El 25 de junio de 1912 en Alcorta y otras poblaciones del sur santafesino los campesinos se declaraban en huelga por tiempo indeterminado, se negaban a sembrar los campos de los cuales eran arrendatarios. Fueron varios miles. Sus reclamos pueden sintetizarse en exigir una modificación de los contratos que eran verdaderamente leoninos y los condenaban a la pobreza sin salida.
Acostumbrados al esfuerzo individual, en el mejor de los casos familiar, estaban haciendo una experiencia social y política trascendente: descubrían el peso del reclamo colectivo y de la solidaridad. Este hecho resultó escandaloso para las élites gobernantes que habían imaginado que con la llegada de los inmigrantes europeos se terminaba la dificultad de no contar con trabajadores eficientes y sumisos. Ya se sabe que los gauchos tenían mala fama, se los tildaba de vagos y mal entretenidos.
Se suponía que el europeo (cuya inmigración se propiciaba explícitamente en la Constitución de 1853) reemplazaría con creces a la población nativa a la que se tenía por poco adicta al trabajo y rebelde; sin embargo este y otros sucesos vinieron a demostrarles que no era posible sostener indefinidamente un sistema de explotación económica injusto sin que hubiera naturales reacciones. De modo que los laboriosos inmigrantes pasaron a ser llamados “hombres altaneros” (así se los menciona en documentos de la época).
Gobernar es poblar
Hagamos un repaso de algunas circunstancias que precedieron al Grito de Alcorta. Los huelguistas eran en su inmensa mayoría gringos, europeos, y habían llegado atraídos por la acción de gobiernos que habían hecho de la inmigración europea un objetivo fundamental para poblar y cultivar las vastas extensiones, especialmente de la llanura pampeana. No hacía mucho se había cumplido medio siglo de las primeras colonias (por ejemplo Esperanza). En aquella ocasión la colonización estuvo a cargo de un particular, Aarón Castellanos, quien parceló y dio tierras a los campesinos aplicando un contrato imposible de cumplir por los colonos. Tempranamente tuvo que intervenir el gobierno nacional para solucionar dicha situación, no sin antes indemnizar generosamente a quien todavía hoy algunos recuerdan como una suerte de filántropo.
Hemos dicho que después de 1853 el poblamiento y colonización del territorio nacional se convirtió en un objetivo primordial, pero sólo puede hablarse de un plan coherente y sistemático en esta materia a partir de la Ley 817, Ley Avellaneda de inmigración y colonización (1876).
El proceso colonizador transcurrió por dos carriles: 1) Colonización directa por el Estado. 2) Colonización indirecta: por empresas particulares que se encargaban de llevar adelante esa tarea. Esta última modalidad estaba prevista por el artículo 105 de dicha ley.
Al respecto citamos a R. Schopflochen, quien en su Historia de la colonización dice que “Se abusó escandalosamente de los beneficios acordados a las empresas particulares por el artículo 105 de la Ley Avellaneda” y agrega que “La especulación en negocios de tierras mediante contratos de colonización fue algo harto habitual en la época y la cesión de tierras a promotores estaba a la orden del día”.
Otro dato interesante es que en 1912 hubo una cosecha excepcional, en los años anteriores, en cambio, había habido desastres naturales y plagas, las pérdidas de aquellos años debían ser pagadas por los colonos de acuerdo con el contrato de arrendamiento de modo que lo conseguido en 1912 sólo les servía para pagar deudas. Es imaginable la desesperación de los colonos ante la insensibilidad de los arrendadores latifundistas.
Empujados a la huelga por estas circunstancias se vieron acompañados por un clima de cambio político: Sancionada la nueva Ley Electoral Sáenz Peña había asumido el gobierno provincial un radical, el Dr. Manuel Menchaca. Esta renovación política generaba la expectativa de ser escuchados. La solución del conflicto no fue óptima. Se llegaron, eso sí, a acuerdos aceptables que mejoraron las condiciones del arrendamiento y se levantó la huelga. Tal vez lo más significativo fue la creación de la Federación Agraria Argentina en agosto de 1912.
Un grito que aún resuena
El grito de Alcorta que se había extendido por otras provincias: Córdoba, Buenos Aires, Entre Ríos y La Pampa adquirió dimensiones épicas en la memoria colectiva y dejó huellas importantes. Algunos escritores, tal el caso de Pedroni que se ha referido a este suceso en sus poemas. Pedroni le dedica uno de ellos a “María, la de Alcorta”, protagonista y animadora de aquellas jornadas, María era la esposa del líder de la huelga: Francisco Bulzani y su nombre completo era María Robotti de Bulzani. También es recordado en estos poemas el abogado Francisco Netri, asesinado en Rosario a causa de su acción en favor de los campesinos. Nos conmueve asimismo, el poeta con la descripción de un desalojo rural. Reproducimos para nuestros lectores algunos pasaje de estos poemas.
Maria de Alcorta (fragmento)
“Y arrojando su delantal sobre la mesa de los hombres,
Dijo: Para morirme de hambre trabajando, me muero
de hambre sin trabajar. (de Grito de Alcorta)
“La Adela” se llamaba el campo
De trigo y cielo en que morías.
Porque en él diste a luz el primer grito,
¡Loada seas María!
De pagarés en blanco eran tus manos
En tu quehacer de harina.
Tu sueño despeinado en cama impaga,
De luna blanca y fría.
Nadie plantaba para nadie un árbol.
Ninguna oveja te era consentida.
Sin cantos, sin balidos, las mujeres
Hijos tristes tenían.
Hasta que en noche de sudor y tierra,
sola de toda soledad, vacía,
con delantal de llanto entre los dientes,
diste en un grito el día.
Bendito tu dolor que encendió el trigo
Por un poco de vida,
Por un sauce de paz donde peinarte,
Por una nueva espiga....
Muerte de Francisco Netri (Fragmento)
La noche había dejado
Una sombra en la esquina.
Por tu calle de siempre
hacia la sombra ibas
Eras el abogado de los campesinos.
Llevabas en el ojal una espiga
Cuántos hombres han muerto como tú
cuántos morirán todavía,
por llevar distraído el corazón,
por ir mirando una espiga
Los muebles del Viejo Stura (fragmento)
(El día 26, a mediados de la tarde, como culminación de
Ese movimiento, alrededor de setecientas personas
se dirigieron al campo del desalojado y volvieron a
reinstalarlos muebles y demás efectos de Stura que
habían quedado en un camino vecinal...)
Vuelvo a ver los muebles del viejo Stura
Tirados en el camino.
Yo, sobre el corazón
Reclinado el estío,
miro el campo que gira, las estrellas
Me digo:
Hijo de hombre, no te afanes,
échate hombre junto al río,
Come en silencio tu pan grande.
Bebe solo tu vino
No vayas a ver muebles y herramientas
Tirados en los caminos.
Ahí estaba la cama de los nacimientos;
Ahí la mesa de desnudo pino;
Ahí el cuadro de la Virgen
Con su ramo seco, de olivo;
Ahí el espejo
Reflejando el trigo
Eran las cosas de mi madre
Llena de días y de hijos.
Todo era igual que una mujer desnuda
Arrojada al camino.
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