Jueves 21 de Noviembre de 2024

La Pachamama, presencia actual de un mito ancestral


  • Domingo 04 de Agosto de 2019
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Mito ancestral de la cultura andina ha sobrevivido a través del tiempo a proscripciones diversas. Hablar de la Pachamama no es hablar del pasado sino de creencias y prácticas rituales actuales. Los mitos son creaciones colectivas para cuya comprensión nos valemos de testimonios  personales, como en este caso. Haciendo la salvedad de que finalmente se nos presenta aureolado de misterio. Mito es un vocablo de origen griego que significa cuento, historia, leyenda. A través de ellas ingresamos en una zona resistente a la lógica. La todopoderosa razón fracasa en su intento de desentrañar el material mítico. Si bien algunos investigadores creyeron ver en los mitos un residuo de épocas  remotas, lo cierto es que los viejos mitos persisten con envidiable vigor y la creación de nuevos mitos no cesa. La producción mitopoyética actual tiene la marca de los nuevos tiempos pero sigue siendo una de las más ricas manifestaciones de la capacidad simbólica del ser humano. Busquémosla en las artes populares, en  creencias que desafían la lógica, en los miedos, en las esperanzas, en las fantasías, en fin, y por supuesto en la literatura. En el caso de la Pachamama, mito primordial de América, de cuya vitalidad todos tenemos noticias, para explicarlo, en la medida de lo posible recurrimos a la palabra autorizada de una mujer del pueblo y de un indiscutido artista popular. De mitos y ritos Consideramos importante destacar la íntima relación que existe entre “mito” y “rito”. El rito, en tanto repetición reglada, fuertemente codificada, garantiza la perdurabilidad del mito que se actualiza en la suerte de dramatización que supone. El mito, a su vez otorga sentido y trascendencia a prácticas que de otro modo quedarían huecas y vacías. Mitos y ritos fuertemente implicados desafían al tiempo, a la razón, y  ¿por qué no? Suelen protegernos del helado sinsentido. He elegido dos textos relacionados con el potente mito de la Pachamama. Uno es un testimonio Lorenza de Moreno, una mujer oriunda de los pagos de Toroyaco, Santa María, Catamarca. Estos verdaderos documentos del folklore vivo de nuestra tierra fueron recopilados a lo largo de años por la notable investigadora Berta Elena Vidal de Battini (1900-1984) quien dejara un riquísimo corpus de cuentos y leyendas populares argentinos publicado en ocho tomos por ECA (Ediciones Culturales Argentinas). El otro es el fragmento de un texto de Atahualpa Yupanqui titulado “La Apacheta”, que pertenece al libro “Aires Indios”. “La Pachamama es la que cuida todos los animalitos en los cerros. Es la dueña de todo. Ahí vive la Pachamama y ella da los años buenos y ella castiga con los años malos. A la Pachamama hay que pedirle el multiplico de la hacienda. Cuando se hace la señalada se le pide el multiplico y se le hace la apacheta y la illa, cerquita de los corrales. La apacheta se pirca con piedritas que cada uno va poniendo una sobre otra, que queda como un cerrito chiquito, un montoncito bien hecho… La illa es parecida, pero no es de piedra, es un montoncito de leña. Esa leña es de la Pacha, no se puede tocar nunca. Cuando hay una gran necesidad, cuando no hay un palito en las casas, cuando caen las grandes nevazones, se le pide permiso a la Pacha y se sacan sus leñitas pal fuego”.   Este texto ha sido extraído del Tomo VIII  de “Cuentos y leyendas populares de Argentina” Ediciones Culturales Buenos Aires 1984. De Berta E. Vidal de Battini La apacheta (fragmento) Cuando el viajero gana las sendas altas, se topa siempre, al vencer un repecho y alcanzar la cumbre, con el lomo plano de la gran montaña. (…) Es allí en la misma cumbre, donde se levanta un montículo de piedras, de un metro de alto, de forma cónica, representando un cerro. Para el hombre turista, poco dice ese mojón abandonado entre el pajonal y el cielo. Pero para el hombre andino tiene una especial significación. Es la Apacheta. Es el altar de las oraciones indias. (…) junto al cual, el arriero, el pastor, y el que anda porque sí nomás, dejan su ruego a Pachamama, para que les vaya bien en su viaje, para que no se le cansen los burros, o las llamitas, para que la cosecha abajeña resulte buena. (…) En cada cerro, al final de cada repecho, hay Apachetas en el Ande. Unas, más altas que otras. Algunas un poco derrumbadas, especialmente aquellas que están cerca de las sendas ásperas donde se va hacia las vicuñas que vagan en rebaños, cada vez más lejos, corridas por los cazadores que a veces llegan desde el pueblo. El kolla caminador o el kolla jinete, no pasa jamás de largo por las Apachetas. Deja su rogativa, y la frase ritual es ésta: “¡Pachamama! ¡Kusiya… kusiya!” Pachamama es la madre de los cerros, la divinidad más respetada en todo el Ande. Kusiya, es una voz que significa me, o ayúdame. (…) El que formula el ruego, debe estar solo. Sus compañeros si los tiene, lo esperarán en una vuelta cualquiera de la senda. El hombre se quita su ancho sombrero y su ch’ullu, ese gorro andino que le protege las orejas y parte del rostro. (…) Hay que dejar “alguito”. Un fleco del poncho, o unas hojas de coca. El hombre tira sobre las piedras sus hojitas o el fleco de su poncho, mientras musita su oración: -“¡Pachamama…! ¡Kusiya… kusiya…! Pa que no se cansen mis burros. Pa que todo salga con bien. Pa que mi mujer se sane y mis changos sigan juertes. Pa que se vayan alguna vez mis pobrezas… ¡Kusiya!  ‘Kusiya…!  Dicho esto  “se va yendo”, caminando un par de pasos hacia la senda, sin dejar de mirar la Apacheta. Luego se cala su chucllo y su sombrero, y sigue andando esos caminos indios, como siempre, como toda la vida… Atahualpa Yupanqui

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