Miércoles 08 de Mayo de 2024

Los desvelos de Cervantes por la justicia


  • Domingo 06 de Octubre de 2019
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  Don Miguel de Cervantes y Saavedra, tal era el nombre completo, el autor del libro que más ediciones ha tenido en la historia de la literatura, me refiero (para decirlo brevemente) a El Quijote. Nació su autor el 29 de septiembre de 1547, en Alcalá de Henares (esto quiere decir que era numantino) donde su padre ejercía el oficio de cirujano. Digo oficio porque no era por entonces una profesión muy honrosa y tampoco demasiado provechosa en términos económicos, tal vez fuera esa la razón por la que, él y su familia llevaron una vida andariega, de acá para allá, iban los Cervantes con sus sueños y cuitas. Esa condición de trotamundos acompañaría toda la vida a Miguel de Cervantes, y le dejaría, como saldo a favor, el conocimiento de una sociedad variopinta que transitaba un complejo fenómeno de transformación. Así era la España de Cervantes, a la que conocía como la palma de su mano, poblada por un laborioso pueblo de campesinos y atravesada por una multitud de alucinados personajes que buscaban mudar de fortuna, y en la cúspide de esta pirámide una nobleza cada vez más rica y alejada del pueblo. Por supuesto que el descubrimiento y conquista del llamado Nuevo Mundo le trajo a España a la larga más penas que gloria. Al evocar esta situación pienso en qué medida estas circunstancias ayudaron a gestar y parir a El Quijote. La justicia, un tema crucial en esta obra La variedad de intereses, temas y cuestiones que pueden espigarse en la célebre novela no impide advertir la centralidad de un tema que nos sigue interpelando fuertemente hasta nuestros días, me refiero al tema de “la justicia” ya que desde el inicio su protagonista al señalar el propósito que lo mueve apunta a ello: “desfacer entuertos, socorrer a los débiles, vengar agravios dirá una y otra vez”. Con afinada ironía el autor buscaba poner el dedo en la llaga, sin generar fuertes rechazos. El humor, inteligente recurso se lo permitía. Cuando Cervantes escribe tanto la primera (1605) como la segunda parte (1615) de su novela era ya un hombre maduro, con mucho vivido y mucho padecido. Había conocido en carne propia muchas injusticias que en su caso le dieron una suerte de sabiduría poco común, el desagradecimiento por sus actos heroicos; la cárcel que como siempre padecían los  miembros más desprotegidos de una sociedad, infinitamente injusta; el ganarse la vida con una tarea que siempre tuvo mala fama, la de recaudador de impuestos; el hecho de sostener una familia difícil, atravesada de conflictos y en muchos casos la enemistad de colegas. Vivir fue para Cervantes un ejercicio de tolerancia y de paciencia. Sin duda lo ayudó en ese difícil camino de su vida su inconmovible amor por la literatura, y la convicción, supongo yo, de la trascendencia de su obra. Retornando al tema de la justicia, vemos que está de algún modo siempre presente, a veces de manera más explícita, pienso en el discurso de los cabreros, en la aventura de los galeotes, en todos los episodios referidos a Sancho como gobernador de la Insula de Barataria, en el caso de Roque Guinart, famoso bandolero catalán de la época, cuyo comportamiento era una lección para gobernantes y tantos y tantos otros episodios. Cabe consignar que la idea de justicia suele estar acompañada en El Quijote de otra virtud: la Misericordia. Las reflexiones de ese loco cuerdísimo pueden hoy en día servir como pretexto de reflexión para una Justicia (en términos institucionales) bastante mal vista y cuestionable. Esto es preocupante porque si una sociedad no puede confiar en las instituciones de la justicia ve tambalear un fundamento crucial. A pesar de estos hechos la mirada del genial numantino nos trasmite algo del orden de la fe en un mundo mejor. A ello apostamos empecinadamente. Como verás lector en el siguiente artículo traemos a un cervantino confeso que además de admirar a Cervantes compartía con él una amorosa mirada crítica hacia su patria. Elsa Robin   Recordando a don Miguel de Unamuno, el hombre que no usaba sombrero   A veces lo anecdótico revela aspectos esenciales de una persona. Por ello recurro a esta característica personal de Don Miguel de Unamuno que ‘lo pinta’, que lo revela, me refiero al hecho de que se negara sistemáticamente a usar sombrero (y también corbata), actitud fuertemente anticonvencional, en tiempos en que el vestir estaba rigurosamente codificado y lo señala como empecinadamente independiente. Y lo fue, sin duda, de manera tal que resulta muy difícil encasillar su pensamiento. Digo pensamiento y no filosofía, porque en la medida en que ésta suponga un sistema no se corresponde con esa larga meditación sobre la vida y la muerte, la razón y la fe que fue el pensamiento de Unamuno. Por eso elijo llamarlo  pensador o tal vez intelectual. El fruto de su larga y continua meditación se volcó en los más variados moldes: el ensayo, la novela y también en la poesía. Pero siempre estaban allí sus temas, sus preocupaciones, sus obsesiones quizá convenga llamarlas y siempre tomando como centro “el hombre”, pero eso sí, el hombre de carne y hueso, el hombre concreto. Es en este sentido Unamuno un  existencialista, aunque nunca apeló a etiqueta alguna para su pensar. Tal vez arroje luz sobre esta cuestión un texto de Antonio Machado en el que habla de Unamuno en estos términos: “Aunque la vida de don Miguel de Unamuno fue en su  totalidad una meditación sobre la muerte, no fue una meditación estoica para resignarse a morir, sino todo lo contrario. Unamuno es el perfecto antipolo de Séneca. Es uno de los grandes pensadores ‘existencialistas’ que se adelanta en la novísima filosofía (la de Friburgo), que culmina en Heidegger, pero Unamuno llegó a conclusiones radicalmente opuestas: “La vida, desde su principio hasta su término, es lucha contra la fatalidad de vivir, lucha a muerte, agonía. Las virtudes humanas son tanto más altas cuanto más hondamente arrancan de esa suprema desesperación de la conciencia trágica y agónica del hombre”. Y agrega Machado: “Su héroe fue Don Quijote, el antipragmatista por excelencia, el héroe éticamente invicto e invencible que sabe, o cree saber, que toda victoria inmerecida es una derrota moral, y que en último caso, más que la victoria importa el merecerla”. Esa preferencia por el Quijote y esa admiración por Cervantes en un hombre que no era pródigo en reverencias reflejan un parentesco espiritual subrayado por el angélico nombre que comparten y por una excepcional lucidez en torno a la condición humana. Convencidos del irremplazable valor de los textos que hacen presente la voz de los autores en esta sección elegimos dos poemas de Unamuno para compartir con nuestros lectores.       Unamuno, Miguel de: (Bilbao 1864- Salamanca, 1936) Pensador y escritor español, figura destacada de la generación del 98, sobre cuyos miembros ejerció una especie de magisterio. Catedrático y rector de la Universidad de Salamanca. Durante la dictadura de Primo de Rivera sufrió un prolongado destierro. En sus obras insisten determinados temas tales como: el de la “inmortalidad” y el de la “agonía” en el sentido de lucha. Obras: “Del sentimiento trágico de la vida”, “Vida de don Quijote y Sancho”, “La agonía del cristianismo”, “Amor y pedagogía”, “Niebla”, “Abel Sánchez”, “San Manuel Bueno, mártir”, “La tía Tula”, entre muchas otras.   Me destierro   Me destierro a la memoria, voy a vivir del recuerdo. Buscadme, si me os pierdo, en el yermo de la historia,   que es enfermedad la vida y muero viviendo enfermo. Me voy, pues, me voy al yermo donde la muerte me olvida.   Y os llevo conmigo, hermanos, para poblar mi desierto. Cuando me creáis más muerto retemblaré en vuestras manos.   Aquí os dejo mi alma? Libro, hombre? Mundo verdadero. Cuando vibres todo entero, soy yo, lector, que en ti vibro.   Leer, leer, leer, vivir la vida que otros soñaron. Leer, leer, leer, el alma olvida las cosas que pasaron. Se quedan las que quedan, las ficciones, las flores de la pluma, las solas, las humanas creaciones, el poso de la espuma. Leer, leer, leer; ¿seré lectura mañana también yo? ¿Seré mi creador, mi criatura, seré lo que pasó?

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