Pilar fue testigo de la ovación que acompañó la elección del nuevo Papa León XIV

La elección del nuevo Papa no solo se vivió en Roma. También se celebró en Pilar, donde los obispos argentinos reunidos en la 126ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal vivieron un momento de conmoción colectiva al confirmarse la designación de Roberto Francis Prevost Martínez como León XIV, sucesor del fallecido Papa Francisco.

La escena tuvo como escenario la casa de retiros “El Cenáculo”, en la localidad de Fátima, donde más de un centenar de obispos del país seguían con atención las imágenes del cónclave transmitidas desde el Vaticano. Cuando la pantalla anunció el nombre del nuevo pontífice, estalló una ovación unánime, mezclada con abrazos, gestos de alivio y emoción. No faltaron los aplausos ni los comentarios espontáneos que reflejaban una mezcla de alegría, euforia y desahogo espiritual.

Además, el evento estuvo encabezado por monseñor Oscar Vicente Ojea, presidente de la CEA y obispo de San Isidro. Lo acompañaban los integrantes de la Comisión Ejecutiva: Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza, Carlos Azpiroz Costa, arzobispo de Bahía Blanco, y Alberto Bochatey, obispo auxiliar de La Plata. También participó el nuncio apostólico en Argentina, monseñor Miroslaw Adamczyk, junto con obispos titulares, eméritos y referentes de todo el país.

La elección de León XIV se produjo en un contexto especial, donde la Iglesia estaba aún conmovida por la reciente muerte del Papa Francisco, por lo que la plenaria de la CEA se transformó en un punto de alegría espiritual para recibir esta nueva etapa. La coincidencia temporal hizo aún más significativo el encuentro en Pilar, que pasó a ser el lugar desde el cual la Iglesia argentina acompañó de forma unificada el inicio del nuevo pontificado.

En un comunicado oficial, los obispos manifestaron su “profunda alegría, gratitud y comunión” con el nuevo Papa, y le enviaron una carta en la que le expresan su “filial adhesión” y su compromiso de oración constante. Además, destacaron que su elección llega “de manera providencial” y pidieron a la Virgen de Luján que lo acompañe en su servicio a la caridad.

Lejos del protocolo romano, pero cerca del sentir pastoral, Pilar se convirtió por unas horas en el epicentro de la emoción eclesial, reafirmando su lugar como sede de encuentros clave para la Iglesia argentina.