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La última quijotada de Unamuno


  • Domingo 30 de Septiembre de 2018
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Miguel de Unamuno manifestó, un particularísimo interés por Miguel de Cervantes y Saavedra, el autor de El Quijote de la Mancha, obra literaria cuyos extraordinarios valores no vienen al caso ser recordados detalladamente en este caso. A esa de algún modo devoción se unía una visión del mundo compartida y el hecho tal vez casual de haber nacido ambos, el 29 de septiembre, día que la Iglesia Católica dedica a San Miguel Arcángel, considerado el santo Patrono de la Salud. Los hechos a los que me refiero a continuación acontecieron a poco de haberse producido el golpe contra el gobierno de la República Española en 1936. El anunciado propósito de fortalecer la unidad española y algunas otras cuestiones hicieron que Unamuno expresara públicamente sus simpatías por el golpe. Evidentemente hubo en esto cierto grado de confusión pues, el por entonces Rector de la Universidad de Salamanca se había declarado durante el gobierno de Primo de Rivera absolutamente antifascista y padecido un largo exilio por ello. Unamuno poseía una mente brillante, era lo que se dice un sabio, pero no por eso dejó de equivocarse y tuvo el coraje de reconocerlo. Habiendo pagado con su vida su última quijotada. Los seres humanos somos sin duda contradictorios en muchos sentidos, lo que puede llevar a no pocos malentendidos. Por ejemplo el que emerge de declaraciones que pueden confundirnos. Alguien habla de diálogo, y lo elude cuando puede, alguien habla de felicidad y siembra la desazón, habla de tolerancia y no acepta las críticas, por ejemplo. Por eso no sólo hay que prestar atención a las palabras, que son sin duda importantes, sino también a los hechos. Los intelectuales, los poetas, yo agregaría los artistas, tan vituperados por cualquier sistema autoritario deberían ser nuestros médicos espirituales cuando nos vemos en peligro de volver a padecer males milenarios, como el racismo, la xenofobia y la intolerancia. Cervantes, Unamuno y tantos otros tienen mucho para decirnos todavía en estos días.   Unamuno versus Millan Astray “El célebre incidente en el paraninfo de Salamanca” Era una ocasión para que Unamuno se integrase en la nueva elite social que tras el golpe de Estado de julio de 1936 dominaba la España "nacional". Se celebraba el 12 de octubre como 'Día de la Raza', convirtiendo la tradicional fiesta de la Hispanidad, el día que Colón se encontró con América en su viaje búsqueda de otra ruta al Este, en una exaltación nacionalista de lo español. Las principales personalidades del naciente Régimen franquista quisieron celebrarlo con un acto cultural en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, aprovechando la apertura oficial del curso universitario; menos Franco, estaban todos, su mujer incluida. Don Miguel de Unamuno se mordía la lengua, se prometió no intervenir, no hablar. Había acudido sin muchas ganas, pues llevaba semanas rectificando su inicial apoyo a los golpistas y convencido de que la deriva de ese movimiento conservador contra la República ya solamente traería intolerancia, muerte y destrucción. El profesor de griego, el rector por excelencia de Salamanca, saltó cuando no pudo más. Un anodino profesor de literatura, especialista en el Siglo de Oro, Francisco Maldonado, acababa de pronunciar un encendido y claramente fascista discurso, donde atacó con virulencia a catalanes y vascos, considerando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos". Esas palabras de Maldonado estuvieron acompañadas de las arengas del fundador de la legión española, el general Millán Astray. Cuanto más violento se volvía el discurso de Maldonado más fuertes eran las salvas de Millán: ¡España!... gritaba Millán Astray; el público contestaba: ¡¡UNA!! ¡ESPAÑA!... elevaba la voz el tuerto general; el público replicaba: ¡¡GRANDE!! ¡ESPAÑAAA!... desencajaba la mandíbula el legionario a pecho descubierto; el público se excitaba: ¡¡¡LIBRE!!! Don Miguel se levantó, casi como un resorte (la edad, imagino le impidió mayor energía) y comenzó un improvisado y hermoso discurso que ha acabado siendo más célebre que su obra literaria y filosófica... lo que habla mucho del nivel cultural hispano. No está de más conocer ese incidente, pero de paso se podría profundizar en el hombre que mejor representaría el sentir de una cultura, la hispana, que es universal... no imperial. Y eso que como hizo ver al auditorio del paraninfo salmantino, él era vasco, a mucha honra, y el obispo de la ciudad era catalán, mal que le pesase al mismo prelado. La “reprimenda” a los cegados por el odio fascista merece ser reproducida, sobre todo cuando llama inválido obsesionado con rodearse de muerte y más mutilados a Millán Astray. La reproducción está sacada del libro sobre la Guerra Civil del hispanista británico (más imparcialidad, pues en España no la existe aún sobre el incidente) Hugh Thomas. “[...] sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir lo mismo. El señor obispo lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española...”. Cuenta Thomas que más o menos en ese momento del discurso de Unamuno, Millán Astray entra en estado de cólera absoluta, pronunciando ¡Vivas! a España e insultando a la intelectualidad, sus escoltas y otros legionarios presentes lanzan a las sabias paredes de la universidad el lema atroz de la legión: ¡Viva la Muerte! Millán pide hablar, repite voz en grito las palabras del profesor Maldonado sobre Cataluña y Euskadi como cánceres de España. Sin inmutarse, a pesar de la crispación del momento, Unamuno continúa hablando: “Acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!". Esto me suena lo mismo que "¡Muera la vida!". Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Como ha sido proclamada en homenaje al último orador, entiendo que va dirigida a él, si bien de una forma excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más”. “Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de las masas. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, que era un hombre, no un superhombre, viril y completo a pesar de sus mutilaciones, un inválido, como he dicho, que no tenga esta superioridad de espíritu es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor. El general Millán Astray desea crear una España nueva, creación negativa sin duda, según su propia imagen. Y por eso quisiera una España mutilada (...)”. Es cuando Millán hace el primer amago de amenazar o golpear con su arma al filósofo, pero el sabio anciano no se acobarda y sigue: “(...) Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. La tensión era tal que cuentan muchos de los asistentes que si no hubiese sido por Carmen Polo, la mujer de Franco, el general legionario hubiera partido la cara al intelectual allí mismo o, más dramático aún, descerrajado su pistola en el enjuto cuerpo de don Miguel de Unamuno. Lo que es cierto es que Unamuno, como demuestra la foto, salió a empujones y rodeado de encolerizados legionarios que enarbolando el saludo fascista no dejaban de gritar: ¡Viva la Muerte! ¡Mueran los intelectuales! También es cierto que el incidente fue como un disparo al corazón. Quedó relegado de su cargo de rector y confinado en su domicilio. Miguel de Unamuno, moriría dos meses y medio después, el 31 de diciembre de 1936. E.R.

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