En los manuales que nos han referido los acontecimientos, que la Historia recoge como Revolución de Mayo, aparecen los nombres de quienes formaron la llamada Primera Junta y la de otros que si bien aparecen en segundo plano tendrían en los años posteriores protagonismos de diferente importancia.
Hay quienes afirman que aquellos hechos fueron una suerte de golpe de estado llevado a cabo por un minúsculo grupo, cuyos miembros pertenecían a una clase acomodada. Según esto parecería que el Pueblo no hubiera tenido mucho que ver. Sin embargo me atrevo a suponer que los sucesos debieron conmocionar a toda la población y probablemente encendieron aspiraciones de libertad en la inmensa mayoría, que ni siquiera había sido tenida en cuenta en los tiempos coloniales, salvo porque representaban, como decía Don Juan Manuel el inmenso conjunto de los “labradores”, léase trabajadores.
Era aquella una sociedad de castas, concepción que nadie hubiera desafiado y estos atrevidos juntistas lo dijeran o no, hacían temblar esos principios irrebatibles. Unos por temor, españoles y poderosos, y otros por aspiraciones, pobres, esclavos, desclasados percibían la importancia de lo que sucedía.
Con esta suerte de preámbulo quiero compartir la historia de un hombre de teatro, de modestísima condición, cuya apariencia física revelaba como en su nacimiento habían concurrido las más variadas corrientes étnicas que nos conformaban. Estoy hablando de Luis Ambrosio Morante, hombre de teatro y hombre de mayo como se verá.
Luis Ambrosio Morante, actor y hombre de mayo
Escasa y limitada en sus recursos era la actividad teatral a comienzos del siglo XIX en nuestro país, sin embargo hubo algunos artistas entusiastas que estrenaban cada tanto alguna obra. Entre ellos se destacaba particularmente un actor robusto, bajo de estatura, moreno y poco agraciado pero con especiales dotes histriónicas que convocaba a numerosos espectadores cuando montaba alguna obra de teatro. Estamos hablando de Luis Ambrosio Morante. Según algunos biógrafos había nacido en Montevideo en 1772. Hacia 1810 residía en Buenos Aires donde era conocido por su profesión de actor y por el fervor con que adhirió a las ideas de la Revolución.
Morante, además de actor, era director, traductor y adaptador de obras teatrales. El 25 de Mayo de 1812 al cumplirse dos años de la Revolución se representa en Buenos Aires un ensayo dramático de su autoría que lleva por título “El Veinticinco de Mayo”, el autor es como dijimos Luis Ambrosio Morante, estos datos constan en el acta de la sesión del Cabildo del 29 de mayo de 1812.
Certifícase en ella que “a Morante le corresponden legítimamente méritos y galardones de autor de la primera obra ‘argentina’”. Es curioso cómo se emplea en esta oportunidad el gentilicio ‘argentino’ no muy habitual por aquellos días y se destaca el mérito de ser la ‘primera’ obra de un teatro nacional al que se da así, carta de nacimiento.
Luis Ambrosio Morante era un hombre de pueblo, se dice que su abuelo fue un liberto que ejerció el oficio de barbero y sacamuelas. En una sociedad como la colonial que dividía a los hombres en castas no era común el acceso a la educación para alguien de su clase. Sin embargo Morante ayudado por una inteligencia fuera de lo común y por determinadas circunstancias pudo cultivarse de manera tal que traducía y adaptaba obras de autores extranjeros. De él podemos decir que fue “un hombre de teatro” en toda la dimensión de la palabra. Otro aspecto especialmente destacable es su adhesión al ideario de mayo y su fervoroso compromiso político.
Además de la obra que hemos mencionado escribió muchas otras, algunas con claro sentido militante, como “El hijo del Sud “y la “Revolución de Tupac Amaru” en la que describe “un episodio de la sublevación de aquel inca contra la dominación española”. Tema algo más que literario era este de Tupac Amarú pues habían transcurrido menos de 30 años de su derrotada rebelión. La cual reprimida ferozmente, culminó con la atroz ejecución de sus actores. Pero la memoria perduraba, y muchos memoriosos recordaban estos sucesos. La elección de este episodio para teatralizarlo no era fruto de la casualidad, tenía una profunda significación, que Morante sin duda valoraba especialmente este suceso, por eso cuando en la citada obra al caer el telón, el protagonista, Tupac Amaru, dice los siguientes versos, la voluntad del autor se nos aparece como claramente política y comprometida.
“¡Compañeros!
Hagamos ver a cuantos nos degradan / lo que pueden los sudamericanos / cuando la libertad sus brazos arma.../
Marchemos al combate, a las victorias / a derrocar la prepotencia hispana / ¡Oh, quiera el que dirige los destinos / dar pleno fin a la obra comenzada!”
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