La Asamblea del año 1813 fue convocada en octubre de 1812 por el Segundo Triunvirato y aunque sus propósitos eran mucho más ambiciosos en relación a lo que finalmente se logró, las medidas que tomó sobre todo en los primeros meses de su actuación tienen un valor fundacional. La idea de declarar la independencia era central y acabaría con el pretexto de estar gobernando en nombre de Fernando VII, afirmación que disimulaba la voluntad de gran parte de los protagonistas de la Revolución de Mayo, de hecho ya en su sesión inaugural la asamblea abandona esa ficción jurídica que era la llamada “Mascara de Fernando Séptimo” e invocaba como única fuente de su autoridad a la Soberanía Popular.
En aquellos tiempos como ha ocurrido siempre, las circunstancias de la política internacional influían en el curso de los acontecimientos. El imperio napoleónico, resistido en España, vivía las instancias finales de su hegemonía europea. En esos meses se asistiría en España al regreso al trono de Fernando VII (11-12-13), las ideas de la Revolución Francesa se dejaban de lado abruptamente y se iniciaba un largo período de Restauración monárquica. Ese dato llevará a los nacientes gobiernos americanos a tomar distintas decisiones, por ejemplo “declarar la independencia” decisión que por razones tácticas se habían aplazado. Había que sincerar el propósito emancipatorio, esto no siempre resultaba sencillo.
La Asamblea del año XIII, sesiona desde enero de 1813 hasta fines de 1815. Las medidas más trascendentes fueron tomadas en los primeros meses y consistieron entre muchas otras de las que alguna vez ya hemos hablado en el reconocimiento de un conjunto de símbolos que apuntaban a confirmar nuestro estatuto como nación independiente de lo que hoy es nuestro país. La escarapela, la bandera (con reticencias), el himno, eran decisiones inequívocas al respecto.
Vicente López y Planes, abogado porteño, secretario a la sazón de la Asamblea, presentó su “Canción Patriótica” que fue reconocida el 11 de mayo de 1813 como canción nacional, de ahí que conmemoremos el día 11 de mayo, como “Día del Himno”.
Cuenta “la leyenda” que hay varias versiones que el poema fue redactado por López y Planes en mayo pero de 1811, después de asistir a una función de teatro, en la que se había representado una obra que incluía “La Marsellesa”. La influencia de este himno revolucionario francés es evidente. ¿Cuándo se redactó? Es difícil saberlo. Pero además de esa influencia hay en esta composición abundantes referencias a lugares y acontecimientos americanos, lo que es sin duda importante.
Hay una referencia al Inca, más precisamente al pasado aborigen, arrasado por la conquista española, esa referencia me parece importante y muy lejos de ser un simple recurso retórico. La lectura, hecha transcurridos más de 200 años, desde una ciudad fuertemente europeizada, olvidada muchas veces de sus orígenes prehispánicos nos hace ignorar que en el Alto Perú, donde estudió Vicente López y muchos otros patriotas estaba, seguramente vivo el recuerdo de Tupac Amaru (José Gabriel Condorcanqui) caudillo descendiente de los incas, cuya sublevación fue atrozmente reprimida. ¿Cuántos años habían transcurrido? Alrededor de 30 o menos ¿Y qué son 30 años en términos históricos?
La visión en gran medida europeizante de nuestra cultura nos hace minimizar el detalle y tomar a veces con tono despectivo por ejemplo la propuesta de una dinastía inca, en el Congreso de Tucumán. Por supuesto que la idea de un rey repugnaría a muchos patriotas y al pueblo general, como fue demostrado, pero no debemos olvidar que por entonces hubo proyectos de coronar algún decadente noble europeo para legitimarnos ante “el mundo” y nadie se escandaliza por semejante dislate.
Versión actual
El Himno Nacional se reduce actualmente al coro y a dos cuartetas de la canción original: la primera y la última. Esto fue establecido por un decreto del Poder Ejecutivo Nacional del 30 de marzo de 1900. Probablemente hayan determinado tal decisión razones de orden práctico, dada la extensión del poema original pero también podemos suponer el de obviar toda alusión antiespañola que en las nuevas circunstancias dejaban de tener sentido.
También la música original fue modificada. La versión actual tiene los arreglos de Juan Pedro Esnaola (1808-1878) y fue aceptada oficialmente el 25 de septiembre de 1928.
Bien o mal cantado, nuestro Himno se ha convertido en más de una oportunidad en prenda de paz, disipando a veces, al menos momentáneamente, conflictos y enfrentamientos entre diferentes grupos. Sería deseable detenernos de tanto en tanto en el sentido de sus versos, los que cantamos y los otros, que no deben olvidarse y rescatar como principio irrenunciable para nuestro país el de ser efectivamente una Nación Soberana y el espíritu de fraternidad americano.
Los tiempos en que se gestó
Evocar aquellos tiempos sin duda heroicos sirve para llegar a comprender los tiempos en que se gestó. Vicente López y Planes era un hombre joven que había adherido con entusiasmo a las ideas de la época y al proyecto emancipatorio que recorría toda América. Si fuéramos capaces de percibir el salto, la ruptura que significó la aparición de estas juntas revolucionarias en el mundo colonial americano entenderíamos el tono fervoroso con que están compuestos estos versos.
Es cierto que nuestro himno sigue modelos anteriores, tal el caso de la Marsellesa y en este sentido tiene mucho de marcha guerrera. Pero es mucho más que eso: es un acto inaugural, es la afirmación de nuestra existencia como nación independiente. Componer un himno, crear una bandera, por ejemplo, eran actos decisivos. De algún modo, ellos significaban dar pasos irreversibles en el curso de los acontecimientos, la suerte estaba echada para los protagonistas, por eso ciertas afirmaciones que hoy nos pueden parecer propias de la retórica de la época tenían una dimensión de realidad que a veces nos cuesta imaginar. Cuando se hablaba de la alternativa entre “triunfar o morir”, eso era así, no era una mera imagen literaria. Eran protagonistas de una epopeya, aunque haya quienes minimicen esto.
Estaban en la tarea de fundar una nación y eran conscientes de ello. Habrían de saber después cuánto dolor y cuánta sangre iba a costar consolidar el proyecto emancipador.
Vicente López y Planes, a lo largo del tiempo llegó a ser testigo y partícipe privilegiado de algunos momentos claves de nuestra historia. Las palabras de ese joven porteño que en una noche, febrilmente y poseído por el entusiasmo según cuenta su nieto Lucio V. López compusiera el Himno Nacional siguen siendo, como ya hemos dicho, prenda de paz y de unidad cuando los conflictos y las diferencias nos enfrentan.
Una nación es mucho más que un territorio, que una multitudinaria población, o una economía exitosa. Una Nación es un proyecto, un propósito, una manera de concebir la relación entre los seres humanos. Hablar de libertad e igualdad en un mundo autoritario, injusto y de consolidadas jerarquías no era poca cosa. Los símbolos en la medida en que entendamos que remiten a una significación que los trasciende, cumplen esa indispensable función de hacer presente (representar) ese proyecto inaugural.
Una nueva y gloriosa nación
La lectura de la versión original del Himno Nacional Argentino, a la que Vicente López y Planes, su autor, titulara Marcha Patriótica nos remite sin duda a cuál era el pensamiento y el sentimiento de quienes participaban de aquellas jornadas. Las estrofas del extenso poema son recorridas por un ideario, una concepción del mundo que tenía sus raíces en la Revolución Francesa con sus ideales de libertad y de igualdad.
Aquellos eran momentos difíciles pero esperanzados. No mucho tiempo después los cambios en la política exterior (regreso al poder de Fernando VII, caída de Napoleón, surgimiento de la Santa Alianza) harían necesario recurrir a esfuerzos extraordinarios y a una inconmovible convicción para continuar con la lucha emancipadora.
Debemos destacar que a principios de 1813 el propósito independentista era incontrovertible y así lo traduce la letra de lo que por entonces sólo era una Marcha Patriótica, no hay otra lectura posible para versos tales como “Se levanta a la faz de la tierra / una nueva y gloriosa Nación / coronada su sien de laureles / y a sus plantas rendido un león”.
Un gesto bautismal
En el Himno se insiste en dar a los habitantes de estas tierras el nombre de “argentinos”, que no era nuevo pero sí totalmente inusual y empleado sólo en textos literarios. Puede asegurarse que el nombre de nuestro país quedó plasmado en estos versos que adquieren así el carácter de gesto bautismal.
Transcribimos a continuación algunos fragmentos del texto original.
Elsa Robin
(...) Se levanta a la faz de la tierra
una nueva y gloriosa nación.
Coronada su sien de laureles
Y a sus plantas rendido un león.
Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huesos revive el ardor
Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor.
¿No los veis sobre México, y Quito
arrojarse con saña tenaz?
¿Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba, y la Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto, y llantos, y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín,
Y de América el nombre enseñando
Les repite, mortales oíd
Ya su trono dignísimo abrieron
Las Provincias Unidas del Sud
Y los libres del mundo responden
¡Al gran Pueblo Argentino salud!
Vicente López y Planes: (1785-1856) Abogado, poeta y político argentino, recordado fundamentalmente por ser el autor de la letra del Himno Nacional Argentino.
Luchó contra las invasiones inglesas (1806-1807) y participó en el movimiento independentista. Ocupó diversos cargos públicos. Fue diputado en la Asamblea del año XIII y Secretario de los directores Balcarce y Pueyrredón, en 1827 fue presidente provisional de la República y durante el gobierno de Rosas, presidente del Tribunal Supremo de Justicia.
Después de Caseros fue nombrado Gobernador de Buenos Aires. En estas circunstancias firmó el Pacto de San Nicolás y se opuso firmemente a la secesión del Estado de Buenos Aires del resto de la Confederación, actitud en la que lo acompañó su hijo Vicente Fidel López confrontando con su antiguo compañero de exilio Bartolomé Mitre.
Cuando Vicente López y Planes muere en 1856 a los 72 años, asistía seguramente con dolor a una Buenos Aires que le daba la espalda al país , convertida en un Estado independiente, durante 10 años.
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