La obra se estrena el 25 de mayo en el teatro “La Máscara”, Piedras 736, de la ciudad de Buenos Aires. Cuenta con música original del virtuoso guitarrista pilarense Federico Rosso.
El gran actor y director de teatro pilarense Raúl “Tito” Ramos, regresa al teatro con un clásico del grotesco criollo: “He Visto a Dios”, del dramaturgo entrerriano Francisco Defilippis Novoa (1889-1930), el recordado director de “Flor de durazno”, película donde Carlos Gardel debutó como actor.
“He visto a Dios” fue su última pieza, estrenada en el año de su muerte. Ahora, en una nueva versión teatral, adaptada y dirigida por Ramos, la obra se presenta en el teatro “La Máscara” el viernes 25 de mayo y consecutivamente todos los viernes de junio y julio, a las 20.
El elenco cuenta con la especial participación de Oscar Rovito, destacado artista nacional que incursionó desde niño en radio y cine, para luego volcarse al teatro y la televisión. Rovito tuvo una importante participación en “El violinista sobre el tejado”, estrenada en el año 1969 en el teatro Astral con un multiestelar elenco. También tuvo papeles destacados en “El pan de la locura” de Carlos Gorostiza y “Un metro cuadrado de cielo” de Roberto Sarda. En televisión, se lo recuerda por sus actuaciones en el ciclo “El Amor tiene cara de Mujer”, de Alberto Migre.
Otros detalles a destacar de la obra que estrena Raúl Ramos es que cuenta con música original del talentoso guitarrista pilarense Federico Rosso y con coreografías de Sebastián Codega. Las reservas de localidades se realizan telefónicamente al 011-4307-0566.
Sainete tragicómico
Carmelo Salandra (Tito Ramos), inmigrante italiano, acumula dinero en su negocio para su hijo Chicho (Pablo Kovacs). No tiene escrúpulos con tal de enriquecerse: explota a su empleado Vittorio (Oscar Rovito), compra a precios exiguos joyas robadas para reducirlas. Es avaro, usurero, impiadoso, violento pero también es un villano entrañable, el centro de cuya vida es su hijo; jugador empedernido, pendenciero y siempre rodeado de malas compañías.
El personaje del Vendedor de Biblias (Rolando Alvar) un peregrino y paseador del mundo por gracia divina, traba amistad con Carmelo y le recuerda la preocupación por Dios y la dimensión espiritual de los hombres. Es evidente que la idea de Dios no deja indiferente a Carmelo, pero ante la pregunta reacciona irónicamente. Todo cambiará con la muerte de su hijo, cuando se vuelve místico y sus empleados intentan quitarle su negocio. Finalmente, la trampa se desenmascara.
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