remendaba para que el jefe comunal estuviera presentable.

O aquel secretario privado que mandó a hacer con un herrero pilarense, los dos faroles que el frente de nuestro hermoso e histórico edificio comunal ostentaba en su frente hasta que un intendente de facto años más tarde, los reemplazó a su antojo y curiosamente, según “las malas lenguas o, las que no se callan y son lapidarias”, lucían brillantes en una quinta de su propiedad en las afueras del pueblo.

Ya no existen esos funcionarios que le hacían honor al sistema democrático al gobernar “por el pueblo y para el pueblo”, en contrapropuesta a quienes no les alcanzan cuatro años de gestión para satisfacer sus propios egos, salvar su economía y la de sus más fieles, aumentando las arcas propias a costilla del empobrecimiento de quienes los apoyaron y votaron.

Qué lejos estamos los pilarenses, los bonaerenses y los argentinos de aquellos años. Qué distinto está todo, cuánta falta hace volver a “practicar” la honestidad, sin falsos anuncios u ostentosas proclamas. Qué falta hace seguir la prédica de aquel más que criticado sindicalista que pidió en su momento “dos años de no robar” para salir adelante, afirmando ahora que no son dos los años, sino no volver a practicar la corrupción de por vida, para lograr el verdadero triunfo de los argentinos, el verdadero triunfo de nuestro sistema democrático y recobrar la calidad de país que nos merecemos los ciudadanos de buena voluntad.

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