Los teatros constituyen ámbitos especiales, sagrados podría decirse tal vez, sin caer en la exageración. Uno de esos espacios de particular vibración para muchas personas argentinas y de otros países es el Teatro San Martín, desde 1950, año de su inauguración como Teatro Municipal General San Martín, sus salas han ofrecido espectáculos teatrales de notable calidad. Un teatro accesible a una amplia mayoría. Un lugar de excelencia, no elitista. Pero como hablar del San Martín, merece un párrafo aparte, hoy simplemente queremos celebrar una ocurrencia que nos parece feliz y oportuna.
Acaban de dar el nombre de Alfredo Alcón al hall del teatro San Martín de la ciudad de Buenos Aires. Decisión que ha merecido la aprobación unánime de sus pares y del público en general. Cuando muere alguien muy querido no sabemos cómo decirle (como si eso fuera posible) a quien no está y venciendo el silencio insondable de esa ausencia definitiva, decirle insisto, te queremos, estás en nosotros, no nos olvidaremos nunca de vos, ni de tu legado. Los homenajes suelen tener ese propósito cuasi religioso. Nos salvan del adiós definitivo y del olvido.
Pensaba en alguno de los nombres de esas salas, y pensaba en Casacuberta, uno de los primeros actores argentinos, muerto a mediados del siglo XIX; poco sabemos de él, sí nos ha llegado noticia de su apasionamiento, de su versatilidad, de su entrega, a tal punto que murió al finalizar una función en la que había puesto alma y vida.
Por qué recupero esa imagen de aquel apasionado hombre de teatro, se preguntará el que lea esto, bueno porque creo que Alfredo Alcón compartió con aquel actor de los inicios de nuestro teatro, la pasión, la entrega absoluta a una profesión única, difícil de adjetivar que nos rescata de la pobreza, de la trivialidad de una vida capturada sólo por la cotidianidad.
El teatro es sin duda un espacio donde la sociedad puede transfigurar, lo más triste y penoso de la condición humana en oro puro. Alquimia de la interpretación, alquimia de ese espacio donde confluyen en un rito ancestral actores y espectadores.
Alcón lo tenía muy presente, y con humildad, pero, con enorme respeto y talento ejercía su papel de mago de la escena. Quienes tuvimos la suerte de verlo actuar, no lo olvidaremos nunca. Podríamos decir que este artista consiguió, siendo absolutamente fiel a sí mismo y a aquello en lo que creía, ser respetado, amado y admirado más allá de los tiempos de su vida. Su presencia sigue presente, su ejemplo enseña sin palabrería un camino a muchos jóvenes actores a quienes acompañó, dio lugar, prohijó podríamos decir en obras, gustadas y celebradas por un vasto público que trascendía ‘los espacios elitistas’.
Pienso en sus actuaciones en programas televisivos, fue memorable su actuación en “Vulnerables”, o pienso en aquel Premio Estrella de Mar de Oro, que le valió su actuación en “El Gran Regreso”, obra de Serge Kubris adaptada por Federico Gonzáles del Pino y Fernando Masllorens, en la que compartió el escenario con Nicolás Cabré, donde su presencia difundía un clima de dignidad y respeto que ennoblecía toda actuación y lo acercaba a un tipo de espectador distinto.
La historia de su extensa vida, los amigos que cosechó, la infinidad de obras que protagonizó, los autores cuyas obras representó fueron muchos. Sería bueno recordar que ya en los últimos tiempos y con la salud deteriorada interpretó Final de Partida de Becket acompañado por Joaquín Furriel.
Queridísimo Alfredo, nos alegramos de que tu nombre nos haga señas desde el hall del teatro San Martín. Ah y perdón por el tuteo, pero parafraseando las palabras de un poeta te digo que yo siempre tuteo a quienes amo.
Elsa Robin
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