El 11 de julio se celebra el Día del Bandoneón en homenaje a Aníbal Troilo, Pichuco, (nacido el 11 de julio de 1914), quien ha sido uno de los más grandes bandoneonistas de todos los tiempos. Pero queremos destacar que su virtuosismo no se agotaba en la interpretación de dicho instrumento sino que supo conducir con fina maestría ese complejo “instrumento colectivo“ que constituye una orquesta.
Cuando hablamos de la orquesta de Troilo deberíamos hacer la salvedad de que esta agrupación que tuvo una historia de 38 años y por la que desfilaron muchos músicos, casi todos con marcado perfil personal, atravesó por distintas etapas, fue cambiando a lo largo de los años, sin embargo conservó a través del tiempo algo que permite identificar sus interpretaciones.
Troilo como Pugliese son músicos surgidos de la renovación decareana, verdadera revolución en el campo de la música de tango que hizo que se trazara una frontera entre la guardia vieja y la guardia nueva. Esta filiación que lo ubica dentro de lo que podríamos llamar una corriente renovadora del tango significó un punto de partida desde el cual el músico construía su perfil estilístico personal.
En este tema harto complejo recurrimos a lo expuesto por Blas Matamoro que hace un análisis del sonido de la orquesta troileana en estos términos: “Troilo empieza por ser un decareano, como todo el mundo, gobernante de una orquesta gregaria con su particular forma de ritmo, y con la peculiaridad de tener en sus arreglos un momento contrapuntístico dedicado a solos del bandoneón director, en variaciones sobre la primera melodía expuesta. Pero va evolucionando luego hacia una variante funcional que le da a ese mismo decarismo un tinte ajeno a la forma tradicional. En tanto que la orquesta decareana tiene roles, -rígidos roles melódicos por un lado y rítmicos por el otro, atribuidos a instrumentos que lo poseen de manera intransferible- la orquesta troileana tiene roles transferibles de un grupo a otro. El piano es generalmente rítmico, pero goza de algunas frases de solismo melódico; los bandoneones son generalmente melódicos o sostenes de la armazón armónica, pero asumen a veces una función de marcación rítmica”.
Y agrega sintetizando las diferencias con el modelo decareano: “la orquesta decareana, rígidamente jerárquica, es aristocrática (…) en cambio, la orquesta de Troilo tiene roles intercambiables y aparece como un conglomerado democrático, en cierto modo reflejo del público que lo baila en ámbitos sociales de consistencia igualitaria”.
Una historia de inmigrantes
Quién sabe cómo habrá llegado a nuestra tierra ese extraño instrumento inventado por un tal Heinrich Band allá por 1835, en Alemania. Por su inventor, precisamente, se lo llamaría después “bandoneón”. Dicen que en 1864 comenzaron a fabricarse los primeros bandoneones A.A. y que ya al año siguiente, en 1865 un negro llamado José Santa Cruz entretenía con uno de ellos, tocando polcas y mazurcas, a las tropas que combatían en la guerra de la Triple Alianza.
Eso significaría que él habría sido el primero de una serie interminable de bandoneonistas que tendría nuestro país. Esto que decimos son cosas que se cuentan y debe de haber sucedido así, no más, pues el hijo de José, que se llamaba Domingo Santa Cruz y vivió hasta la década del 30 fue también bandoneonista e intérprete de tangos y autor a lo que se sabe de por lo menos uno que llegó a ser muy famoso y que se titulaba “Unión Cívica”.
Este Domingo Santa Cruz le dio, a su vez, sus primeras lecciones a Juan Maglio “Pacho” quien en algún momento tuvo como integrante de su orquesta a un chiquilín, por entonces, que se llamaba Aníbal Troilo. Parece ser pues que si establecemos una línea filiatoria entre los intérpretes de ese fascinante instrumento podemos unir imaginariamente a aquel moreno trashumante con Pichuco. Claro nuestros tiempos históricos son relativamente cortos y estas huellas están de algún modo frescas y pueden rastrearse dejándonos una especial sensación de cercanía respecto de los hechos narrados.
Lo curioso de la historia de este instrumento es que habiendo sido inventado al parecer como una especie de órgano portátil que permitía llevar música a encuentros religiosos que se realizaban fuera de los templos y habiendo llegado hasta aquí, vaya uno a saber por qué circunstancias fortuitas, se convirtió con los años en el instrumento más emblemático de la música de tango. No sólo porque los músicos de tango lo eligieron sino porque su inclusión en los conjuntos tangueros dio a este género musical una notable profundidad, ya que, como decía Luis Adolfo Sierra posibilitó “un cambio total en la fisonomía musical del tango“, al sustituir a la flauta “el tango fue perdiendo su originario carácter retozón y bullanguero (y) adoptó entonces una modalidad temperamental, severa, cadenciosa, adusta. Con los años se fue produciendo una verdadera consustanciación entre la música y su instrumento definitivamente acriollado como tantos viejos inmigrantes”.
E.R.
“Los pájaros de luz de tu teclado”
En alguna oportunidad hemos hablado de la relación del organito con la difusión del tango y de su presencia en lo que podríamos llamar una suerte de mitología tanguera. Otro tanto podríamos decir del bandoneón y su reiterada mención en las letras tangueras desde aquel bello “Bandoneón arrabalero” de Pascual Contursi hasta el profundo “Che bandoneón” de Homero Manzi pasando por Malena y tantos otros donde el instrumento adquiere dimensiones protagónicas, y especialmente su presencia bellísima en un tango instrumental que puede hacernos conmover hasta las lágrima como “Quejas de bandoneón” de Juan de Dios Filiberto.
Hoy queremos compartir con ustedes amigos lectores, lectoras, algún texto que traduzca ese misterio del bandoneón. Descubrimos y compartimos pues un tango cuya música pertenece a Federico A. Scorticati con versos de Juan Bautista Devoto cuyo título “Nocturnal Bandoneón” sugiere apropiadamente lo que el bandoneón aporta al género. Dicha composición fue estrenada en Mar del Plata en el año 1963 por la orquesta de F. A. Sorticati.
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